La periodista Mávila Huertas entrevistó en Canal N al vocero de Fuerza Popular, Daniel Salaverry. (Captura Canal N)
La periodista Mávila Huertas entrevistó en Canal N al vocero de Fuerza Popular, Daniel Salaverry. (Captura Canal N)
Pedro Ortiz Bisso

¿ No hay nada que usted deba contarnos de lo cual se arrepiente? ¿No hay ninguna amistad de esas generosas, que a usted lo convirtieron en un receptor de bonificaciones no declarables?

Febrero del 2001. César Hildebrandt acaba de preguntarle a Alan García, entonces candidato presidencial, si robó durante su primer gobierno. Lo ha hecho con cierta delicadeza, cuidando las palabras, midiendo las reacciones de su entrevistado. Diez años atrás, recuerda, le había hecho la misma pregunta. Y ante la eventualidad de su regreso al Gobierno, considera importante volvérsela a hacer.

Sin dejar de mirarle a los ojos, García lo señala levemente y se toma la barbilla.

–Le respondo lo mismo que entonces: No.

En “Cambio de palabras”, el libro que acopia sus mejores entrevistas en prensa escrita, Hildebrandt explica que como parte de su preparación, no solo elabora un “expediente del personaje” (en ocasiones “casi el prontuario”), sino que a veces llama al principal enemigo de este y le pide preguntas. “Este recurso es técnicamente legítimo para una entrevista política o polémica”, dice.

No existe un manual que asegure la entrevista perfecta, pero existen aspectos indispensables que todo entrevistador debe tener en cuenta: una preparación rigurosa (conocimiento del tema y del personaje), tener claro hacia dónde se quiere ir y no confundir respeto con sumisión o miedo. Sea quien sea que esté al frente.

Si un congresista como Daniel Salaverry denuncia que el Gobierno está negociando votos para salvar al presidente de la vacancia, lo lógico es preguntarle en qué se basa para hacer una aseveración tan grave.

El fracasado intento de Fuerza Popular por sacar a PPK del cargo firmó su primer capítulo cuando el parlamentario asistió a “2017”, el programa de Mávila Huertas, sin argumentos para sostener su denuncia.

Incluso, tras calificar de “valiente” al portal que usó como fuente, señaló con asombrosa ligereza que no era problema suyo si la versión que leyó –o creyó leer– no se ajustaba a la verdad.

Dice Hildebrandt que la entrevista es prima hermana del psicoanálisis. “Si es una buena entrevista, hay indudable afinidad con la confesión, con la confesión dolorosa, con la confesión que cuesta admitir”, señala.

Las confesiones de Salaverry fueron más allá de lo verbal.

Mávila hizo lo que, lamentablemente, ha dejado de ser una costumbre en muchos entrevistadores: no bajar la guardia, insistir, no sentirse amedrentado por el entrevistado que interrumpe, levanta la voz o intenta introducir otro tema cuando se ve en problemas para responder.

La periodista exigió rigor y el congresista, en una instantánea que puede ser aplicada para toda su bancada, quedó atrapado en la posverdad. 

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