América Latina derrama lágrimas de incomprensión ante cada nueva pérdida y las niñas continúan creciendo con miedo.
América Latina derrama lágrimas de incomprensión ante cada nueva pérdida y las niñas continúan creciendo con miedo.

Unidad de Datos EL TIEMPO con información de GDA Ser niña en Latinoamérica es tener miedos absurdos: a que un hombre te aborde en la calle principal de una ciudad o en un trayecto rural, a quedarte sola en la casa con un familiar masculino, a ir a una cita médica y que el doctor sea varón, a gustarle al profesor de primaria o al vigilante del colegio, a tener unos ojos muy lindos, un cabello muy llamativo, una forma de caminar cadenciosa. En efecto, si eres niña y vives en esta región, tus miedos no son infundados. Corres peligro sólo por existir. 614 niñas y adolescentes de siete países de América Latina fueron asesinadas en los últimos seis años por nacer mujeres. Tras cada una de estas muertes se abrió una diligencia por feminicidio o femicidio contra menor de edad en El Salvador (157), Argentina (140), Brasil (66), Perú (79), Costa Rica (19), México (89) o Colombia (64). Estos datos fueron recopilados por periodistas de siete medios de América Latina que buscaron información en diversas fuentes para intentar mapear un fenómeno creciente y que aún no cuenta con repositorios estructurados y actualizados para el análisis regional.

Lo que se puede decir es que la mayoría de los cuerpos inertes fueron hallados dentro de su propia casa, pero hubo levantamientos en casi todos los sitios frecuentados por niñas: la escuela, el parque, el centro de salud, la calle, la tienda, el transporte público. Los asesinos, presuntos en la generalidad de los casos porque no se han dado sus condenas, tampoco se reducen a una categoría. Sobre todo fueron los padres, pero también los padrastros, tíos, novios, exnovios, hermanos, primos, otros familiares, vecinos, amigos, conocidos, desconocidos. Cualquiera. En Argentina hay más de dos feminicidios de menores de edad por mes. Se trata de un promedio de 28 muertes cada año y el 30% de las 140 víctimas documentadas por la ong Casa del Encuentro entre 2013 y 2017 además fue víctima de abuso sexual antes de ser asesinada. Los datos de este país elevan una pregunta sobre los victimarios al reportar que en la mitad de los casos, los presuntos responsables son familiares o conocidos. Además, el 20% de los homicidas se quitaron la vida luego de cometer el delito. El Salvador es el caso más sorprendente: con una extensión de apenas 21 mil km2 y una población de algo más de 6 millones de personas, el país aportó las cifras más altas de feminicidios de niñas en la región: de 2013 a 2018 hubo 157 niñas y adolescentes asesinadas por ser mujeres en ese país. LEA TAMBIÉN: Feminicidios: última expresión de una larga cadena de eventos Y si el volumen aterra, el caso a caso es descorazonador. Emanuelly Agatha da Silva, de cinco años de edad, fue asesinada por sus dos padres, juntos, en marzo de 2018, en Brasil. En el mismo año, Orlando Francisco Quirós Torres fue condenado a 35 años de cárcel en Costa Rica, tras golpear hasta la muerte a su bebé de cuatro meses y once días de nacida el 14 de enero de 2017. A María Laura Cabrera de la provincia de Santa Fe, Argentina, la asesinó su novio a los 14 años y él es inimputable, porque también era menor de edad en el momento de los hechos. El escrutinio de las cifras dibuja violencias que van más allá de la muerte y tienen que ver con el contexto de desigualdad económica, inequidad social y desprotección de los derechos de los niños, aunados al machismo en la región. Por ejemplo, comprueban que en América Latina hay niñas casadas, una de ellas fue asfixiada por su esposo en su propia vivienda en Minas Gerais, Brasil, o que la pederastia avanza por el continente, ya que hubo por lo menos 20 niñas que antes de ser asesinadas fueron sexualmente abusadas por su homicida, una de ellas contaba solo tres años de edad. Al aumentar el detalle de los casos también aumenta la crueldad, pero ni yendo línea por línea hasta llegar al final de esta lista de 614 filas se podría abarcar el horror de los feminicidios contra niñas en el continente, porque esa cifra no refleja la verdad. Ni se acerca. Entre 2013 y 2017, sólo en tres países de la región ocurrieron 2 mil 113 homicidios de niñas y adolescentes, pero la mayor parte de ellos no han sido investigados y, por tanto, no han adquirido la tipificación de feminicidios. En los otros cuatro países no hubo siquiera acceso a fuentes confiables para poder hacer este análisis.

