MDN
Cantagallo: el éxodo de la comunidad shipiba en Lima
Oscar Paz Campuzano

Dos hombres cargan una refrigeradora en medio un escarpado camino de tierra. "Ya nos vamos", dice uno, con el sol de la tarde brillándole en la cara. Atrás, en la parte más elevada de , otro grupo desmonta los últimos maderos de una casa prefabricada. Es una de las pocas familias que ya decidió iniciar la mudanza. 

A casi un año del incendio que convirtió en cenizas a la comunidad shipiba, el futuro de este vecindario es ya menos incierto: el Ministerio de Vivienda construirá un nuevo lugar para 238 familias, con colegio, pistas, veredas, un local comunal, un parque, un campo ferial, y casas de 50 m2 con agua, desagüe, luz y áreas verdes. 

Para comenzar la obra, se necesita reubicar temporalmente a todas las familias durante dos años. En ese punto se retrasó el tema varias semanas: los shipibos -desconfiados por la promesa que nunca se cumplió de ser reubicados a un terreno de Campoy- exigieron garantías de que volverán a sus lotes. 

Por un lado, el Ministerio de Vivienda les entregó en agosto una resolución de la Superintendencia de Bienes Nacionales (SBN), que garantiza que el terreno solo se puede usar para el proyecto Cantagallo. Por el otro, la Municipalidad de Lima cumplió hace dos semanas con aprobar un bono de S/500 mensuales para cada familia, mientras dure la construcción. Solo entonces, los shipibos decidieron salir. 

Sin embargo, los problemas esta vez vienen por una causa interna, entre las tres asociaciones en que se agrupan: Acushikolm, Ashirel y Avshil. Un grupo de 161 hogares (reunidos en Acushikolm y Ashirel) aceptaron alquilar un alojamiento. El otro grupo de 77 familias (los dirigentes de Avshil dicen que son 96 familias) quiere mudarse a un solo terreno y que se les deposite de una vez los primeros S/500.

La liberación del terreno debió estar lista el 30 de agosto, según el cronograma. Sin embargo, estos desencuentros han llevado a reprogramar la fecha para el 14 de setiembre. 

"No sabemos aún a donde vamos a ir ni cuándo vamos a salir. Estamos buscando en San Juan de Lurigancho o el Cercado un minidepartamento porque somos más de cinco personas", dice un vecino de Cantagallo que observa un lote vacío junto a su casa. Sus vecinos ya se fueron. 

Son pocos los que ya partieron. En realidad la mayoría aún sigue entre paredes de triplay o entre casuchas improvisadas con plásticos, en los casos más infelices. La incertidumbre en Cantagallo no se ha disipado del todo. 

Lee también:

Contenido sugerido

Contenido GEC