MDN
José Alejandro Rodríguez
Renzo Giner Vásquez

Estantes repletos de diminutas figuras, listones de madera de todo tipo, extrañas herramientas y decenas de planos ocupan el taller que José Alejandro Rodríguez ha construido en su casa en San Martín de Porres. En él, uno puede encontrar al monitor Huáscar junto al Real Felipe y un barco de la Segunda Guerra Mundial. “Empecé a los 8 años, recuerdo que mi primera maqueta fue la del Huáscar”.

— ¿Cómo así?
Por esa época salió un modelo armable de plástico, pero era un poco caro. Mi padre no podía pagarlo, así que cogí una propaganda del modelo, que si no me equivoco salió en El Comercio, y lo copié en madera. Saqué una plantilla, mi papá me consiguió madera blanda y con eso construí una réplica en madera.

— Su padre ha sido el gran promotor de su arte.
Sí, mi padre construía bolicheras en la época de Banchero Rossi. Comenzó soldando en un astillero, pero ahí aprendió a leer planos y se convirtió en asistente de constructor

— Y usted creció entre planos y diagramas…
[Risas] Sí. A los 10 años ya leía planos complejos. Además, me enseñó a medir, dibujar y reducir a escala. Con el tiempo conseguía algunas revistas que en la contraportada y la página central incluían planos de tanques y aviones. En esa época armaba todo lo que me atraía.

— ¿Le basta con mirar algo para poder hacer una maqueta de ello?
Sí​, es fácil. Recuerdo que mi mamá me guardaba todas las chucherías que encontraba en casa para usarlo en maquetas, a mí todo me sirve. Cada vez que un modelista ve algo ya está imaginando qué podría ser. Quizás un cañón, una rueda o un eje, por ejemplo.

— ¿Cómo este pasatiempo se convirtió en su trabajo?
Trabajaba como asesor militar en temas presupuestarios y de defensa, pero siempre sentí que mi vocación era el arte. Para el 2009, por el centenario de la hazaña de Jorge Chávez, diseñé el avión que usó para “Caretas”, que hizo un concurso en el que entregaba las piezas de la maqueta. Tuvo un gran éxito. Me di cuenta de que eso era lo mío, así que monté mi taller. Entre mis clientes llegó Carlos Chinen, dueño del museo de modelismo. Conversamos, comenzamos a trabajar juntos y decidimos enfocarnos en temas peruanos porque había un vacío.

— ¿Cuántas maquetas ha hecho desde entonces?
¡Uy, un montón! [risas]. Creo que unas 200 solo de temas peruanos. Quizá más.

— ¿En qué época de nuestra historia se ha centrado?
La mayoría de mis maquetas son de la Guerra del Pacífico. La guerra de independencia aún no la he tocado porque estoy investigando más al respecto. Pero tengo en mente la capitulación del Real Felipe, por ejemplo.

— Sus maquetas han llegado hasta el cine…
Sí, eso fue por Juan Carlos Oganes, director de “Glorias del Pacífico”. Con él hicimos los cañones gigantes que salen en la película. Son a tamaño real y fue un reto porque Chile se llevó la mayoría de esos cañones, como trofeo de guerra. Afortunadamente uno de los cañones estaba en la escuela naval del callao, aquella vez le pedí asesoramiento a mi padre y armamos juntos los diagramas.  

— ¿Cómo reproduce los objetos que ya no existen o a los que no puede acceder?
Debo investigar mucho. Por ejemplo, el Huáscar. El barco tenía tres juegos de planos: uno estaba en el astillero Laird & Brothers, pero en la Segunda Guerra Mundial fueron destruidos; el segundo juego lo tenía José María Salcedo, el primer comandante del Huáscar, pero en su testamento indica que se lo dejó a su esposa y les perdimos el rastro. El tercer juego fue capturado en Angamos y nadie sabe dónde estará.

— ¿Entonces?
Tomé referencia de otros modelos, busqué información en libros de la Marina y descubrí que hay como 400 páginas del Huáscar. Además, hallé el pitipié del barco, un registro de las medidas exactas. Con eso diseñé varios, pero el modelo más preciso que conseguí fue cuando decidí hacerlo con interiores. Construí uno con las camas, motores y todo lo que llevaba adentro. Ahí me di cuenta de que estaba cometiendo algunas fallas porque muchas cosas no entraban.

