La actriz Danna Ben Haim denunció a Jaime Cilloniz por el delito de intento de secuestro. El sujeto la retuvo contra su voluntad por cerca de 15 minutos en un ascensor del edificio ubicado en la calle San Ignacio de Loyola, en Miraflores. (Foto: GEC)
La actriz Danna Ben Haim denunció a Jaime Cilloniz por el delito de intento de secuestro. El sujeto la retuvo contra su voluntad por cerca de 15 minutos en un ascensor del edificio ubicado en la calle San Ignacio de Loyola, en Miraflores. (Foto: GEC)
Yasmin Rosas

Golpear, insultar, humillar y denigrar a una persona por su condición, género, puesto de trabajo, etc. se ha vuelto cada vez más común de lo que creemos. Los últimos casos registrados, el de Jaime Cilloniz y el de Patricio Montenegro, dan cuenta de la poca severidad con la que se tratan estos denigrantes comportamientos.

Cada cierto tiempo, ciudadanos y ciudadanas son protagonistas de agresiones que corren como pólvora en las redes sociales, rebotan en los medios de comunicación y concitan la reacción de las autoridades, pero, a pesar de los reflectores, con los días quedan en el olvido.

En el caso de Jaime Cilloniz, como quedó registrado en un video, esta persona retuvo e intimidó a la actriz Danna Ben Haim, quien por error ingresó al departamento del presunto agresor, ubicado en Miraflores. El hombre fue detenido por policía y se le ha abierto una investigación fiscal por presunto intento de secuestro.

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Patricio Montenegro Doig es el otro sujeto que esta semana protagonizó otra agresión. En este caso, el sujeto gritó y golpeó a un trabajador que presta servicios a Luz del Sur, identificado como Reiner Herrada Mamani (21). Esta empresa de electrificación le había cortado el servicio a Montenegro Doig por una deuda de S/500 y este lo había reconectado de forma clandestina, según informó la institución. Herrada volvió a realizar el corte y es por esa razón que Montenegro enfureció. Todo quedó registrado en un video.

¿Qué es lo que verdaderamente se esconde detrás de estas conductas?

Desde la óptica de Javier Díaz-Albertini, sociólogo y especialista en temas urbanos, existen aspectos sociales y culturales que podrían explicar este fenómeno.

Estamos creando un ambiente en el cual las relaciones sociales, pacíficas y de diálogo parecen una debilidad y, por el contrario, la gente se está acostumbrado a lo confrontacional. A eso hay que agregarle otro aspecto: detrás de estos conflictos también hay cuestiones raciales, sexistas y de etnocentrismo que llevan a que las personas actúen con violencia”, señala.

Ambientes como el de las redes sociales, sostiene Díaz-Albertini, también favorecen a que se acentúe la violencia y la hostilidad. “Hay muchos espacios en los que no se ve ningún tipo de concertación y, en cambio, se destila odio”, explica el sociólogo.

Fiscalía abrió investigación contra Jaime Cilloniz tras denuncia de actriz por intento de secuestro
Fiscalía abrió investigación contra Jaime Cilloniz tras denuncia de actriz por intento de secuestro. Fuente: [América TV]

Enfatiza que las personas se pueden ver influenciadas por personajes populares que se muestran intolerantes, poco empáticos ante situaciones adversas y despectivos con ciertos grupos, lo que hace que se haga común este tipo de tratos violentos y que se normalicen también algunos insultos y odios hacia ciertas cosas o grupos.

Para el especialista, estos comportamientos pueden haberse acentuado en estos casi 10 meses de pandemia.La gente se siente muy agobiada, agotada y estresada por esta situación. Es claro que no todos han estado confinados, pero sí han estado sometidos a una serie de restricciones”, acota.

En este punto también coincide la psicóloga clínica, legal y forense Gabriela Coros y señala que durante los últimos meses se podría tener una percepción de mayor agresividad en el país. “Se ha visto un detonante mucho mayor en torno a la ansiedad, depresión y estrés. Además, el consumo de alcohol ha incrementado a raíz del aislamiento. Todo esto desencadena en conductas de violencia”, dice.

