La investigadora Carmen Mcevoy reflexiona sobre cómo la turbulenta realidad política
La investigadora Carmen Mcevoy reflexiona sobre cómo la turbulenta realidad política

—Con dos ex presidentes en prisión y otro procesado, y frente a un desborde de información sobre funcionarios involucrados en malas prácticas, todo nos hace creer que el Perú recibirá su aniversario de la independencia 196 con poco optimismo...
El peruano recibe Fiestas Patrias confundido, frustrado, triste y con la necesidad de obtener explicaciones. Siente que sus propios representantes, a quienes él mismo ha elegido, lo han traicionado. Al mismo tiempo, sin embargo, aún existe una ilusión y una esperanza. Al momento en que vemos a niños y adultos instalando sus banderas, usando escarapelas y cantando el himno con la mano en el pecho nos damos cuenta de que todavía hay oportunidades.

—¿Cómo convertir esa ilusión en el país que queremos?
Uno no le hace daño a lo que ama. Hay que tratar de promover un amor sano por el Perú, no un simple nacionalismo patriotero. Cuando comienzas a amar el Perú y su historia, a admirar su capacidad de sobrevivir, de haber pasado por tantas pruebas a lo largo de su existencia, empiezas a cuidar tu espacio, tu mar, tu distrito, tu barrio y vas creando en los niños un civismo que, posteriormente, le impedirá hacerle daño al país a mayor escala, en la utilización de un cargo público para sacar ventaja.

— ¿Estamos bajo el riesgo de que la corrupción se normalice?
Corremos el riesgo de que nos preguntemos: “¿Para qué me voy a esforzar en trabajar toda mi vida 12 horas al día, si otros roban y se aseguran su futuro en un gobierno?”. Además de quitarnos las ilusiones, la corrupción devalúa el trabajo. Hace creer que el trabajo fuerte no tiene valor, porque le permite a quien roba volverse rico. La corrupción relativiza el esfuerzo humano. Pero siempre las situaciones de crisis tienen dos lecturas. Entonces, por el otro lado, más vale un trabajo honrado que terminar los días en la cárcel. Por más que nos sintamos desesperados, al final los que han cometido un acto delictivo están presos.

— ¿La corrupción nos define? ¿Es la cara de nuestro país?
Ese esencialismo que dice que los peruanos son corruptos está equivocado. El problema es que no se ha dado una reforma real del Estado, y por eso el Estado está tullido, minusválido y no se sabe defender. No es que los peruanos seamos así, el problema es el sistema que hemos creado. Siempre hemos sido una sociedad vulnerable a ser estafada, esquilmada. Y no es la primera vez. La era del guano nos llevó a una prosperidad económica que nos condujo al laberinto de la corrupción. Debemos sentarnos y preguntarnos por qué. Una razón es la falta de reforma del Estado, pero otro es el tema de los valores. Si tú respetaras lo de todos los peruanos como gobernante, esto no sucedería. Entonces hay que preguntarnos qué ha pasado con nuestro sistema educativo que nos ha llevado a esa falta de valores y respeto.

—El acceso a la información nos ha permitido a los ciudadanos de a pie conocer todo lo que sucede en nuestro país y en las instituciones. ¿Por qué la información no ha sido acompañada por un cambio?
El problema de estar hiperinformados es que ya no hay tiempo para la reflexión serena, para pensar ni leer. La noticia nos gana. Hay cosas gravísimas que sucedieron hace dos semanas y que ya fueron olvidadas. Y una nueva noticia va anulando la anterior, lo que nos quita posibilidades de analizar la realidad en su contexto, corriendo el riesgo de ser ‘presentistas’. Solo discutimos de lo que ocurre este día, y eso no nos lleva a nada. Nos crea confusión. La semana pasada nos enteramos de una noticia que nos hizo creer que estábamos al borde del abismo; luego alguien decide parar esa ola informativa y comienza un nuevo capítulo de la historia con otra denuncia, como una montaña rusa que ningún sistema nervioso puede soportar. Eso configura un peruano frenético, estresado, y se crean las bases para tomar malas decisiones. Si ya nos equivocamos con los tres presidentes procesados, nos vamos a seguir equivocando si solo tenemos esta actitud apasionada y momentánea de la realidad.

– Cada 28 de julio, esa montaña rusa parece detenerse...
Es el día de tu cumpleaños. ¿Qué haces ese día? Piensas cómo naciste, cuáles fueron las circunstancias en las que viniste al mundo, qué has hecho con tu vida todo este tiempo. Lo celebras con alegría, tristeza o frustración. Y si al cumpleañero no le gusta la vida que lleva, debe reflexionar sobre qué tipo de futuro quiere. Los peruanos hoy debemos detener esta montaña rusa y preguntarnos qué tipo de país queremos.

—¿Qué deberíamos haber aprendido ante el bicentenario de nuestra independencia?
A reconocer que la trayectoria de la República no ha sido fácil. Aquí se peleó una batalla de independencia que dejó un país destruido en su estructura económica y una política descabezada. Todas las circunstancias jugaban en contra del Perú cuando empezamos nuestra vida republicana. Pese al tiempo transcurrido, aún no se han establecido las bases de la institucionalidad, las cuales son muy precarias debido a la división entre peruanos, la falta de diálogo y la carencia de partidos políticos.

— Habiendo reconocido nuestro pasado, ¿cómo cambiar el rumbo de la historia?
Asumiendo nuestras responsabilidades. Dicen que la locura es la persistencia en el error, entonces pareciera ser que estamos un poco trastornados. Seguimos cometiendo los mismos errores, y repetimos la historia desde hace 200 años. Hay que hacer una toma de conciencia de nuestra dolorosa situación porque estamos llegando al bicentenario con tres ex presidentes procesados. En la práctica, este rumbo se puede cambiar con la creación de partidos políticos, la renovación de los discursos y el establecimiento de metas a largo plazo. Hay que dejar de pensar en la campaña política y de sacar provecho cinco años. No pensemos en que vamos a estar mejor para cuando llegue el bicentenario, ni que tendremos mejores pistas ni colegios. Más bien, tenemos que decidir que a partir de los 200 años podemos ser diferentes y construir una vida madura, sensata, consciente. Debe ser un hito para resetear el reloj y empezar de nuevo.

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