Gladys Pereyra Colchado

Vilma Rojas quiere llevar a su nieto a jugar. Salen de su casa en Jesús María, caminan unas cuadras y llegan al Parque de los Bomberos. Los juegos para niños están cerrados. Siguen caminando, cruzan la avenida de la Peruanidad y encuentran el Campo de Marte también cerrado. Avanzan unas cuadras más y el parque Santa Cruz los recibe con un área de juegos cercada con cinta amarilla de peligro. Desde que empezó la pandemia por COVID-19, para los niños jugar en espacios diseñados para ellos se ha convertido en una tarea difícil por las restricciones para evitar el contagio. “En casa se aburren demasiado, se estresan, necesitan ver a otros niños. Lloran por entrar [a los juegos], los ves tratando de abrir la reja”, dice Vilma. Y a veces lo logran, trepan, se deslizan por los toboganes, suben a los columpios y se van resignados cuando llega el sereno de turno para pedirles que se retiren.