Los ancianos son el principal grupo de riesgo ante la expansión del coronavirus. La mayor cantidad de víctimas mortales del COVID-19 son adultos mayores. (Foto: Fernando Sangama/El Comercio).
Los ancianos son el principal grupo de riesgo ante la expansión del coronavirus. La mayor cantidad de víctimas mortales del COVID-19 son adultos mayores. (Foto: Fernando Sangama/El Comercio).
/ FERNANDO SANGAMA
Pedro Ortiz Bisso

“Se están alarmando demasiado, aparte que, si te da la gripe, el 80% sale sin problemas, solo mueren los viejitos”. El dueño de estas palabras, revestidas de repudiable desdén, responde al nombre de Bruno Agostini, un chico reality conocido por sus frecuentes hemorragias verbales, replicadas con entusiasmo por los programas de espectáculos.

Sin embargo, Agostini no ha sido el único en mostrarse indiferente con la población más vulnerable al COVID-19. Lo han hecho también ciertos médicos que, cuando la infección parecía lejana, se referían a ella con sorna ante el miedo que empezaba a crecer. Del mismo modo, otros personajes –políticos, sobre todo- que, puedo apostarlo, el último fin de semana fueron parte de quienes abarrotaron discotecas, bares, campos deportivos y playas, pese a las advertencias que se hicieron.

El aislamiento social tiene como principal objetivo que el número de contagiados no alcance niveles insostenibles para nuestro precario sistema de salud y evite que los médicos se vean en la disyuntiva de decidir a quién salvarle la vida. En países donde la pandemia no da tregua, ya se ha llegado a esos extremos. Y los adultos mayores son los que llevan las de perder.

Parafraseando a Jaime Bedoya, a nadie le sobra un viejito. Yo no quiero perder a mis padres ni a mis suegros, ni a mis tíos ni a mis amigos. Está en nosotros que esas tragedias que hoy solo vemos en las noticias, no empecemos a sufrirlas pronto en nuestras casas.

Contenido sugerido

Contenido GEC