El sonido de Lima, por Angus Laurie
El sonido de Lima, por Angus Laurie
Angus Laurie

Las prácticas de diseño urbano y planeamiento, por lo general, dan mucho privilegio a los aspectos visuales de la ciudad. Sin embargo, el carácter de un lugar surge de nuestra experiencia bajo la utilización de nuestros cinco sentidos.

Cuando uno piensa en Lima, sus características más conocidas no son las visuales. La humedad, el olor del mar, la comida o el grito del cobrador del bus son elementos que reflejan la riqueza de la experiencia cotidiana en esta ciudad.

Pensando específicamente en el aspecto sonoro, cada ciudad tiene sus indicadores. En Venecia, por ejemplo, el sonido de pasos, campanas y el agua son aspectos usados para representar la ciudad en películas como “Casanova” de Fellini o “Muerte en Venecia” de Visconti.

En Lima, este aspecto normalmente ha incluido, por un lado, a la zenaida peruana o cuculí, y a la corneta de los heladeros. Sin embargo, hoy el común denominador son los cláxones de los impacientes, la canción “Llorando se fue” tocada cada vez que un tico retrocede, y las alarmas de autos que son “inefectivas, molestas e innecesarias”, según la revista “Popular Mechanics”.

Uno de los varios ruidos inútiles en la ciudad es el sonido de las llantas que pasan por las bandas preventivas rugosas que han sido colocadas a lo largo del circuito de playas. Estas no sirven para bajar la velocidad de los autos, sino para alertar a los choferes sobre un potencial riesgo. Como resultado, en lugares como la playa Waikiki, la municipalidad ha duplicado el ruido del tráfico, sobrepasando el ruido del mar.

Luego de experimentar el tráfico en Lima, no es difícil creer lo que nos dicen los especialistas cuando mencionan que el ruido del tráfico aumenta el riesgo de hipertensión, estrés y depresión.

Que las ciudades son ruidosas es algo que ha sido celebrado como parte de la vida urbana, pero desde la época de Pompeya han existido intereses similares, donde encontramos grafitis de 2.000 años que nos piden “silencio”.

En los últimos años han habido varias campañas en el Perú que han tratado de difundir una ley existente que prohíbe el uso innecesario de la bocina. Esta práctica está sujeta a una multa de S/.154, según el Servicio de Administración Tributaria.

A pesar de esto, el sonido del claxon sigue dominando nuestro espacio público y el número de multas por esta infracción ha caído en 75% entre el 2012 y el 2014, según los últimos anuarios de la Policía Nacional del Perú.

Por otro lado, la peatonalización de algunas calles los días domingos y el reciente Día sin Auto en el Centro Histórico de Lima tienen un gran potencial para revelar el paisaje sonoro de Lima sin bocinas, alarmas y ruidos innecesarios.

La reforma del transporte y la sustitución de vehículos viejos por nuevos también contribuirán considerablemente a la reducción en el ruido urbano, algo que tendrá un gran impacto en la vida de todos los limeños.

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