María del Carmen Yrigoyen

Los trabajadores de la Municipalidad de San Juan de Miraflores recogen una montaña de basura en el cruce de las avenidas Salvador Allende y Los Sauces. Tienen que hacerlo con lonas, lampas y rastrillos. Son las 10 de la mañana. La basura ocupa un área de unos 8 m², aproximadamente, y se ha acumulado apenas desde las 7 a.m. A esa hora pasó un remolque para recoger los desperdicios de toda la noche. “Esto es de nunca acabar”, dice una inspectora de la comuna distrital.

Mientras realizan la limpieza, dos recicladores revisan la basura que permanece en el suelo. Medio centenar de moscas se apura también sobre la fruta machacada y otros restos orgánicos que aún no les han arrebatado. A un extremo de esa montaña, sobre cartones y mantas, descansa un tercer reciclador.

Cuando los empleados municipales están por recoger los últimos desperdicios, llega en triciclo uno de los tantos abastecedores de estos recicladores, quienes se han apropiado del espacio. Los municipales le piden al hombre que tire las cosas de frente al camión y los recicladores hurgan rápidamente en los costales si hay algo de plástico.

“Como los tricicleros son amigos de los recicladores, les traen todos los residuos acá. Limpiamos y en media hora se vuelve a llenar de basura. Es una lucha constante”, dice la inspectora. Los vecinos que cruzan por ahí para ir al paradero se quejan. “No se puede vivir así. Deberían poner cámaras, letreros que diga que está prohibido tirar basura”, le dice un hombre de 60 años a la inspectora.

El triciclo se retira ya vacío y el camión municipal emprende hacia otros puntos críticos. Apenas ha arrancado cuando aparece otro triciclo. El conductor desciende y lanza varios costales. La recicladora los abre y desperdiga todo de nuevo. Son las 10.15 a.m.

San Juan de Miraflores es el distrito con más puntos críticos de acumulación temporal de basura (Foto: Hugo Curotto/El Comercio).
San Juan de Miraflores es el distrito con más puntos críticos de acumulación temporal de basura (Foto: Hugo Curotto/El Comercio).
/ Hugo Curotto

De acuerdo con un informe presentado por la Defensoría del Pueblo, con data recogida por el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), San Juan de Miraflores es el distrito de Lima con más basurales temporales en plena vía pública. En setiembre del año pasado, el organismo registró 52 zonas críticas. Villa El Salvador, Villa María del Triunfo, San Martín de Porres y Comas son los siguientes en esa lista.

En el caso del Callao, solo La Punta no tiene problemas de basura. Ventanilla tiene diez puntos críticos; Bellavista, siete; Carmen de la Legua Reynoso, 6; el cercado del Callao y La Perla tienen cinco cada uno; y Mi Perú, 2.

La adjunta de la Defensoría del Pueblo para Medio Ambiente, Alicia Abanto, explica que el problema se agrava porque existe una despreocupación en la sociedad por saber a dónde va la basura. De ahí que haya mucha morosidad en el pago de los arbitrios y que el reciclaje no sea una práctica extendida, aun cuando el 73% de lo que se bota podría ser aprovechado. “Es importante establecer más mecanismos de desincentivación de la generación de basura”, dice.

Esto debería ser un estacionamiento público en el cruce de las avenidas Pastor Bravo con Gregorio VII, en San Martín de Porres. En vez de eso se ha transformado en un basural. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
Esto debería ser un estacionamiento público en el cruce de las avenidas Pastor Bravo con Gregorio VII, en San Martín de Porres. En vez de eso se ha transformado en un basural. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
/ Jesús Saucedo

—Educación ambiental—

Tres gallinazos aterrizan en el techo de un edificio abandonado en la esquina de las calles Inca y Necochea, en el Rímac. Al lado de ese edificio vive doña Mocita, de 70 años, quien saca una manguera para limpiar no solo su fachada sino media cuadra para evitar llenarse de plagas. “Por acá pasa el camión de basura, pero los vecinos botan la basura frente a ese edificio a la hora que quieren. No hacen caso. Fregados son”, dice la mujer. “El problema no solo es el olor. ¡Son las moscas! ¡Las ratas!”, añade.

