La panza es lo de menos, por Raúl Castro
La panza es lo de menos, por Raúl Castro
Raúl Castro

En probable respuesta a la epidemia de violentos atracos que sufrimos en la ciudad, el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, anunció que todos los suboficiales de la Policía Nacional deberán aprobar un examen físico a partir de este año si es que quieren ascender.

“En las comisarías ya no tendremos efectivos gorditos que no puedan correr detrás de los delincuentes, ¡necesitamos efectivos ágiles!”, enfatizó.

Nada más cercano al error que creer que el característico abdomen prominente de los agentes es el problema más grave que afronta la inseguridad ciudadana. Por ejemplo, en el robo del que Francisco Lázaro Serrano y su esposa fueron víctimas en El Agustino días atrás, y que costó la muerte del primero –arrojado violentamente del Puente Nuevo por los criminales– no fue la velocidad de los agentes lo que falló. Fue la absoluta y alarmante ausencia de vigilancia, denunciada a gritos por los vecinos de la zona y que a la vez alienta a seguir atracando impunemente a diario en esta y otras partes de Lima, largamente temidas por estar desprovistas de sistemas de monitoreo efectivos.

Y es que el problema no está en la talla de pantalón de los policías ni en su rendimiento en los cien metros planos. La cuestión crítica está en la estrategia, o más bien, en la falta de ella. Es la ausencia de una organización clara y firme. Un asunto de liderazgo y voluntad política.

La crisis de la seguridad ciudadana en la capital responde a la consecutiva ausencia de gobierno en la implementación de un perfil profesional actualizado de la policía.

Cuando los políticos de otras ciudades –hoy líderes en la lucha contra el crimen y con muy bajas tasas de victimización– lograron reducir significativamente sus niveles de delincuencia, lo hicieron poniendo énfasis en la preparación del agente policial en dos aspectos: en su capacidad para el manejo de información clasificada y en sus habilidades para la organización “inteligente”.

La revista “The Economist”, en el informe titulado “La curiosa caída de los índices del crimen” (2013), explica graficando esto que la disminución de hurtos y robos a niveles mínimos en Tokio, Nueva York o Londres reposó fundamentalmente en la capacitación informática y probabilística de la policía, y en la instalación de sistemas de alarmas, videovigilancia y bases de datos monitoreadas desde centrales de información.

La policía actual se focaliza en la prevención, ya que su perfil destaca por su capacidad preventiva más que represiva. Ello, muy bien apoyado por fuerzas civiles comunitarias –nuestros serenazgos– para el patrullaje interconectado. Así, el policía profesional se enfoca en la investigación.

Depositar en las barrigas de los policías la responsabilidad de la ineficiencia en la lucha contra el crimen es como culpar a los anteojos oscuros de impedir la visión de la gente. Lo que el ministro debería anunciar es justamente lo que calló: qué otras materias se van a evaluar en los agentes y quién lo hará. Entonces sabremos que no será el sastre quien los apruebe.

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