(Foto: El Comercio)
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Angus Laurie

Cuando se trata de megaeventos como los Juegos Olímpicos, la Copa Mundial o , mucho del planeamiento debe enfocarse en el legado. Esto significa pensar en el largo plazo, más allá de los Juegos en sí mismos. El enorme gasto debe servir por más tiempo que las pocas semanas del evento, dando beneficios sociales o económicos a las personas que viven en la ciudad anfitriona, y no solamente a los atletas y turistas que la visitan.

En el caso de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, las autoridades concentraron su inversión en una zona posindustrial, el valle Lea. Justamente esta fue la motivación para ganar los Juegos desde el inicio. En el 2008, el alcalde de Londres, Ken Livingston, dijo: “No presenté una aplicación para los Juegos Olímpicos porque quería tres semanas de deportes. La presenté porque era la única manera de conseguir miles de millones de libras del gobierno nacional para desarrollar el este de la ciudad, para limpiar los suelos, desarrollar infraestructura y construir vivienda”.

En el caso de los Juegos Panamericanos de Toronto del 2015, la ciudad aprovechó un plan existente para recuperar un área posindustrial cerca del centro de la ciudad, para habilitar la Villa Panamericana. Los Juegos sirvieron como catalizadores para concentrar fondos en un proyecto de remediación de suelos. Tal como en el caso de Londres, el proyecto Panamericano en Toronto ayudó a generar nueva vivienda accesible cerca de los centros de trabajo y de educación. El proyecto también incluyó un gran parque fluvial que funciona como una defensa contra inundaciones, además de ser un lugar de esparcimiento.

En otros casos, los megaeventos han tratado de hacer obras temporales que pueden ser desmontadas después de los Juegos y reubicadas en otros sitios. La lógica detrás de estas obras temporales es reducir costos y evitar que la ciudad termine con un elefante blanco.

Ahora en Lima, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones ha publicado que van a construir un puente temporal que conectaría el aeropuerto internacional Jorge Chávez hasta la avenida Santa Rosa, dando beneficio directamente a las delegaciones de los Juegos, conformadas por 12.000 atletas y entrenadores, pero ningún beneficio a la ciudad y sus habitantes.

A diferencia de los proyectos temporales en otros megaeventos, el puente Bailey para Lima 2019 estará ubicado justamente donde los planes para la ciudad piden un nuevo puente para conectar el futuro terminal de Jorge Chávez con la avenida Santa Rosa. Justamente, este es un proyecto que podría generar un legado para la ciudad, donde los Juegos sirvan como motivación para concretar obras que la ciudad ya ha identificado como necesarias. En cambio, el puente temporal representa un gasto para facilitar pocos viajes desde y hacia el aeropuerto, y posiblemente al costo de hacer obras realmente necesarias.

* El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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