(Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
(Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
Milagros Asto Sánchez
*Esta nota fue publicada originalmente en enero de 2018. En aquella ocasión el monseñor Luis Bambarén estaba a apunto de cumplir 90 años y acababa de celebrar sus bodas de oro como obispo. Tuvo el gran gesto de conversar con El Comercio sobre su impresionante trayectoria. Lamentablemente, hoy falleció a los 93 años a causa del COVID-19.

Nací en Yungay en 1928. Estudié Filosofía en Madrid y Teología en Granada. Fui obispo de Chimbote por 27 años. También he sido presidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Mañana cumplo 90 años y lo celebraré en una misa en Chimbote.

Monseñor dice que quiso ser sacerdote desde que tiene memoria. No sabe bien cuándo empezó a ser llamado “el obispo de los pobres”, pero desde muy joven tuvo claro que su misión era luchar por los más humildes. Así lleva ya 60 años de sacerdote y 50 de obispo, un largo camino que lo llevó a tener un rol bastante activo en las épocas más oscuras del país.

—¿Existe realmente un obispo de los pobres o es algo que todo sacerdote debiera ser? A mí me nombró obispo el papa Pablo VI el 1 de diciembre de 1967. Para mí fue inesperado, yo tenía 39 años nada más. Fui al sagrario y le dije a Jesús: “¿Qué quieres de mí?”, y me dijo: “Quiero que seas auténtico, dedícate a los pobres. Ámalos y evangelízalos”. Tuve la suerte de que como obispo auxiliar de Lima pude llegar a todas las barriadas, a los pueblos jóvenes.

—¿Qué representa para usted Villa El Salvador? A Villa El Salvador lo llevo en el corazón. Recuerdo la terrible invasión de Pamplona en el año 71. Nosotros, junto al ministro de Vivienda de entonces, ya estábamos empezando el empadronamiento y organizando todo, cuando de pronto el general Armando Artola metió a la policía y ocurrió un desalojo violento en la madrugada. Hubo un muerto y cantidades de heridos, chozas quemadas. Me avisaron y yo fui inmediatamente y corté el desalojo. Artola se molestó tanto que terminé en la cárcel acusado de ser un agitador con sotana, pero eso me dio más fuerza para trabajar en el proyecto de Villa El Salvador.

Monseñor Luis Bambarén murió este viernes a los 93 años a causa del COVID-19

—Resulta curioso que para algunos usted sea un agitador y para otros sea un concertador. Y también me han dicho comunista [risas]. Creo que los hechos hablan por sí solos. Tantos problemas sociales que ha habido, muchos de ellos violentos, y con intervención serena se ha logrado el diálogo.

—¿Se considera izquierdista? De ninguna manera. Mi compromiso es con la paz basada en la justicia, que es el principio de la Iglesia. Que puedan calificarlo a uno de eso, pues lo harán, pero es más bien porque quienes lo hacen tienen sus intereses de ultraderecha.

—En una entrevista en el 2004 usted dijo que “el pobre es considerado sospechoso y el que trabaja con él también”. ¿Aún lo ve así? Sigue siendo así. Hay mucha discriminación. El pobre siempre será considerado sospechoso o de segunda categoría. Incluso era así para los terroristas. Y esto lo he hablado con Abimael Guzmán, con quien me he reunido cuatro veces. Le pregunté cómo era posible que sus víctimas hubieran sido analfabetas, quechuahablantes, poblaciones marginadas.

—¿Qué le respondió? Me dijo que la lucha armada había sido un grave error.

—¿Qué fue lo más difícil que le tocó vivir en la época senderista? Nosotros hicimos un trabajo muy bueno con los jóvenes y, en general, con toda la población en Chimbote. En 1986 más de 25 mil jóvenes levantaron la cruz de la paz en un cerro como un compromiso suyo con Cristo y con el Perú de ser constructores de la paz y defensores de la vida. Ese fue el gran ‘delito’ mío, haber promovido eso. Por eso pusieron tres bombas en mi casa, hubo una serie de emboscadas. Yo recurrí a mi confianza en Dios.

—¿Nunca tuvo miedo? Después de lo que pasó fui al sagrario y le dije a Jesús: “Toma mi cuerpo, ojalá sea entregado por ti; toma mi sangre, ojalá sea derramada por ti”. Sentí gran paz, no tenía miedo de ir a cualquier lugar.

—Usted fue observador de la Comisión de la Verdad . ¿Cómo ve el actual debate sobre la reconciliación? Yo creo que lo que continúa siendo una realidad triste es que no se dialoga con las familias de las víctimas. Tras el indulto a Alberto Fujimori hay que ver cómo están ellos, porque siguen olvidados, incluso se les prometió indemnizaciones y no las han recibido. Yo creo que por ahí debe empezar el primer compromiso cuando se habla de reconciliación.

—Siempre ha tenido mucha presencia en la política. ¿Se arrepiente de alguna posición o declaración? No. Siempre ha sido por el bien del pueblo, buscando justicia, buscando que se cumplan los derechos de la gente y siempre he tratado de estar cerca de Dios pidiendo por aquellos que no son escuchados.

—¿Cuándo se hace necesario que un sacerdote opine, participe? Creo que hay problemas muy serios en el Perú que merecen la voz oficial de la Iglesia y de cada uno de los obispos y sacerdotes. El tema de la corrupción es tremendo en todos los estratos. Lo mismo respecto a la violencia contra la mujer. ¿Cómo podemos quedarnos callados?

—La Iglesia se ha visto afectada por escándalos como la pederastia o el mal uso del dinero. ¿Considera que vive un momento de crisis? No hablaría de la Iglesia, sino de personas de la Iglesia. Hay sacerdotes que han cometido pedofilia y están procesados porque el Papa ha hablado de intransigencia cero. Por ejemplo, en el caso del Sodalicio –que ha sido tan evidente– el Papa acaba de intervenir. Somos seres humanos, sí, hay fragilidad, pero por eso hay que ser personas de oración.

—Y sobre todo pronunciarse acerca de esos temas. Eso sí falta, yo lo reclamo siempre a mis hermanos. Les insisto en que no tienen que ser una Iglesia de silencio, sino una Iglesia presente. Ojalá que suceda.

—¿Es cierto que usted quiso ser ingeniero civil? No, yo desde niño, desde que tengo uso de razón, siempre he querido ser sacerdote, y decía que si no podía ser sacerdote sería ingeniero. Aunque en realidad también he sido ingeniero porque tras el terremoto del 70 construimos como 600 capillas o iglesias en Chimbote.

—El papa Francisco le mandó un mensaje escrito a mano por sus 50 años como obispo. ¿Tienen una relación cercana? Sí, con el Papa hemos trabajado juntos en dos sínodos, ahí nos conocimos. Por eso cuando lo nombraron Papa en marzo del 2013, yo fui en junio a saludarlo. Me dijo: “Tú eres el obispo revolucionario del Perú”. Y yo le respondí: “Y usted, el Papa revolucionario”. Me cogió del brazo y me dijo: “Entonces caminemos juntos”.

—¿Qué efecto cree que tenga su visita a nuestro país? Tengo bastante esperanza porque veo que nuestro pueblo tiene gran expectativa por su visita. Yo creo que en todo lugar en el que ha estado Francisco ha dejado una huella muy fuerte.

—¿Qué ha sido lo mejor de su vida sacerdotal? Yo creo que estar cerca de nuestro pueblo, día y noche. Eso para mí es muy importante. No solamente estar cerca de sus problemas, sino también llevar el Evangelio. Hay que atender a nuestro pueblo en su alma y en su vida humana. He procurado hacerlo así.

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