Francisco Sagasti, presidente del Perú.
Francisco Sagasti, presidente del Perú.
Pedro Ortiz Bisso

El pasado 20 de agosto, cuando no existía ninguna vacuna aprobada contra el COVID-19 en el mercado, el entonces presidente Martín Vizcarra anunció que se habían iniciado tratos para adquirir 30 millones de dosis y que existían negociaciones con cinco laboratorios.

En un irresponsable alarde de optimismo, el señor Vizcarra señaló que 6,6 millones de esas dosis –incluso dijo que serían de Sinovac y el Instituto Butantan-, llegarían al país el cuarto trimestre de este año y que el resto lo haría en el primer semestre del 2021.

El plan del Gobierno, insistió durante sus conferencias de prensa del mediodía, era vacunar a gran parte de la población antes de las elecciones de abril. Lo repitió pese a que los proyectos de vacuna aún se encontraban en fase de ensayos y se desconocía si alguno sería exitoso.

En los últimos días, Reino Unido y Estados Unidos aprobaron la vacuna preparada por Pfizer y BioNTech y han empezado a aplicarla a su población. Rusia ha hecho lo mismo con la suya, mientras México y Argentina se preparan para iniciar sus procesos en los próximos días. La vacunación en España debe empezar a inicios del 2021.

¿Y el Perú? Hace unos días el presidente Francisco Sagasti dijo que -”si todo sale bien”- entre finales de este mes e inicios de enero llegaría un primer lote de 50 mil dosis de la vacuna de Pfizer. Informaciones oficiales indicaron que durante el primer trimestre del 2021 arribarían 1′500.000 de las 9 millones de dosis adquiridas a ese laboratorio.

Sin embargo, el último fin de semana la primera ministra Violeta Bermúdez declaró que no sería responsable señalar cuándo llegará la vacuna al país y que por el momento solo puede decir que ocurrirá en algún momento del primer semestre del próximo año.

Señor Sagasti, señora Bermúdez, ¿a quién le creemos? ¿Vamos a tener vacuna? ¿es cierta la versión de “The Economist” de que recién la tendremos el 2022?

Pedirle explicaciones al señor Vizcarra sería ocioso porque, a la luz de los hechos, su relación con la verdad es, para usar un término amable, “conflictiva”. Pero el país, señor Sagasti, necesita saber la verdad.

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