(Imagen: GoogleMaps)
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Angus Laurie

Hace más de 30 años, el príncipe Carlos de Inglaterra dio un discurso que consistió en un ataque mordaz a la arquitectura moderna. Olvidando el discurso social del modernismo que buscaba generar viviendas dignas en lugares céntricos de la ciudad, Carlos insinuó –en un comentario que rivalizó con la insipidez de las declaraciones más absurdas de Donald Trump– que el modernismo ha hecho más daño a los centros urbanos de Inglaterra que el Luftwaffe, e incluso comparó un diseño para una nueva extensión de la Galería Nacional de Inglaterra con “un carbunco monstruoso en la cara de un amigo muy querido”.

Su discurso tuvo un impacto directo en el desarrollo de nuevos proyectos de arquitectura en Inglaterra, dando preferencia al pastiche sobre lo contemporáneo. A pesar de su posición pueril, uno puede coincidir con Carlos sobre un punto: que un edificio en el tiempo puede asumir tanta carga significativa que puede ser considerado como un querido amigo.

En este sentido, para los limeños que aprecian la arquitectura, en esta Navidad se ha perdido a un querido amigo. Ubicado en la esquina de Álvarez Calderón y Camino Real, el edificio Residencial Real fue un breve respiro de orden dentro del mar de caos de Lima. Diseñado por el arquitecto Manuel Villarán Freire en 1960, su fachada fue armada por una retícula que creaba un estricto ritmo, siendo un ícono característico de uno de los mejores ejemplos de arquitectura moderna limeña. Sin este edificio, Lima ha perdido un poco su belleza y memoria colectiva.

Para poder escribir esta columna, hablé con el arquitecto Guillermo Málaga. Ahora un maestro en su propio derecho, décadas atrás cuando era recién graduado de la universidad Málaga laboró dos años en la oficina de Villarán. Fue allí donde aprendió sobre la importancia de trabajar sobre la pequeña escala, enfocándose en los detalles de la obra.

En nuestra conversación, Málaga resaltó la importancia de tres arquitectos limeños que han tenido una influencia en su trabajo. Además de Villarán, habló de Fernando de Osma –quien diseñó el edificio Pacífico frente al parque Kennedy– y del arquitecto Alberto Menacho –quien diseñó el edificio Neptuno en Ancón–. A pesar de que algunas de sus obras emblemáticas aún quedan en pie, muchos de los mejores edificios de estos arquitectos, entre otros, han sido tumbados en los últimos años, incluyendo otro edificio diseñado por Manuel Villarán en Juan de Aliaga (Magdalena).

La pérdida de estos refleja una falta, desde la sociedad y desde la política, de reconocer el valor del gran patrimonio moderno que tiene Lima, que poco a poco se va perdiendo debido a una cultura encarnada en el punto de vista del príncipe Carlos.

La historia de Lima se refleja en su arquitectura y esta no es solamente precolombina, colonial o republicana. Hemos pasado por un período de modernidad importante, sobre todo en la década de los 50 y 60. Debemos proteger los mejores edificios de cada época, pero para hacer esto tendríamos que empezar a valorar lo que tenemos antes de que se vaya.

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