“Todos podemos practicar artes marciales. Si es mayor y un poco gordita, haga jiu jitsu; si es joven y ágil, puede elegir taekwondo o muay thai”, dice Curotto. Detrás de él, una joven aplica una de sus técnicas. (Hugo Pérez / El Comercio)
“Todos podemos practicar artes marciales. Si es mayor y un poco gordita, haga jiu jitsu; si es joven y ágil, puede elegir taekwondo o muay thai”, dice Curotto. Detrás de él, una joven aplica una de sus técnicas. (Hugo Pérez / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Solo en el primer mes de este año se han atendido 9.908 casos de violencia familiar, 3.245 más que el mismo período el 2017, según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. El 85% de las víctimas son mujeres.

La alarmante situación motivó a Hugo Curotto a visitar las postas donde estas mujeres reciben talleres y agregar uno más: técnicas de defensa personal.

— ¿Cómo llegas a esas postas médicas?
Me escriben o se consiguen mi número. La verdad es que no sé cómo lo consiguen pero sospecho que las enfermeras son las que se pasan el dato entre ellas. Nadie sabe qué día iré porque los agresores se pueden enterar e impedir que las víctimas vayan ese día. Entonces llego, entro al taller sin decir nada, armo mi tatame [piso sobre el que se practican artes marciales] y mientras todas me miran extrañadas, les digo que ahora tendrán un taller de defensa personal.

— ¿Cuál es su reacción?
Se quedan calladas hasta que las invito a levantarse. Se acercan y les explico sobre la problemática y que yo quiero ayudarlas. Con unas técnicas simples permito que estas mujeres se defiendan cuando las ahorcan o, incluso, cuando están a punto de violarlas. Mi intención no es que se agarren a puñetes con el agresor sino anularlo y salir corriendo.

— ¿Cómo surgió esta idea?
Junto a Inés y Gabriela, ambas son amigas mías y entrenamos juntos. Inés es una doctora que trabaja en postas y Gabriela es psicóloga. Un día estábamos en casa y soltamos la idea. Yo ya venía madurándola porque trabajo cubriendo temas policiales y noté que toda agresión terminaba en el suelo, gran parte del jiu jitsu se desarrolla en el suelo, así que por ahí lo relacioné. Tras lanzar la idea, lo primero que hicimos fue asistir a un congreso de médicos para hablar sobre nuestro plan y todos quedaron alucinados. Luego fuimos a una posta y mientras yo daba las clases de defensa, Gabriela iba conversando con ellas sobre las agresiones.

— Eso es importante, la intención no es combatir violencia con más violencia…
Claro, esto va acompañado de muchas cosas más. Gabriela les explica que todo empieza desde que su hijo o esposo les suelta una lisura o un grito, a partir de ahí la violencia irá subiendo. La idea es que eso pare. Pero yo sé que tras mi taller, cuando las chicas vuelvan a sus casas, pueden pasar por una situación así, y eso es lo que busco prevenir.

— ¿Sabes de alguna que lo haya evitado gracias a lo que les enseñas?
Sí, una señora se me acercó hace poco, la encontré en otra posta. Me contó que su esposo intentó ahorcarla y pudo librarse con la técnica de Mi Bella Genio, en la que unes los brazos para liberarte y llevas al agresor al suelo. El agresor, que era su esposo, estaba borracho, por lo que ella pudo salir corriendo. No ha vuelto más a esa casa.

— [Silencio].
No puedo describir cómo me sentí.

— Le salvaste la vida.
Sí, es posible. Lo importante es que le permitió ya no estar ahí, no ser un número más.

— Es increíble que siendo el año 2018 haya más de 8 mil casos de agresiones a mujeres solo en un mes…
Todo esto se cambia en el cole y en la casa. Por eso la idea de este proyecto es entrar en algunos colegios estatales y entrenar a las niñas.

— ¿Por qué no a los niños?
Porque el hombre cuando sabe una técnica, suele abusar. Lo mío es solo para mujeres, no puedo enseñarle a hombres porque siento que podría alimentar su violencia.

— Parece que hablaras de animales…
Somos agresivos y vivimos en un país agresivo. Todos quieren imponer su ley y te chancan si no haces caso.

— ¿Siempre vas a una posta diferente?
Sí, hasta ahora no me ha tocado repetir. He estado en Villa María del Triunfo, Villa El Salvador, unas diez u once en total en estos tres meses.

— ¿Y qué notas en estas mujeres durante cada clase?
Para comenzar, se matan de risa porque busco que sean emocionantes. Llamo a doctores que pasan cerca para simular una agresión y terminan en el suelo. Comienzan a bromear con eso. Al final de la clase escucho que algunas murmuran que aplicarán alguna de las técnicas, se van más seguras.

***
Ficha del personaje

Hugo Curotto
Fotógrafo y luchador de jiu jitsu
Tengo 33 años. Estudié en el Centro de la Imagen y trabajo en Epensa.En el 2012 comencé a practicar muay thai, lo hice por tres años, hasta que conocí el jiu jitsu. Soy cinturón morado, entreno en el gimnasio Almeida y ahí está mi segunda familia.

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