(Foto: El Comercio)
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Pedro Ortiz Bisso

Uno de los absurdos de cierta opinología local es culpar de las torpezas del actual Congreso a quienes con sus críticas gatillaron el cierre del Legislativo anterior.

Como si haber denunciado el obstruccionismo, el encubrimiento y las malas artes empleadas por la mayoría fujimorista y sus aliados hubiese sido un delito.

Uno de los miembros más representativos de ese Congreso, uno de los peores de nuestra historia, es el señor Héctor Becerril, contra quien la Fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, acaba de presentar dos denuncias constitucionales.

El ex legislador de Fuerza Popular es acusado por los presuntos delitos de organización criminal, tráfico de influencias agravado y cohecho pasivo impropio. Además es señalado como brazo político de “Los temerarios del crimen”.

De acuerdo con la acusación, gracias a Becerril se habrían incluido una serie de obras de la Municipalidad de Chiclayo en el presupuesto general de la República. Una vez hechas las transferencias, la mencionada banda cobraba ‘diezmos’ por cada obra ejecutada.

Las acusaciones no son menores. Aunque la fragmentación del actual Parlamento puede jugar a su favor, no son buenas noticias para el químico farmacéutico trujillano, quien durante sus dos períodos como congresista, contribuyó al envilecimiento de la clase política con sus ataques sin sentido y sus agravios permanentes.

Veremos, pues, si este Congreso, que se vanagloria de luchar por los intereses ciudadanos, afronta estas acusaciones con la seriedad que hasta ahora no ha mostrado.

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