— ¿Qué fue lo que más le sorprendió del Huáscar?
Lo chiquito que es. El Huáscar tiene 59 metros de eslora [largo] y 15 de ancho. Aparentemente es grande, pero debían entrar 200 personas. El camarote de Grau medía dos metros y medio. Solo entraban su cama, cómoda y escritorio. Los oficiales también tenían espacios pequeños y la tripulación dormía en el mismo espacio donde comía. Por eso es importante realizar estas maquetas, la gente refuerza su sentido de patriotismo y pertenencia.

— También hace dioramas históricos, ¿qué son?
​Sí, son maquetas que representan escenas. Es lo más cercano a la foto de un momento histórico. 

— ¿Cuál fue el que más lo retó?
​El que hice para el museo del Real Felipe. La embajada de Polonia me encargó hacer una maqueta en honor al ingeniero Ernest Malinowski, un polaco que trabajó en ferrocarriles peruanos y coincidió con el Combate del 2 de Mayo. Le pidieron que, junto al ingeniero peruano Felipe Arancibia, diseñe las defensas del puerto del Callao. Ellos fueron los que decidieron aplanar la parte alta del Real Felipe y crear dos cubículos en los que instalaron dos cañones gigantes que había traído Francisco Bolognesi. Eran lo último en tecnología militar, modelo 1863, disparaban balas cónicas. El diorama incluye el 75% del fuerte y los detalles de los cañones.

— En el 2006 envió una carta a El Comercio, invitando a que la gente se una a hacer maquetas.
Sí, te explico la importancia de esto con un ejemplo. Hace unos años, junto a la municipalidad de Los Olivos y el museo Chinen, organizamos un concurso de modelismo. Pedí que sea sobre motivos peruanos y me dijeron que no había maquetas así. Me ofrecí a hacer yo mismo los modelos, busqué en ese distrito y hallé lugares del siglo XVI y XVII, como la Casa Hacienda Garagay o la capilla de la Hacienda Pro León – Colmenares que tiene una campana donada por el virrey Manuel de Amat a la iglesia. El concurso tuvo muchísima acogida, presentaron unas 600 maquetas. La gente tuvo un fuerte sentimiento de patriotismo y pertenencia

— ¿Cree que hemos perdido el sentido de pertenencia con nuestra historia?
Sí y todo parte del tema educativo. Yo recibí educación premilitar y cívica. Este último se eliminó y la gente olvidó la escarapela, el escudo y la bandera. Cuando uno no cree en sus símbolos nacionales ni en su identidad como peruano, no respeta a la patria. No le importa pagar impuestos. No le importa ser corrupto. Por eso en los eventos de modelismo lucho para que haya categorías nacionales, cada una de estas maquetas revive un episodio de nuestra historia.

Y uno cuida lo que conoce…
¡Así es! Cuando investigas sobre cada pieza o momento histórico descubres cosas, las compartes con tus hijos y ellos se van interesando. Es un efecto dominó.

— ¿Qué maqueta tiene aún pendiente?
Me interesa mucho el periodo incaico o de la conquista, me encantaría hacer la toma de Sacsayhuamán.

— Su taller está repleto de herramientas de todo tipo, cuénteme un poco sobre lo que necesita un modelista para trabajar a este nivel...
​De lo que ves acá lo más importantes son: mi sierra de precisión, mi sierra vertical y el minitorno, los tres son de marca Dremel. Pero, para alguien que desea comenzar es suficiente que cuente con una cuchilla, una Dremel inalámbrica, un buen juego de brocas, herramientas para pulir, pegamento e imaginación.

Ficha del personaje


José Alejandro Rodríguez
Modelista
​Nací hace 48 años en el Callao, donde viví la mayor parte de mi vida. Soy contador público pero no ejerzo, me dedico al modelismo. Mi esposa, Ybelis Ferrer, también es modelista y mi hija, Luna María, va en ese camino, no sale del taller. Si quieren conocer más sobre mi trabajo pueden visitarme en o escribirme a: modelismoymaquetas@gmail.com.

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