El delantero se pronunció en la víspera al duelo más importante de la bicolor en tres décadas y media.
El delantero se pronunció en la víspera al duelo más importante de la bicolor en tres décadas y media.
Pedro Ortiz Bisso

Por las vías oficiales, es poco lo que conocemos sobre el Caso Paolo Guerrero. Además de los escuetos comunicados de la Federación Peruana de Fútbol y la FIFA, las fuentes principales han sido globoesporte.com, portal deportivo del grupo Globo (que gran parte de su información la ha atribuido a fuentes anónimas), y lo que han declarado sus abogados.

Estos son los que han señalado que, para la FIFA, ha quedado descartado que el delantero haya consumido cocaína.

“Hemos podido demostrar, y la FIFA ha aceptado, que Guerrero no consumió droga”, declararon a RPP. Es una versión de parte, que va de la mano con los exámenes de pelo que se hizo Paolo y están acordes con sus antecedentes. Pero no es oficial. Recién la próxima semana, cuando en Zúrich se conozca el fallo definitivo, sabremos si tiene correspondencia con la realidad.

Lo que está claro es que Paolo tiene una sustancia prohibida en su cuerpo –benzoilecgonina–, la cual, conforme a la jurisprudencia, le debe acarrear una sanción.

El artículo 5 del reglamento antidopaje de la FIFA señala que “cada jugador tiene el deber personal de asegurarse de que ninguna sustancia prohibida entre en su cuerpo” y que “no es necesario demostrar intención, culpabilidad, negligencia o uso consciente por parte del jugador para determinar una violación de dopaje”.

¿Cómo llegó esta sustancia al cuerpo de Guerrero? ¿Fue, como indica una de las tantas versiones que han corrido en las últimas semanas, un té contaminado con coca entregado por una irresponsable nutricionista?

Quizás.
¿Pero y si fue un error de él?

Desde el 3 de noviembre pasado, cuando tres malditas palabras –resultado analítico adverso– estrujaron el corazón del país, se han esgrimido diversas teorías sobre lo ocurrido, difundidas en posts, memes y audios de WhatsApp. Las más populares denuncian una aviesa conspiración urdida por Argentina y un “contagio” producido en circunstancias propias de una inflamada ficción.

Ninguna de estas historias ha dejado abierta la posibilidad de un error de Paolo. Su condición de héroe indiscutido lo ha hecho inmune al menor asomo de crítica. A un periodista se lo acusó de traidor, a un médico de inepto, a otro casi de espía, a la federación de haberlo dejado solo. La culpa es de todos, menos de Paolo.

Antes de tocar al deportista peruano más importante de los últimos 35 años, al único futbolista en actividad que puede andar a sus anchas en nuestro pequeño olimpo pelotero, junto con Cubillas o Chumpitaz, lo hemos deshumanizado. Le hemos entregado la pesada categoría de semidiós.

Nos hemos olvidado de que Paolo es un ser humano. Que los héroes también pueden cometer un error. 

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