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María Teresa Dulanto

María Teresa Dulanto ha designado una habitación en su departamento de Miraflores para almacenar las donaciones destinadas a los pequeños a los que ayuda a través de su asociación Ángeles de los Arenales. Cuando junta 100 tarros de suplementos vitamínicos, 100 juguetes y 100 prendas de vestir, arma 100 paquetes y convoca a las madres de los pacientitos al parque que queda frente a su edificio. Para los niños, es como si celebraran otra Navidad en cualquier momento del año.

Dulanto es dueña de un conocido bar en Barranco, que ha dejado bajo la administración de uno de sus hijos. Ella se ha dedicado a tiempo completo a los niños con cáncer y a hacer voluntariado en hospitales del Minsa y Essalud, donde lidera un ejército de 2.000 voluntarias en todo el país que acompañan, orientan y consuelan a los pacientes.

—¿Cómo nace el proyecto?
Toda mi vida he hecho obra social. Un día se me acercó una niña con leucemia y me pidió ayuda. Recolecté dinero para su quimioterapia y se me murió. Estaba devastada. No sabía en qué había fallado. Viajé al St. Jude (hospital pediátrico oncológico ubicado en Tennessee, Estados Unidos) para aprender sobre la enfermedad. Allí me explicaron que la quimioterapia no salva a un niño con leucemia.

[Desde entonces, María Teresa estuvo detrás de la implementación del primer centro de trasplante de médula del país. Recurrió a varios presidentes de la República. En el 2011 optó por recolectar firmas de ciudadanos y presentarlas a las autoridades. En su oficina, en varios tomos anillados, conserva los miles de rúbricas que hicieron posible aquel logro].

—En Estados Unidos, el 90% de los niños con leucemia se salva. Acá es distinto.
Se han muerto niños en mis brazos. Las madres los ven agonizar y corren donde mí desesperadas. Yo voy y los cargo porque no es lo mismo para un niño estar en contacto con la sábana fría que con otro cuerpo, aunque sean sus últimos minutos. Me pongo mal todo un día, pero al siguiente estoy ‘achoradaza’, con más ánimos para luchar por ellos, porque cambien los tratamientos, porque haya un cambio en la actitud de las autoridades y de los mismos profesionales de la salud.

—La mayoría de casos que recibe la ONG son de provincias. ¿Qué tipo de apoyo se les brinda?
Tengo niños de Lima, pero también de Piura e Iquitos. Nos preocupamos, primero, por alimentarlos. La mayoría son niños desnutridos o malnutridos. También de alentarlos, porque llegan llorando, asustados por el cambio y la enfermedad.

—¿Cuál es el principal pedido que te hacen las madres?
Todos los días recibo correos o whatsapps de madres desesperadas. Algunas me dicen: “Me muero de miedo. La próxima semana comienza su quimioterapia, ayúdame con la leche”. Esos suplementos vitamínicos son muy caros, pero son la diferencia entre que el niño se muera o resista el tratamiento. Al menos, hasta que logremos incluirlos en la lista para trasplante de médula.

—Hay padres que pasan las noches en el hospital, en las bancas, en el piso.
Los veo y me identifico con su dolor. En uno de los hospitales hemos logrado que, al menos, les construyan duchas a las mamás. Lo más importante es salvar las vidas de los niños, sí. Pero también es importante que durante el proceso las familias mantengan el mejor ánimo posible.

[A veces Dulanto recibe a las madres en su casa para entregarles la ayuda. Hace un tiempo, una vecina del edificio fue a reclamarle por esto: “No me gusta que suban tantos niños con mascarillas al ascensor”, le dijo. Dulanto no se quedó callada: “Espero, sinceramente, que ningún niño en tu casa necesite esa mascarilla”. La vecina tuvo que retractarse].

—¿Te sientes sola en esta lucha ?
Necesito que la gente se comprometa, que deje de lado las miserias y se la juegue por su país. Yo sueño que llegará un día en que los niños con leucemia en el Perú tengan probabilidades de salvarse.

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