Fernando Alayo Orbegozo

La noche del domingo 15 de marzo, Andrea llamó a sus padres. Les dijo que todo iba a estar bien, pese a lo grave de la situación. También les prometió que se verían dentro de dos semanas, cuando culminara la había decretado minutos antes a través de un mensaje televisado.

La pandemia del COVID-19 había llegado al Perú, y con ella la incertidumbre. Porque, al igual que en todos los hogares del país, en casa de la familia Portella Polo la promesa de verse en dos semanas se diluyó rápidamente. Así, transcurrió un mes, dos meses, tres meses; hasta el 1 de julio, cuando se levantó el aislamiento social obligatorio, y surgió la posibilidad de un reencuentro.

MIRA: Muertes diarias por COVID-19 alcanzan el nivel más bajo observado desde finales de mayo

“Yo no vivía con mis padres, por ello quedamos en organizar un almuerzo por Fiestas Patrias, el 28 de julio. Lo esperábamos con ansias”, cuenta Andrea. Sin embargo, el almuerzo familiar nunca se dio: “Dos días antes de reunirnos, el 26 de julio, mi papá presentó un cuadro de fiebre. A partir de entonces, todo cambió para nosotros”.

—Ingresos al hospital—

El diagnóstico inicial de Luis Portella, de 60 años, era gripe. Tomó unas pastillas, y mostró una breve mejoría. El 30 de julio su estado de salud empeoró. “Mi mamá me llamó porque él ya no respiraba bien. Lo llevé a una clínica y su saturación de oxígeno estaba en 61%, que es demasiado baja. Fue derivado al hospital Edgardo Rebagliati”, dice Andrea. Ingresó de emergencia entre decenas de pacientes que aguardaban por una cama. No lo sabía, pero era la última vez que lo vería con vida. Él falleció unos días después, el 2 de agosto.

A la fecha, en total 9.269 personas son atendidas en un centro de salud debido a la pandemia, . Esta cifra –que hoy se encuentra en niveles similares a los registrados a inicios de junio– está en constante descenso desde hace treinta días; de hecho, solo en lo que va de setiembre, el número de hospitalizaciones disminuyó en un 24%. Esto, luego de que 4.992 personas recibieran el alta hospitalaria este mes (un promedio de 263 cada día).

La curva de hospitalizaciones por el COVID-19 alcanzó su pico el 17 de agosto, cuando se registraron 14.181 pacientes. En esa semana, los ingresos diarios a hospitales del país llegaron a 188. Por esas fechas Andrea buscaba desesperadamente una cama en una unidad de cuidados intensivos (UCI) para otro familiar cercano.

—Por una cama en UCI—

Tras el entierro de don Luis, le hicieron una prueba de descarte a su madre, Josefina Polo, de 63 años. Salió positiva, por lo que tuvo que permanecer en aislamiento durante varios días. El 8 de agosto, sin embargo, su respiración empezó a complicarse. Andrea la llevó a la clínica y la tomografía mostró que tenía un compromiso pulmonar del 50%, además de una saturación al 92%. La historia se repetía ante sus ojos; tuvo que trasladarla de emergencia al Hospital Rebagliati.

Al cuarto día de hospitalización, la llamó un doctor: su madre necesitaba urgente una cama en UCI y allí no había ninguna. Recurrió a las redes sociales, y el 17 de agosto publicó en Twitter un mensaje que llegó a más de 3.500 usuarios: “Por favor, mi mamá necesita cama UCI y ventilador con urgencia. Su estado es delicado, ella está en el Rebagliati. Ayuda”. A las 7:30 de la mañana del día siguiente, Josefina perdió la vida.

En esa semana, el Perú alcanzaba su pico de pacientes en UCI por el COVID-19: 1.553 (el 14 de agosto). Al día de hoy, la cifra está en 1.421, aunque en lo que va de setiembre apenas ha disminuido en un 5% (este mes un promedio diario de cinco personas ha salido de cuidados intensivos). De hecho, el total de pacientes en UCI no ha bajado de 1.400 desde fines de julio, y la proporción respecto al total de hospitalizados es mayor al 10%.

Andrea Portella perdió a sus dos padres por el COVID-19 en apenas 16 días de diferencia. Luis tenía 60 años; y Josefina, 63. (Foto: Archivo familiar)
Andrea Portella perdió a sus dos padres por el COVID-19 en apenas 16 días de diferencia. Luis tenía 60 años; y Josefina, 63. (Foto: Archivo familiar)

—Situación a futuro—

Jesús Valverde, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, explica que en las últimas dos semanas la disponibilidad de camas en UCI aumentó un 10%. Sin embargo, agrega que, en paralelo, el Minsa ha destinado las unidades disponibles para cirugías y otras especialidades no COVID-19 (esta semana, la cifra oficial de camas en UCI pasó de 1.740 a 1.726).

“Esto preocupa, ya que si hay una segunda ola de contagios no tendríamos cómo ni dónde atender al excedente de casos. Un paciente puede estar en UCI hasta 9 semanas. Hoy, los 550 intensivistas en el país ya trabajamos al 110%; hemos tenido que duplicar esfuerzos y atender hasta 12 pacientes críticos cada uno”, agrega Valverde. Este Diario buscó al Minsa, pero no hubo respuesta.

MIRA: Vacuna COVID-19: ¿cuánto se avanzó un mes después de los anuncios del Gobierno?

Según Alfredo Celis, presidente del Comité de Vigilancia Ética y Deontológica del Colegio Médico del Perú, como la estancia hospitalaria en UCI es más prolongada que un ingreso regular, el Estado debe garantizar la disponibilidad de camas ante una posible segunda ola.

“Siempre han faltado camas en UCI, por lo que la difícil decisión de determinar quién es atendido recayó en los médicos de turno. El gremio sabe qué hacer en esos casos: establecer prioridades en función a las comorbilidades y al estado de gravedad en el que se encuentra el paciente. La edad por sí sola no es un indicador; es decir, un adulto mayor tiene que ser ingresado si su probabilidad de supervivencia es alta. Hasta el momento, el Colegio no ha recibido ninguna denuncia de mala praxis en ese sentido", dice.

Andrea no culpa a nadie por la muerte de sus padres. Por el contrario, entiende que los médicos hicieron todo lo posible por salvarlos. A un mes de lo sucedido, aún llora sus repentinas pérdidas, pero agradece a don Luis y doña Josefina por una lección de vida: ser fuerte ante las adversidades. Lo suficiente como para contar su historia.

TE PUEDE INTERESAR