Los peruanos somos poco solidarios y apolíticos
Los peruanos somos poco solidarios y apolíticos
Redacción EC

LUIS SILVA NOLE /

Con el hashtag diferentes colectivos sociales y organizaciones juveniles convocaron en julio del año pasado a una protesta civil a través de las redes sociales. Como resultado, , unas 10.000 personas caminaron por el Centro de Lima y finalmente se reunieron en la plaza San Martín para mostrar su indignación por la llamada repartija con la que el Congreso de la República había designado a los responsables del Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo y el Banco Central de Reserva del Perú. 

Cinco días antes, otra manifestación por el mismo tema, convocada por el hashtag , también había hecho noticia. Al final, esas protestas tuvieron eco y los funcionarios nombrados renunciaron.

Esas, en buena cuenta, fueron algunas de las últimas manifestaciones ciudadanas con tinte de reclamo por temas vinculados al quehacer político. Pese a esas mediáticas protestas, según la última encuesta nacional urbana de El Comercio, hecha por Ipsos Perú, el 92% de peruanos no ha participado en manifestaciones pacíficas por temas políticos en los últimos cinco años.

Para el analista político Víctor Andrés Ponce, esta estadística responde a que la mayoría de la población peruana es crítica del sistema político. “El sistema político está muy deteriorado y desprestigiado. En el país se vive una crisis de representación”, explica Ponce.

En febrero último, cuando se conoció del aumento de sueldo de los ministros a S/.30.000 mensuales, si bien hubo protestas, estas no tuvieron mayor repercusión ni efecto.

Para el especialista, la gente no quiere saber de la política porque el Congreso, el Poder Judicial y los partidos son instituciones de poca aprobación popular. “En el país no hay manifestaciones grandes desde la Marcha de los Cuatro Suyos [del 2000]”, resalta Ponce.

Añade que las redes sociales han ido asumiendo el rol de plaza pública, pero armándola, sin eliminarla. “No son los partidos los que convocan a movilizaciones. Estas son manifestaciones espontáneas que nacen en las redes”, dice Ponce.

Sin embargo, para el periodista Héctor Villalobos, de la sección Política de El Comercio, “hay muchos indignados por el smartphone y la computadora, pero la indignación se les queda en las teclas y les dura lo que dura la tendencia en Twitter”.

El sociólogo Gonzalo Portocarrero ve el tema con otra lupa: “Estas cifras revelan que priman el individualismo y la búsqueda de un sentido de vida en el campo de lo privado. Así, a la mayoría de la gente no le interesa la política. Antes la política despertaba ilusiones porque era percibida como una posibilidad de salvación colectiva. Ahora se ha convertido en un espectáculo que despierta más risa que indignación”.

SIN PODER DE CONVOCATORIA

Si se habla estrictamente de las manifestaciones partidistas o gremiales en torno a temas políticos, estas, a decir de analistas, no tienen mayor poder de convocatoria porque no existen ítems de articulación con la ciudadanía.

“Por ejemplo, una parte de la población puede estar de acuerdo con postulados de la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú), pero a las marchas que convoca solo acuden sus agremiados. Esto se debe a que la confederación maneja un discurso radical, extremo, de antes de la caída del Muro de Berlín. Eso no genera empatía con la gente”, manifiesta Villalobos.

IMPORTA MÁS LA FAMILIA

La encuesta de El Comercio también revela que más del 50% de los peruanos está dispuesto a sacrificar algo de su bienestar para el beneficio de los demás, pero más del 70% afirma que no aporta en obras de caridad y no participa en acciones de juntas vecinales, y apenas el 20% dice haber hecho un trabajo de voluntariado.

“Hoy la familia aparece como el espacio verdaderamente importante. A la vez es significativa la poca colaboración con el resto. Cada uno depende de sí mismo. La solidaridad es débil”, señala Portocarrero.

“Pero mucha gente cree que eso no es lo mejor. Que deberíamos ayudarnos los unos a los otros y dar de nosotros. Pero para que eso se traduzca en hechos se requiere un liderazgo distinto, con autoridad moral ganada con  el ejemplo, como ocurre con el presidente uruguayo, José Mujica, o el papa Francisco”, añade el sociólogo. 

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