(Jorge Malpartida / El Comercio)
(Jorge Malpartida / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

La Costa Verde es el patio trasero de Lima.
Es nuestro mayor espacio de diversión al aire libre, pero la usamos como depósito de nuestra podredumbre.

Durante el verano, la poca arena que le queda la llenamos de basura. Lo mismo hacemos sobre su mar durante todo el año (según ciertos genios, para que sus playas crezcan).

Como el tránsito vehicular de Lima ha colapsado, por la torpeza para planificar de quienes nos gobiernan, la hemos convertido en una nueva gran vía de evitamiento. A punto de colapsar también.

Es un cementerio de puentes a medio construir, de miradores que no miran a ningún lado, de una pasarela amarilla prescindible y fea.
Es una seguidilla de acantilados que seguirían desbordándose si hace tres años una roca no hubiese estado a punto de matar a un niño que iba en un auto con su familia.

Es la triste historia de La Herradura, destruida por un alcalde que creía que todo lo podía, que era más sabio que la naturaleza, y mandó hacer una carretera hacia ningún lado, convirtiendo la playa más hermosa de Chorrillos en un depósito de piedras.

Y es territorio de negocios y negociazos, de restaurantes y complejos turísticos construidos sobre arena que ya no sobra, y que obstaculizan aquello que era uno de sus bienes más preciados: la vista al mar.
La Costa Verde es tierra de todos y de nadie. Porque aunque existe un organismo llamado Autoridad Autónoma de la Costa Verde, no tiene vida en el mundo real.

El último capítulo de lo que Angus Laurie ha llamado con razón “la tragedia” de la Costa Verde es el afán de una empresa en construir restaurantes, una sala de conferencias y un muelle sobre una de las pocas playas barranquinas que ha logrado sobrevivir a la ola cementera: Los Yuyos.

La intervención a última hora de la Municipalidad de Lima ha permitido ganar oxígeno, dilatar por un tiempo lo que parece ser el destino inexorable de Los Yuyos. Pero ello no resuelve el fondo del asunto.
Porque la pregunta que persiste y que la autoridad municipal sigue sin responder es cuál es su visión de la Costa Verde, qué pretende hacer, hacia dónde quiere ir.

Y señalarlo con transparencia, a partir de una labor conjunta con los municipios que comparten territorio en la franja costera, incluyendo el Callao.

Mientras eso no suceda, aparecerán más casos como Los Yuyos: restaurantes por aquí, parques por allá, canchitas de fútbol por acullá, sin una sola mirada, respondiendo a intereses particulares, sin pensar en los intereses de la ciudad.

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