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Papa Francisco dio especial obsequio a una madre de familia
Yasmin Rosas

Sybila camina con paso apresurado, quiere salir del tumulto que se encuentra afuera de la Nunciatura Apostólica, en Jesús María. Lleva un maletín azul que abraza con todas sus fuerzas: adentro guarda un gran tesoro.

A penas ve a su madre le dice entre lágrimas: “¡El me ha regalado su rosario. El Papa bendijo a Jesús Adrián. No lo puedo creer, mira!”, mientras saca con delicadeza del maletín un pequeño estuche verde con el escudo y lema papal grabados.

Rápidamente, también muestra a su madre un rosario de cuentas negras. Lo que más resalta es una medalla de la virgen María cargando al niño Jesús y un crucifijo elaborado al detalle. “Es precioso. Esto es obra de Dios. Mi hijo está bendecido, al igual que mi familia. El Santo Padre dijo que rezaría por nosotros”, dice Sybila abrazando a su pequeño de 5 años.

La emoción es grande y el sacrificio fue inmenso. Sybila partió desde Carabayllo hacia la Nunciatura Apostólica a las tres de la mañana. Con esfuerzo pagó un taxi que los llevó a ella y a su pequeño. No sabía que iba a estar cerca de Francisco, no había planificado nada, solo pensó que tenía que llevar a Jesús, su hijo, para que el Papa lo bendiga, y así fue.

“Son misteriosos los milagros de Dios”, dice emocionada. A la Nunciatura llegó a las 4:30 a.m., buscó un buen lugar y esperó varias horas. Sin pensarlo, pidió a alguien que le haga pasar el último cerco de seguridad que resguardaba la residencia de Francisco. “Les dije que lo hicieran por mi hijo”, agrega Sybila.

Una vez dentro, buscó la ubicación más cercana a la puerta principal y esperó junto a otras madres, niños y ancianos que llegaron también desde temprano hasta el frontis de la Nunciatura. A las 6:40 de la mañana, luego de su tercer ‘balconazo’ y de rezar el Ave María con todos los fieles, Francisco salió y saludó a todos los que pudo. Nadie esperaba que el Santo Padre camine unos metros de más antes de subirse a su vehículo.

¡Francisco aquí!, ¡Francisco danos tu bendición!, ¡Francisco, el Perú te ama!, le decían mientras el Santo Padre les respondía con una sonrisa y con la señal de la cruz. A algunos les abrazaba y les besaba, a otros les daba la mano y les susurraba al oído. Cuando estuvo cerca de Sybila, ella le llamó y acercó al pequeño Jesús.

Francisco los bendijo y se detuvo unos segundos a coger la mano del niño. Rápidamente Sybila le entregó una foto de su hijo y el papa le dijo que iba a orar por él, luego, siguió caminando. “Jesús tenía un sombrero, ahí escribí el nombre de mi esposo, de mi mamá, de todos los integrantes de mi familia y se lo entregué a uno de los miembros de su seguridad. Él me prometió que lo guardaría y se lo entregaría al papa”, agrega Sybila.

Jesús sonríe mientras le explican la magnitud del acontecimiento. Mientras termina de conversar con su madre, Sybila guarda con extremo cuidado la medalla. “Este es mi mayor tesoro. Esto va a guiar a mi hijo”, sentencia. Ya es hora de volver a casa y de guardar un poco de la alegría que desborda de la familia Arzápalo.

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