(Foto: Municipalidad de Lima)
(Foto: Municipalidad de Lima)
Pedro Ortiz Bisso

En el país donde quien cumple con la ley es considerado un idiota y un congresista dice que leer mucho da Alzheimer, no debería extrañarnos que suceda lo que en cualquier lugar civilizado sería inverosímil... que delincuentes armados con pistolas ingresen a un bus a robar.

Pasó el último miércoles en Chorrillos en una unidad del .

Los robos a mano armada en vehículos de transporte público no son una rareza en nuestro país. La semana pasada tres sujetos asaltaron uno camino a Huanchaco e incluso hirieron a un policía que intentó reaccionar. El año pasado, también en Trujillo, hicieron lo mismo, pero con una escopeta.

Lo que hace a este asalto distinto es que dentro del caos vehicular que asfixia Lima, el Metropolitano es, junto con el metro, el único servicio de transporte público que funciona. Y la gente lo agradece porque ha cambiado su vida. Para bien.

Aunque moviliza apenas a 700 mil personas al día, que suelen trasladarse apretujadas, casi en estado de sofocamiento por la falta de aire acondicionado, el Metropolitano cumple con su cometido. En otras palabras, sirve. Tiene horarios, tarifas y rutas fijas, sus vehículos son modernos y limpios. Y sus choferes, por lo general, manejan con prudencia.

El servicio tiene una calidad infinitamente superior al que brindan combis, coasters y colectivos. Y si vamos más allá, al que se ofrece en los corredores azul, morado o rojo. Tener una vía exclusiva facilita su funcionamiento.

Lo que en otros países debe darse por hecho, aquí hay que destacarlo: gracias al Metropolitano, los usuarios de transporte público pueden calcular con alguna certeza a qué hora llegarán a su destino. Y eso, en una ciudad como Lima, es una auténtica revolución.

Por eso asusta que este sistema diferente, que ha hecho más fácil la vida de tantos, se haya visto atacado por la inseguridad. Y no de cualquier tipo porque, ¡vamos!, carteristas hay en todos los buses y metros, aun en los más modernos del mundo.

¿Pero con armas? ¿Es que acaso no hay un solo lugar en Lima en donde podamos sentirnos seguros?

El Ministerio del Interior ha hecho un trabajo descomunal para desbaratar bandas en diversos lugares del país, algunas de ellas integradas por alcaldes y otras autoridades.

En lo que no se aprecia un avance significativo es en el control del robo menor, ese que indigna y nos hace sentir más inseguros. ¿O qué ha sentido cuando le han robado el celular o el bolso? ¿Se ha dado el trabajo de ir a la comisaría a denunciarlo? ¿Acaso no ha sido presa de una insoportable sensación de impotencia e indefensión?

Lo peor es que los robos cada vez son más violentos. Antier, un delincuente estrelló una botella en la cabeza de un hombre para asaltarlo en el Centro de Lima.

¿Qué más sigue? ¿Asaltos con granadas? 

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