En México, de 43 casos de feminicidios de niñas y adolescentes entre 2013 y mediados de 2018, aportados uno a uno por las fiscalías de 28 estados del país, sólo 8 han resultado en una condena. Pero tres estados, donde se concentran los otros 46 casos, no entregaron información de los procesos. En Brasil la cifra total oficial que se maneja es de 66 feminicidios. En reportes de prensa se halló información de 39 casos. En ese país hay 27 unidades federativas de las cuales sólo nueve respondieron las solicitudes con la información pedida: seis dijeron que no podían saber la edad de la víctima para enviar sólo las niñas, uno dijo que los casos estaban bajo secreto judicial, otro dijo que no había feminicidios de niñas allí y diez más ni siquiera respondieron. En el caso de El Salvador, sólo 33 personas han sido detenidas por feminicidio y feminicidio agravado. Los datos confirman, además, que la impunidad se extiende más allá de la misoginia mortal contra menores de edad, hasta cubrir todas las violencias de género en América Latina. La Fiscalía General de la Nación colombiana ha abierto 67.207 casos por violencias sexuales contra niñas y adolescentes entre 2013 y 2017, de los cuales el 82% (55.047) continúan en etapa de Indagación y sólo el 5,4% ha llegado a la Ejecución de penas. Los delitos en este país van desde actos sexuales hasta matrimonio servil y esclavitud sexual, pasando por violación, demanda de explotación sexual comercial, inducción a pornografía e, incluso, facilitación de medios de comunicación para ofrecer servicios sexuales con mujeres menores de edad. Algunas de estas violencias están agravadas por haber sido cometidas con el objetivo de generar temor en la comunidad, por haber producido en las niñas víctimas una enfermedad de transmisión sexual, por dejarlas en embarazo, por cometerse entre dos o más personas o porque el victimario tenía un rango o posición de poder frente a la niña o adolescente víctima. En Costa Rica, de 2013 a 2017 se presentaron 15 mil 505 denuncias por abuso sexual contra menores de edad, sin discriminar su identidad sexual, en el mismo periodo hubo 3 mil 589 sentencias condenatorias que incluyen todos los delitos sexuales, contra personas de todas las edades y todas las identidades sexuales. Perú pasó de las 2.887 niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual con que cerró 2017 a contar 3.466 (579 más) entre enero y noviembre de 2018. El país tiene 8.720 presos por violaciones sexuales contra menores de edad y el total de agresiones en los últimos 5 años contra mujeres menores de edad suma 13. 223. El Salvador reporta 4.976 niñas y adolescentes abusadas entre 2013 y 2017, frente a 452 condenados por violación en el mismo periodo, lo que equivale al 9% de los casos. Ante este panorama de inefectividad judicial, las voces de quienes llevan tiempo reclamando que estos fenómenos tengan un énfasis preventivo y de salud pública por fin están siendo escuchadas, aunque sea tímidamente. Quienes defienden la vida de las menores se enfocan en exigir más campañas dirigidas al cuidado de parte de las niñas y sus redes de apoyo, pero también investigación suficiente que devele quiénes y cómo son los victimarios para poder disminuir los riesgos. Mientras las políticas públicas nacionales y los acuerdos regionales llegan, mientras se crean instituciones y órganos de veeduría ciudadana, mientras se destinan recursos para implementar esas políticas y echar a andar esas instituciones, América Latina derrama lágrimas de incomprensión ante cada nueva pérdida y las niñas continúan creciendo con miedo.

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