(Foto: PCM)
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Pedro Ortiz Bisso

La conferencia de prensa que dio ayer la primera ministra Violeta Bermúdez, acompañada por la ministra de Salud y el ministro de la Producción, simboliza en lo que ha devenido el gobierno de Francisco Sagasti a menos de 40 días de llegar al poder: improvisación, falta de norte. Decepción.

Resulta un misterio la razón por la cual se organizó un encuentro con la prensa prácticamente en la calle, sin las mínimas medidas de seguridad, ante un puñado de periodistas apiñados –incluyendo un impertinente que hizo una pregunta con un tono patanesco-, para anunciar, básicamente, el cierre de playas en algunas regiones, los nuevos horarios del toque de queda y la reducción de aforos en los centros comerciales. Pareció muy poco frente a lo que la ministra Mazzetti llamó solo “un rebrote” del virus, pese a que en Piura y en la red de Essalud en Lima ya no hay más camas UCI y los contagios siguen disparándose.

A los ministros se los vio inseguros, por momentos acorralados, sin un discurso coherente frente a la grave situación que vive el país.

Los números del COVID-19 siguen siendo desoladores. El último reporte del Ministerio de Salud señala que 202 personas fueron hospitalizadas y 33 pacientes más requirieron ser trasladados a camas UCI.

El arribo del señor Sagasti al poder no ha traído cambios significativos en el manejo del control del virus. El número de pruebas moleculares que se practican sigue siendo reducido, la velocidad de respuesta del Gobierno mantiene su desesperante lentitud y las campañas de concientización no pasan de tímidas invocaciones a la responsabilidad individual. La sensación no ha cambiado en relación al mandato del señor Vizcarra: sálvese quien pueda. Y como pueda.

Ayer también dos personas –una de ellas un menor de edad- fallecieron a causa de las protestas en el norte en contra de la ley agraria. Más luto en un país dolorido, que ya no aguanta tanta tristeza.

Así nos despedimos de este año maldito, con un gobierno sobrepasado por la responsabilidad y con la tímida –e ingenua- esperanza de que el 2021 sea, al menos, un poquito mejor.

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