(Foto: Archivo)
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Pedro Ortiz Bisso

Benzoilecgonina, TAS, WADA, metabolito, nutricionista, mozo, tetera, área protegida, negligencia, medida cautelar, mate, anís, Tribunal Federal Suizo, FIFPro, lágrimas, ruegos, promesas, goles, regresos, mentiras, amenazas, complots, muertes, ‘acabo cao’, Flamengo, Infantino, FIFA, federación, Oviedo, fiscalía, asesinato, médicos.

“¡La tocó, la tocó!”.

Mamitis.

Nadie dijo que iba a ser fácil. Hace menos de dos años ni siquiera lo esperábamos. Los niños aún se vestían de Messi cuando jugaban al fútbol, no se iban a la cama con la ‘9’ de Paolo en la espalda; el Nacional solo se repletaba para ver a nuestros rivales; a Gareca le decían Laura Bozzo; y Pizarro mandaba en la Videna.

Retroceda algunos pasos y se dará cuenta de que lo vivido en el camino a Rusia alcanza para escribir una novela de género indefinido. Por ratos parece una historia de aventuras, con los subibajas emocionales típicos de la temática deportiva. En otros, se asemeja a esos policiales intrincados, espesos, que terminan con inflamados discursos en los tribunales de las series de la televisión.

Ha tenido toques de comedia y drama, se ha mezclado la desesperanza con la impotencia, la amargura y la felicidad, nuestro ‘fulbo’ con el fútbol, ese que juegan las élites y tanto trabajo nos ha costado aprender.

No han faltado las teorías de la conspiración, las decepciones (Vargas, Pizarro, en algún momento Farfán), el secretismo, el aprovechamiento político, la jerigonza judicial, los oportunistas que se subieron a la ola y andan ahora a la espera del menor traspié para enfilar los índices y vomitar sus “te lo dije” como han hecho a lo largo de sus vidas.

Tampoco las súbitas alegrías, como la vivida el pasado jueves con la vuelta de Paolo Guerrero al seleccionado nacional, cuando el calendario mundialista empezaba a acortarse y las esperanzas de ver en Rusia al líder de esta gesta inolvidable se escurría como agua entre los dedos.

Hemos pasado por demasiado desde que el 2 de marzo del 2015, a escasos tres meses del inicio de la Copa América de Chile, Ricardo Gareca pisó suelo chalaco para convertirse en entrenador de la selección.

No recuerdo que se haya vivido algo parecido. “Con todo contra todos”, esa estupenda crónica de los últimos 50 años de la selección escrita por José Carlos Yrigoyen, da cuenta de controversias, líos, peleas absurdas, algunas ocurridas en nuestras horas más felices, como la inclusión de Cubillas antes de España 82. Ninguna, sin embargo, se parece a estos tres años vividos con tanta intensidad.

El capítulo final de esta novela aún está por escribirse. Es imposible saber si tendrá un final feliz, pero como decía Daniel Peredo: “¡Si no sufrimos, no vale!”.

El fútbol peruano es así. 

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