Incendio por fuga de gas dejó al menos 100 personas y 20 viviendas afectadas en Villa El Salvador.  (Carlos Hidalgo / El Comercio)
Incendio por fuga de gas dejó al menos 100 personas y 20 viviendas afectadas en Villa El Salvador. (Carlos Hidalgo / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

A unas cuadras de donde ocurrió la deflagración que mató a ocho personas el jueves, en el cruce de las avenidas María Reiche y Mariano Pastor Sevilla, la pista tiene una pendiente tan pronunciada que el chasís de los vehículos choca contra el pavimento. ‘‘El Chino’ es como se le llama a una popular línea que recorre Lima de un extremo a otro, desde Puente Piedra hasta Al llegar al cruce de Reiche con Pastor, sus buses se asemejan a inmensas ballenas celestes que se hunden en una ola oscura y profunda, para emerger, segundos después, bamboleantes, dejando su chirriante huella sobre el asfalto, hasta encontrar su equilibrio y continuar con su camino.

Escenas como esta no se ven solo en el distrito donde viviera María Elena Moyano. Lima está plagada de calles con desniveles, sean viejas o nuevecitas, toboganes perfectos para especialistas en skate o esquí.

Tiene también las que empiezan con tres carriles y de improviso se reducen a dos. Las que poseen cruces imposibles, bermas con efecto rebote (engordan, adelgazan y engordan otra vez), señalización inexistente, rompemuelles que deberían llamarse ‘romperriñones’, baches de estreno (gracias, Sedapal) o a los que solo les faltan canas por lo viejos que están.

Es un paisaje normalizado por la costumbre, porque en nuestro país “las cosas son así”, “no pidas más”, “al menos la pista tiene asfalto, así que no te quejes”.

¿Cuándo nos damos cuenta de que no es civilizado movilizarnos en esta escenografía de locura, que estos ‘detalles’ nos quitan calidad de vida por retazos? Cuando ocurren tragedias como la del jueves. Es en estos momentos de horror que percibimos que no solo somos el país de los conductores irresponsables, de los semáforos que están de adorno y de una policía a la que pocos respetan.

Es con las imágenes de los cadáveres carbonizados, de las madres clamando por sus hijos, del dolor expuesto en carne viva vía streaming, que coincidimos en que no podemos mantener esta situación. La fórmula malos conductores, vehículos en mal estado, normas hechas de papel mojado, pobre fiscalización y calles mal diseñadas da como resultado el caos que sufrimos todos los días.

Porque camiones-cisterna con gas transitan por medio Lima todos los días. Y ese que se convirtió en una bola de fuego mortal quizás fue el mismo que estuvo estacionado en el grifo ubicado a dos cuadras de nuestra casa, en el parque del barrio o frente al colegio de nuestros hijos.

Pudo haber estallado cuando daba la vuelta a la esquina.

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