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Un siglo de rituales del poder en la Ciudad de los Reyes - 2
Redacción EC

JOSÉ MIGUEL SILVA (

Alguna vez fue el gran bastión de la monarquía española en esta parte de América. La llamada Ciudad de los Reyes estuvo impregnada de elementos que hoy, casi dos siglos después de la independencia del Perú, siguen fascinando a investigadores de todo el mundo.

Pablo Ortemberg, historiador argentino e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), publicó hace poco “Rituales del poder en Lima (1735-1828)”. Se trata de la traducción al español de su tesis doctoral sustentada en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales) de París.

Recibir a un virrey, asistir a un , recibir una Orden del Sol. Algunas de estas ceremonias son a veces tan familiares como desconocidas para miles de peruanos. Durante mucho tiempo estas albergaban el deseo de crear una autoridad suprema. En cinco capítulos, el autor comparte lo investigado durante una década en torno a las modificaciones graduales de estos rituales. Aquí una breve entrevista sobre la publicación. 

Este no es un trabajo nuevo. Lo iniciaste hace varios años. ¿Por qué te fijaste en los rituales del poder? ¿Qué te llamó la atención?

En efecto, comencé a investigar este tema en 1998 para mi tesis de licenciatura en antropología en la UBA (sustentada en 1999). En aquel entonces empezaba a formarme como investigador en el equipo de Etnohistoria dirigido por Ana María Lorandi. Ese mismo año me financiaron una estadía de búsqueda bibliográfica y documental para realizar la tesis; fue mi primer viaje al Perú. Al mismo tiempo, durante la carrera me había interesado en las teorías sobre el ritual y la relación entre el mundo simbólico con el poder.

¿Cómo se puede interpretar ese interés tuyo?

En lo personal, por haber tenido una educación totalmente laica y en gran parte ajena a experiencias de comunión grupal institucionalizada y mucho menos en función de la investidura de alguna autoridad. Como a muchos argentinos, la historia reciente nos ha dejado una gran sospecha ante los rituales estatales. De modo que la mejor manera de no participar de un ritual es estudiándolo. Más allá de la broma psicoanalítica, me despertó una auténtica fascinación el tiempo, dinero, imaginación y recursos humanos invertidos en la elaboración de rituales en torno al poder en la Lima colonial, la ciudad más importante de Sudamérica. El desafío fue aplicar un marco de interpretación proveniente de la antropología a esa realidad urbana, hasta entonces poco abordada desde esa perspectiva. A partir del 2000 obtuve una beca para comenzar el doctorado en historia en la EHESS, en París, bajo la dirección de Nathan Wachtel. El tema que me interesaba investigar era los cambios y continuidades de sentido entre esos rituales de “Antiguo Régimen” y los rituales republicanos, también desde la ciudad de Lima. En Francia había un linaje de estudios muy rico sobre este tránsito en la historia de este país. Las preguntas generales que me motivaron entonces apuntaban a analizar la construcción mediante la acción simbólica de la identidad nacional del Perú.

En un primer momento uno podría pensar que los rituales eran cuestiones rígidas. ¿Tu libro busca ir hacia la idea opuesta?

Los rituales, en general, se definen a partir de su repetición periódica orientada a ubicar los cambios (sucesión de soberano, cambio de virrey, etc.) en una ilusión de continuidad institucional. Sin negar esta dimensión, me propuse demostrar cómo los esquemas rituales más relativamente estables y rígidos como son los recibimientos de virreyes y las juras reales pueden expresar diferentes sentidos en manos de los actores concretos que los ponen en práctica en cada ocasión. Me gusta el aforismo de René Char, “el acto es virgen, incluso repetido”. Para dar un ejemplo, demuestro cómo fue utilizada por el virrey y las instituciones la proclamación de Fernando VI en Lima para suturar las heridas (reordenar las jerarquías, reconstruir los espacios sociales, promover el heroísmo del virrey) causadas por el terremoto que había destruido la ciudad y hundido la mitad del Callao meses atrás. Ahora bien, si para el período virreinal indago en las diferencias de sentido y singulares manipulaciones en cada puesta en escena de un guión rígido, para el período independentista resalto las continuidades rituales en contra de lo que buena parte del sentido común siempre ha asumido como un momento de ruptura.

El auto de

El autor de este libro es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina.

¿Desde qué momento de nuestra historia puede decirse que se inicia la formación de una idea de Nación?

