(Video: Canal N)
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Pedro Ortiz Bisso

Los recortes de personal y recursos no son más exclusividad de los medios de comunicación tradicionales. Portales digitales como Buzzfeed, Vice y Mashable se hallan en serios problemas para alcanzar sus metas este año debido a sus altos costos operativos y a que sus ingresos por publicidad serán menores a los previstos. Ante esta apremiante realidad, algunos deberán aplicar las aborrecidas fórmulas de sus competidores de la vieja escuela.

Lo paradójico es que la publicidad en Internet no ha parado de crecer. Para este año, la consultora PwC estimaba que superaría a la inversión que se realiza en televisión. El problema para la industria periodística es que el grueso de los anuncios se queda en Google y Facebook, y lo poco que queda es canibalizado por el resto.

Se prevé que este “duopolio”, como lo ha bautizado “The Economist”, “obtenga la mayoría de las ventas de anuncios digitales en Estados Unidos este año, y casi todo el crecimiento”. La situación es parecida en el resto del mundo, por eso las versiones impresas de los diarios continúan siendo importantes para su sostenibilidad.

El avance de la tecnología le ha brindado al periodismo herramientas extraordinarias para realizar con mayor eficacia y minuciosidad su trabajo. Le ha permitido, además, relacionarse de una manera más cercana con su público, conocer en tiempo real sus preferencias y reacciones, e interactuar con ellos.

Pero también le ha quitado el monopolio sobre la información. Hoy cualquier persona, smartphone en mano, es un competidor en potencia. Lamentablemente, lo que debió ser un acicate para hacer un trabajo de mayor calidad, en muchos casos ha devenido en lo contrario. Y, por tanto, en el aumento del descrédito del oficio.

Durante la semana ocurrió un terrible crimen en el interior del campus de la Universidad Nacional de San Marcos. Un estudiante fue asesinado en el edificio de la Facultad de Psicología en circunstancias que aún son investigadas por la policía.

Como suele ocurrir, una nube de colegas acudió al lugar a fin de registrar los detalles del suceso. Y en cuanto apareció la llorosa madre del muchacho, hizo lo posible por abordarla.

En ese momento, casi como una reacción mecánica, uno de los estudiantes que se encontraba cerca, a fin de resguardar su dolor de las miradas ajenas. Otros compañeros suyos hicieron lo mismo con casacas, polos y mochilas.

Los periodistas no somos buitres, pero en estos tiempos de inmediatismo salvaje no son pocas las veces que nos comportamos como tales. Olvidamos ponernos en los zapatos del otro. Nos va mejor subirnos a la ola, exponer el dolor ajeno.

Estos chicos nos han dado un gran ejemplo. A ver si lo reconocemos.

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