Este es el cauce principal del río Surco, que atraviesa 12 distritos de Lima y contra el cual se manifestó la Municipalidad de Chorrillos.
Este es el cauce principal del río Surco, que atraviesa 12 distritos de Lima y contra el cual se manifestó la Municipalidad de Chorrillos.
Pedro Ortiz Bisso

Cuando don Augusto Miyashiro Yamashiro se convirtió por primera vez en alcalde de Chorrillos, Alberto Fujimori era presidente, Netflix era una empresa de alquiler de videos y aún se escribían cartas en papel. Spielberg acababa de salvar al soldado Ryan, la ‘U’ era el mejor equipo del país y Mark Zuckerberg era un chiquillo que aún se sacaba las espinillas.

Muchas cosas han pasado en estos 18 años. Para don Augusto, sin embargo, pareciera que el mundo se hubiera paralizado. De otra manera no se entiende la curiosa batalla que ha emprendido desde su trinchera municipal: pelearse con el río Surco. Sí, léalo bien: con un río. Quiere que lo clausuren, no quiere saber nada con eso que llama, despectivamente, “acequia”. Habrase visto.

Quizás por gobernar un distrito con cara al mar, don Augusto haya olvidado que Lima se encuentra en uno de los desiertos más secos del mundo y que si existe como espacio de asentamiento humano es gracias a la red de canales habilitados antes de la colonia, uno de los cuales es el que se ha convertido en su enemigo público número 1, el maligno río Surco.

Ese diabólico riachuelo, acaso una malévola creación de un prehispánico opositor de los intereses chorrillanos, es fuente de vida para el 80% de los parques de 16 distritos. En al menos dos de ellos, lo hace tras haber dejado sus impurezas en pequeñas pero muy efectivas plantas de tratamiento.

No solo el alcalde Miyashiro le tiene encono al río Surco. Para centenares de familias es su desagüe particular, como si sus aguas tuvieran un efecto pulverizador sobre los desperdicios que vierten en su cauce. Ahí tiran todo: basura, comida, desmonte. Lo que sea. Solo en La Molina, su municipio recoge unas dos toneladas de desperdicios sólidos cada día.

Don Augusto rechaza al río porque dice que solo le trae problemas a Chorrillos (lo culpa de inundaciones en las urbanizaciones Matellini y Cedros de Villa). Bueno, no lo ha dicho él, así aparece escrito en uno de los letreros gigantescos que ha mandado colocar en todo su distrito. Es que a don Augusto no le gusta hablar. Encontrar registros de su voz en la red resulta titánico. Uno de esos hallazgos es un video en el que se lo ve discutir con unos vecinos, que remata con un viril “¡Postula, pues, carajo!”, que explica con elocuencia el concepto que maneja sobre la administración municipal moderna y la relación que una autoridad debe tener con sus vecinos.

No haga más hígado, don Augusto. Le proponemos algo: ¿por qué no averigua un poquito más sobre el río Surco? ¿Por qué no le da valor? ¿Acaso no le serviría para regar parques, reverdecer las bermas, resucitar taludes?¿Por qué no fiscaliza el uso que le dan algunos de sus vecinos? ¿No le gustaría que Chorrillos sea conocido como un distrito ecológico?

No se amargue. No se pelee con un río.

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