Arqueólogos desenterraron este muro con relieves en abril de este año. La gran incógnita es el personaje principal, confluido por serpientes. Se cree que es una semilla humanizada en proceso de germinación. (Alessandro Currarino / El Comercio)
Oscar Paz Campuzano

La civilización caral abandonó sus templos hace 3.800 años para escapar de la escasez de alimentos que los estaba matando de hambre, según las investigaciones. Sus habitantes dejaron el valle del río Supe y migraron a lugares vecinos, más cerca del mar. Ahí construyeron nuevos templos, en los que dejaron registro de la gran sequía que padecieron.

Vichama es una antigua ciudad agropesquera que surgió con el éxodo de Caral. La arqueóloga Ruth Shady, que dirige el Proyecto Arqueológico Caral, empezó a investigar el sitio en el 2007. Desde ese año, los descubrimientos no han dejado de sorprender al mundo.

El más reciente hallazgo es un antiguo mural. Se trata de cuatro cabezas humanas que llevan los ojos cerrados y son rodeadas por dos serpientes. Los ofidios –muy característicos de la tradición andina– confluyen en un personaje principal cuya interpretación aún no es muy clara. Lo más probable, según los arqueólogos del proyecto Caral, es que se trate de una semilla humanizada en proceso de germinación.

El relieve recién descubierto se encontró en un muro de 2,80 metros de ancho y un metro de alto en la segunda de cuatro remodelaciones del edificio de los depósitos. Los relieves fueron encontrados en una antesala al patio ceremonial del templo, donde se dejaban ofrendas. El muro quedó cubierto con barro y shicras cuando se hicieron los siguientes cambios al edificio.

“Los relieves simbolizarían la fertilidad de sus campos, y las serpientes representan a la deidad vinculada al agua, que se filtra en la tierra para hacer germinar la semilla”, comenta la arqueóloga que estudia este edificio, Tatiana Abad.

–Más indicadores–
Indicios de escasez de alimentos ya se habían reportado antes en Vichama. En el 2015, se desenterró en otro edificio un mural con personajes cadavéricos, con los estómagos vacíos y con los ojos cerrados. Se trataría de una referencia a la muerte por hambruna.

En el mismo templo, los arqueólogos desenterraron un sapo humanizado que al emerger de la tierra le cae un rayo sobre la cabeza. El relieve del anfibio, como en el caso del de la serpiente con la semilla, simbolizaría la llegada de las lluvias y el fin de los tiempos difíciles.

Los relieves fueron encontrados en una antesala al patio ceremonial del templo.
Los relieves fueron encontrados en una antesala al patio ceremonial del templo.

El resurgimiento de sus campos de cultivo los llevó –se piensa– a cambiar la orientación de sus templos. Según Abad, al hacerse estos relieves, el templo ya había cambiado de orientación como ocurrió en casi todos los demás edificios: ya no miraba hacia el norte, sino al este, es decir, hacia el valle.

Fue quizá –explica la especialista– porque las tierras comenzaban otra vez a producir, momento trascendental para una civilización que superaba la sequía y hambruna.

En templos y residencias de los períodos más tardíos de Vichama, se han encontrado restos de camote, papa y frejoles. En los tiempos más primigenios de este asentamiento, la presencia de productos agrícolas era escasa: apenas había junco y totora. Coincide –según Ruth Shady– con la sequía que afrontó este pueblo y la posterior recuperación de sus tierras.

Lo que todavía es un misterio para los arqueólogos son las razones que pusieron fin a la ocupación de este asentamiento, que duró más de 300 años. Si ya habían logrado superar la hambruna, ¿qué los llevó otra vez a abandonar sus templos? 

Arqueólogos desenterraron este muro con relieves en abril de este año.
Arqueólogos desenterraron este muro con relieves en abril de este año.

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