Es difícil determinar un momento exacto para el surgimiento de conceptos políticos como nación, patria, república, etc. El sentido varía mucho a lo largo de la historia y de los lugares. Hasta pueden coexistir en un mismo momento sentidos muy diferentes según el contexto de enunciación. Por ejemplo, en las fiestas y ceremonias virreinales en Lima aparece la llamada “nación de naturales” en correspondencia con el ideal de las dos repúblicas. En aquella época también se hablaba de las “naciones” africanas (congos, angolas, etc.). En estos casos se refiere a una nación de carácter étnico. Con la guerra de la independencia contra los franceses se fortalece la idea de “nación española”, y la Constitución política de la monarquía de 1812 utiliza el término nación como sinónimo de Estado. Aquí la nación pasa a ser política y no étnica. Fue el historiador José Carlos Chiaramonte el que más insistió en que la idea de nación moderna se impone recién con el principio romántico nacionalidades en la década de 1830. En todo caso, el estudio de las ceremonias y fiestas del poder permite examinar cómo estos conceptos políticos buscan legitimidad ante la población y se articulan con el goce festivo para expandirse en el vocabulario común y en el mejor de los casos naturalizarse.

Una ceremonia muy característica y peculiar en Perú es el famoso Te Deum. ¿Cuál es la importancia de ésta en relación al reflejo del poder en la América española?

Podría decirse que el Te Deum es un himno cantado de agradecimiento a Dios por la existencia de la comunidad política. Era un componente fundamental del ritual del poder en toda la América española, en el sentido de que se realizaba ante cualquier acontecimiento vinculado con la familia gobernante o a los destinos de la monarquía (una victoria militar, por ejemplo). Entre otras cosas escenificaba el régimen de cristiandad, consagraba el puente entre el poder terrenal y espiritual, y enseñaba en el espacio el poderío y jerarquía de las autoridades. Durante las independencias fue un rito importantísimo. Recordemos que tanto fidelistas como independentistas intentaban atribuirse el carácter sagrado de su causa.

Somos un país de gestos y también de símbolos. Dentro de esta tradición están los diplomas y medallas, porque aquí se entregan mucho. La más valiosa quizás es la Orden del Sol. ¿De qué manera se gestaron estos tipos de elementos?

Hace algunos años, el historiador francés Olivier Ihl realizó un estudio partiendo de la siguiente observación: en lugar de disminuir las distinciones honoríficas con respecto a la monarquía que acababa de abolir, la república francesa las multiplicó, contradiciendo aparentemente el principio democrático de igualdad entre ciudadanos. Por supuesto, ya no se trataba de privilegios hereditarios sino de medallas que premiaban el mérito. Si bien la gracia o merced Real por mérito de armas existió en América desde la conquista, las guerras europeas de finales del siglo XVIII y luego las revolucionarias en el mundo hispánico activaron como nunca antes el sistema de premios y recompensas de todo tipo. Más allá de las particularidades de los casos que analizo en el libro, las recompensas simbólicas no solo permitieron ahorrar dinero en momentos tan delicados, sino que en general fueron canales de participación política y mecanismos de cooptación, disciplinamiento ciudadano, identificación (la banda bicolor sobre la vestimenta), cohesión y ejemplaridad; contribuyeron a fortalecer la representación de un orden con sus propias jerarquías, dentro del cual la autoridad central (en plena crisis y disputa) se legitimaba a sí misma al arrogarse el derecho de distribuir las distinciones.

¿De qué manera influyó la prensa en la descripción de los rituales que se practicaban en el Perú?

A mi modo de ver, la narración oficial del ritual forma parte del ritual mismo. Es fuente a la vez de mito y realidad. Por ejemplo, las proclamaciones reales eran descriptas en libros-monumento que el virrey encargaba a un docto de los círculos letrados. Contenían un elogio al soberano, información sobre el reino, destacaba la lealtad de la ciudad y de los actores que participaron del evento, sentaba testimonio de la fidelidad obligatoria y resaltaba la labor de los funcionarios locales: el elogio al rey contenía un auto-elogio múltiple. La forma en que estaba organizado el libro era tan esquemática como las secuencias del guión ritual. Después de la proclamación de Fernando VII esos esquemas narrativos propios del absolutismo desaparecieron junto con la crisis de la institución monárquica, y fue la prensa -revolucionaria y contrarrevolucionaria- la que se impuso como principal órgano de difusión de decretos, información política y también de las ceremonias obligatorias. Esas descripciones ya no estaban dirigidas a un centro metropolitano (al rey), sino a cada ciudadano del nuevo Estado. Simultáneamente, después de 1808, la crisis de la autoridad tradicional implicó un aumento de lo que llamé “burocratización de la lealtad”: como las autoridades eran frágiles, aumentaron en ambos bandos las exigencias de certificados de juramentos.

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