La Superintendencia Nacional de Educación Universitaria. (Foto: GEC)
La Superintendencia Nacional de Educación Universitaria. (Foto: GEC)
Pedro Ortiz Bisso

El penoso espectáculo brindado por el Congreso durante la presentación del autoproclamado doctor “Honoris y Causa” Richard Cisneros, mejor conocido como Richard Swing, no debe tapar la burda jugada pergeñada entre gallos y medianoche por algunos parlamentarios para hacer naufragar la reforma universitaria.

A última hora, la comisión de Educación recibió y puso en agenda un predictamen que establece la creación del Consejo Nacional de Asuntos Universitarios, una instancia nueva cuyo objetivo principal sería revisar los licenciamientos y denegatorias que resuelva la Sunedu. En suma, un escalón más para darle una ayudita a las universidades que no cumplan con los requisitos mínimos para brindar servicios educativos.

La norma, además, da una serie de facilidades a las instituciones universitarias que no obtuvieron el licenciamiento.

De aprobarse este proyecto, no solo echaría por la borda todo lo avanzado en la reforma, sino que consagraría el carácter lobista y mercenario de este Parlamento que se esfuerza, día a día, en superar el nivel de desprestigio alcanzado por su predecesor.

Por el momento, el foco se encuentra sobre el secretario técnico de la comisión, José Luis Caballero, quien sería el hombre detrás de este esperpento (Caballero ejerció el mismo cargo durante la gestión de la recordada Tamar Arimborgo). La sospecha mayor es que los autores intelectuales serían otros.

Sabido es que en la bancada de Podemos -cuyo líder, José Luna Gálvez, es propietario de tres universidades con licencia denegada- les arrancaría más una sonrisa. Daniel Urresti ha salido a negarlo, pero su colega Johan Flores ya ha revelado que votaría a favor.

El escándalo no solo es mayúsculo, asquea. ¿Seguirá diciendo el señor Merino de Lama que el Congreso es víctima de una campaña de desprestigio? Lo queremos escuchar.

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