(Foto: Reuters)
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“Era de no creer lo que vimos este domingo [en la misa del 21 de enero]. Yo digo que este pueblo tiene fe”. Con esas palabras, el resumió los tres días de su visita a nuestro país. Una visita de la que seguimos disfrutando mientras vamos reflexionando en la profundidad de los mensajes que nos dejó.

La llegada del papa Francisco fue el evento más grande que la Iglesia ha organizado en el Perú. Un millón y medio de personas reunidas en la misa que el Santo Padre celebró en la Base Aérea de Las Palmas hacen que este sea un hecho sin precedentes que marca un antes y un después en la historia de nuestro país.

Resultaría injusto intentar medir el éxito de esta visita a través de frías cifras. El verdadero impacto de este acontecimiento se refleja en la devoción del pueblo católico que se volcó a las calles a expresarle su cariño al sucesor de Pedro.

No se puede medir económicamente un asunto que no es económico. Ha sido una visita pastoral y ya estamos viendo los frutos. Estamos seguros de que el Papa ha movido millones de corazones, de gente que se ha replanteado muchas cosas, que empieza a mirar con otros ojos la vida y que ha visto revitalizada una fe que quizás estaba dormida.

Lo que hemos visto en el Perú del 18 al 21 de enero ha sido un tsunami de fe. Y en lo que le corresponde a la Arquidiócesis de Lima, estamos inmensamente agradecidos con quienes fueron el domingo a la misa y a todos aquellos que lo esperaron cada día en la Nunciatura Apostólica, con sol, con calor, de noche o de día.

Como lo ha expresado el cardenal Juan Luis Cipriani en una carta pastoral dirigida a la Arquidiócesis de Lima: “Han sido días llenos de gozo, en los que hemos sentido arder en nuestros corazones la fe y el amor a la Iglesia y al vicario de Cristo. Gracias al Perú por esta lección de fe al mundo entero”.

Lo que nos toca ahora a nosotros es trasladar a la vida cotidiana, a nuestro día a día, el mensaje del papa Francisco.

“Aquí en Lima o en donde estés viviendo, en la vida cotidiana del trabajo rutinario, en la educación esperanzadora de los hijos, entre tus anhelos y desvelos; en la intimidad del hogar y en el ruido ensordecedor de nuestras calles. Es allí, en medio de los caminos polvorientos de la historia, donde el Señor viene a tu encuentro”. Esta frase de Francisco nos señala el horizonte.

Han sido días intensos desde que en junio se anunció la visita del Santo Padre. El camino ha sido largo, con luces y sombras, con satisfacciones y frustraciones, pero queda una inmensa alegría.
Como director ejecutivo de la visita del Papa a la Arquidiócesis de Lima solo me queda agradecer al cardenal Juan Luis Cipriani por su confianza, a todos los que de modo anónimo y desinteresado fueron parte de esta organización, a las 10 comisiones que fueron parte de este equipo.

Y un agradecimiento especial a los 30 mil voluntarios de la Guardia del Papa, que fueron el alma de esta visita. El Santo Padre ya se los ha dicho: “Sean los santos del siglo XXI”.

Gracias. Y seguimos trabajando unidos por la esperanza.

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