“Predial al alza, confianza a la baja”, por Pedro Ortiz Bisso
“Predial al alza, confianza a la baja”, por Pedro Ortiz Bisso
Pedro Ortiz Bisso

¿Para qué pago si no veo mi dinero en obras en las calles? Esta es la respuesta que suelen dar los deudores de los tributos municipales cuando se los encara por su reiterado incumplimiento.

Y la esgrimirán ahora con mucha más razón, luego de que ayer se informara que el Impuesto Predial crecerá, en algunas zonas de Lima, hasta en un 50%.

Los distritos más pobres son los que suelen tener más problemas de morosidad. Por eso es que semanas antes de que se cumplan los vencimientos, sus municipios repletan sus principales avenidas de banderolas ofreciendo perdonar moras y penalidades, u organizan sorteos de autos para quienes cumplan con sus obligaciones.

Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿para qué pagar si en la calle no se ve el dinero en obras? Los alcaldes pueden responder con otra pregunta: ¿cómo pueden exigir que me encargue de la seguridad ciudadana, el recojo de basura, el mantenimiento de las áreas verdes o el asfaltado de pistas, si no cumplen con sus obligaciones?

A la fecha, el dinero fabricado con aire no existe y sin recursos es imposible dotar de infraestructura y servicios a cualquier jurisdicción, sea aquí o en la China.

Más allá de consideraciones económicas y la perniciosa cultura de no pagar que muchos contribuyentes practican sin culpa alguna (como los choferes de coasters que acumulan miles de soles en papeletas impagas), existe un problema de confianza que requiere ser atacado sin escalas.

Por lo pronto, los municipios necesitan ser transparentes con sus cuentas, informar sobre sus gastos e inversiones sin dejar la menor duda.

¿Cómo no va a haber desconfianza en alcaldes que usan el poco dinero a mano para levantar monumentos estrambóticos o locales enormes que luego no saben cómo usar?
Basta darle una mirada a algunas páginas web municipales para constatar el uso abusivo de los recursos en favor de la autoridad de turno y su movimiento político. No hay imagen en la que el alcalde no aparezca a la cabeza de una ceremonia pública, sea la inauguración de una cancha de fulbito o el develamiento de una placa que, coincidencias del destino, ¡lleva su nombre!

En Los Olivos se construyó un edificio para una universidad que nunca funcionó porque estaba fuera de la ley. Y en Surco, el alcalde mandó colocar un coqueto osito hecho de plantas y flores, financiado con el dinero de todos los vecinos, frente a la casa de su novia.

Si los burgomaestres siguen pensando que han sido elegidos para satisfacer sus intereses personales, y que su trabajo no es servir a los vecinos, sino servirse de ellos, este quiebre de la confianza no se va a subsanar.

El coctel se torna explosivo con estas alzas desmesuradas, quizá técnicamente justificadas, pero imposibles de asumir de un porrazo en épocas de bolsillos deshilachados como las actuales.
Qué 2016 se nos viene.

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