A partir de las 6.30 p.m. ya nadie camina por ese lado del vecindario. “A esa hora salen las trapecistas”, dice una vecina que vende porciones de kekes en la esquina de en frente. Se refiere a los roedores que se deslizan por los cables de telefonía y se pasan de casa en casa en busca de comida. Aunque gran parte de su banquete lo sacan de la misma esquina, convertida en botadero temporal.

“Es un caos. Vienen de varios restaurantes a dejar sus bolsas. A la espalda hay cuatro negocios que pelan pollos y también les pedimos que no boten sus plumas. Me peleo con ellos porque yo vendo comida. ¿Cómo me van a comprar con este olor?”, se queja la vecina de los kekes. En ese momento uno de los gallinazos encuentra una rata muerta en el techo del edificio abandonado y emprende el vuelo antes de que sus compañeros se la arrebaten.

En el Rímac se recogen 200 toneladas de basura al día. Aún así existen 7 puntos críticos de acumulación de la basura, de acuerdo con la OEFA. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
En el Rímac se recogen 200 toneladas de basura al día. Aún así existen 7 puntos críticos de acumulación de la basura, de acuerdo con la OEFA. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
/ Jesús Saucedo

En el Rímac hay siete puntos críticos de acumulación de basura, de acuerdo con la OEFA. Según Pedro Rosario, alcalde de este distrito son varios los factores que dificultan la erradicación de esos basurales. "La primera es la falta de educación de los vecinos. Trabajamos con un 60% de morosidad en arbitrios, una tasa muy alta, pero que es común en distritos populares”, dice.

Actualmente, afirma, la municipalidad recoge 200 toneladas diarias de basura. Los camiones salen de 7 p.m. a 5 a.m. “El problema es que el vecino que no cumplió con sacar la basura durante la noche, la bota a las 6 de la mañana y nos obliga a dar un servicio de repaso en las principales avenidas. Eso encarece todo y hay que hacer maravillas para cumplir con el pago y que la empresa no suspenda el servicio”, dice Rosario.

El burgomaestre asegura que está evaluando otras medidas. “Por el momento carecemos de soluciones avanzadas como San Borja, que tienen contenedores soterrados. Pero estamos viendo de replicar eso a partir del próximo año”, agrega.

En el Rímac se recogen 200 toneladas de basura al día. Aún así existen 7 puntos críticos de acumulación de la basura, de acuerdo con la OEFA. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
En el Rímac se recogen 200 toneladas de basura al día. Aún así existen 7 puntos críticos de acumulación de la basura, de acuerdo con la OEFA. (Foto: Jesús Saucedo/El Comercio).
/ Jesús Saucedo

—Los límites—

Un Topo Gigio sin ojos yace sobre la pila de tecnopores, cartones, maderas y restos orgánicos en la intersección de las avenidas 28 de julio y Nicolás Ayllón, en el límite de La Victoria y El Agustino. Algunos perros callejeros husmean mientras una mujer coge de la mano a sus dos niños, a quienes ha recogido del colegio, para cruzar rápido por ahí. El hedor es fuerte.

“La falta de educación ambiental es nuestro mayor problema. Estamos trabajando con las juntas vecinales en la sensibilización, pero es un trabajo titánico porque hay que cambiar las costumbres de los vecinos”, dice Yanina Abanto, gerente municipal de La Victoria.

A lo largo de la Av. Ayllón, en general, la escena se repite. Por el momento a la comuna no le ha quedado otra alternativa que ir ocupando algunos de esos puntos críticos con macetas. Donde ya las han colocado, la basura se ha desplazado algunos metros, hacia el distrito de en frente.

(Infografía: Jean Izquierdo)
(Infografía: Jean Izquierdo)
/ Jean Izquierdo

Lea también...