Haciendo un análisis breve de los casos, Coros encuentra dos factores recurrentes: la impunidad y el descuido en materia de salud mental.

Roles de poder

Con antecedentes como el de Arón Cortina Gómez, el joven que humilló a un agente de serenazgo en Magdalena; Guillermo Estuardo Miranda North, el hombre de 52 años que insultó a un repartidor motorizado en Miraflores; y el de Patricio Montenegro, el sujeto que insultó y golpeó a un trabajador de Luz del Sur en ese mismo distrito, Coros explica que los agresores saben que no van a tener ningún tipo de sanción y abusan de su posición para ejercer violencia.

Se percibe cierta libertad para agredir, insultar y abofetear a alguien. Hay que empezar a concientizar a las personas sobre el tema de la agresión porque si esto no se detiene a tiempo se va a desarrollar a gran escala”, dice la psicóloga.


Díaz-Alberti coincide en que la “impunidad envalentona a las personas porque saben de que no va a pasar nada”.

En el día a día, la gente está acostumbrada a que si tienes cierto fenotipo o si tienes cierta capacidad de consumo tengas más privilegios. Una forma de expresar estas frustraciones es hacia el que tú consideras más débil en el sentido estructural, color de piel, género, etc.”, acota.

Para el sociólogo es difícil evaluar si es que estos casos se están incrementando o se están haciendo más evidentes. El especialista explica que las nuevas tecnologías han dado visibilidad a estos hechos y que los muestran de manera inmediata y de una forma cruda.

Salud Mental

Desde que se emitieron las alertas por la pandemia del coronavirus, varios países del mundo han dejado de lado y paralizado muchas atenciones de salud mental. En uno de sus reportes, la Organización Mundial de la Salud alertaba que esto ocurrió en un 93% de 130 países del mundo.

Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y sufren crecientes problemas de insomnio ‎y ansiedad. Por otro lado, la misma COVID-19 puede traer consigo complicaciones neurológicas y mentales, ‎como estados delirantes, agitación o accidentes cerebrovasculares”, señalaba la OMS.

Para Gabriela Coros las autoridades peruanas vienen pasando por alto esta alerta, lo que pone en peligro a muchos pacientes y a sus familias. “Tenemos que educar en salud mental. Fuera del contexto, esto debería empezar en el colegio y ahí es donde se debe enseñar sobre qué es son la ansiedad, depresión y estrés; cómo se desarrollan y qué consecuencias traen, porque todos pasamos por eso”, acota.

Además sugiere que agentes de la Policía Nacional y Fuerzas Armadas así como autoridades jurídicas deberían llevan capacitaciones para saber cómo tratar a personas que padecen de estas enfermedades.

En el caso Cilloniz, lejos de la violencia que pudo haber causado, Coros explica que su conducta respondería a algún trastorno que genera agresividad para él, su entorno y desconocidos. “Se ve la falta de cuidado que tiene en él mismo, los moretones en los brazos, la forma en que reacciona, la pérdida de la memoria, son episodios que se podrían asociar a otros trastornos. Esto nos da una visualización sobre un problema del que no se habla ni trabaja mucho”, acota.

Ambos especialistas y docentes de la Universidad de Lima coinciden en que este tipo de actos deben ser condenados y sancionados socialmente.

Lamentablemente nos topamos con estas situaciones porque las personas piensan que los otros podrían tener menos derechos. Esta brecha que hay en la sociedad es muy fuerte y es algo en lo que se tiene que trabajar”, dice Coros.

Estas historias siempre son truncas. Ves a personas que se portan mal y eso llama la atención, pero no sabemos cuál es el desenlace. No hay un castigo social ni administrativo. Vivimos del escándalo, es viral y luego no existen las consecuencias”, finaliza Díaz-Albertini.


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