(Rolly Reyna/El Comercio)
(Rolly Reyna/El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Lima tiene casi 9 millones de habitantes y tres grandes estadios de fútbol: Nacional, Monumental y Matute. Además posee tres escenarios menores donde se juega el torneo profesional: Alberto Gallardo, Iván Elías Moreno y Miguel Grau. Entre todos pueden recibir a más de 180 mil espectadores.

Sin embargo, hace pocos días, el encuentro entre Municipal y Universitario tuvo que suspenderse. ¿El motivo? Según el primero, no pudo conseguir un estadio para jugar. Como en el campeonato peruano tener un buen abogado es tan o más importante que un delantero goleador, Universitario acaba de ganar los puntos en mesa.

En Lima y el resto del Perú se juega un torneo kilométrico, en condiciones muy precarias, denominado Copa Perú. Con el devenir de los años, el que era considerado la encarnación del fútbol de todas las sangres se ha convertido en pasto de escándalos y agresiones, que alimentan las secuencias policíaco-humorísticas de los noticieros.

Cada fin de semana no se habla de la Copa Perú en términos futbolísticos, sino del árbitro al que una horda de hinchas masacró.En Lima y gran parte del país se juega el Torneo Descentralizado, “el más difícil del mundo”, según uno de sus auspiciadores, pero también uno de los peor organizados, repleto de injusticias y reclamos, en el que sus dos principales clubes son manejados por representantes de sus acreedores porque arrastran una deuda multimillonaria e impagable.
Pese a este y otros etcéteras más, la selección peruana de fútbol está a tres puntos de volver a una Copa del Mundo después de 35 años.

El último jueves, niños y grandes, en colegios, oficinas, fábricas, parques, plazas y tiendas se vistieron de rojiblanco. Volvieron a creer. Soñaron y rieron otra vez.

Potenciar a jugadores en los que pocos creían, hacer que rindan más en la selección que en sus clubes... los méritos que se acumulan solo provocan asombro.

Clasifiquemos o no al Mundial de Rusia, el trabajo de Ricardo Gareca es superlativo. De lo mucho que hay que agradecerle, me quedo con una cosa: que gracias a él y sus jugadores, este Perú tan polarizado y desconcertante se haya unido en una sonrisa y un sueño.

Ahora, imaginen que clasifiquemos al Mundial.

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