La titánica tarea de salvar un órgano en el Perú
La titánica tarea de salvar un órgano en el Perú
Oscar Paz Campuzano

Trinidad Mendoza tiene 63 años y mucha suerte. Desde que le diagnosticaron cirrosis, ella supo que llegaría el momento en el que solo un trasplante le permitiría seguir viviendo. Ese momento llegó en noviembre del 2015, cuando los médicos dijeron que su hígado no daba para más. Desde entonces, la vida de esta secretaria jubilada de Los Olivos dependió irónicamente de una desgracia y de un doloroso acto de bondad.

En un incidente confuso durante una fiesta, el pasado 28 de febrero, un joven de 21 años recibió dos balazos en la cabeza. Por el severo traumatismo que le dejaron los disparos, terminó grave en un hospital de Trujillo. Dos días después, los médicos que vieron su caso le diagnosticaron muerte cerebral y su familia aceptó donar sus órganos. En medio de esa tragedia familiar, Trinidad recibía una llamada que la puso nerviosa.

DEPENDER DE UN SÍ
Procura es la gerencia de Essalud especializada en donación y trasplante de órganos; es un sistema de rescate que se activa cada vez que hay una alerta de algún paciente con muerte cerebral o con altas probabilidades de llegar a ese estado.

El protocolo comienza con el personal de esta entidad explicándole a la familia lo que no quiere escuchar: la Ley 28189, basada en la ciencia médica, afirma que una persona muere cuando su cerebro deja de funcionar; eso aunque el corazón siga latiendo algunas horas más.

Luego –así ocurrió en el caso del joven baleado–, se intenta convencer a la familia para que autorice la donación, aunque el difunto lo haya consentido en su DNI. Por duro que suene, miles de vidas dependen de un sí en medio de la angustia de alguien que perdió un ser querido.

TRASPLANTANDO VIDA
El hígado del joven de esta historia llegó a Lima en un vuelo comercial el pasado 3 de marzo, minutos después de la medianoche.

Los dos médicos y la enfermera que horas antes habían retirado el órgano en Trujillo ahora subían a una ambulancia de Essalud hacia el Edgardo Rebagliati. Con el hígado ya en camino, en un quirófano del segundo piso del hospital, el cirujano Félix Carrasco y su equipo empezaban la operación que terminaría diez horas después.

Según Procura, Trinidad tuvo suerte. La Seguridad Social en el 2015 logró apenas 24 trasplantes de hígado [Ver infografía], un número corto si se tiene en cuenta que cada año mueren al menos 200 personas esperando un trasplante. La cifra se aprecia más raquítica leyéndola así: en el Perú, menos de tres personas por cada millón de habitantes donaron sus órganos en el 2015, según la Organización Nacional de Donación y Trasplantes.

En el quirófano había más de 15 personas, entre médicos y enfermeras. Un grupo trabajaba en el cuerpo de la paciente y el otro en el hígado recién llegado. Minutos después de las cinco de la mañana, todo el equipo estaba concentrado en la maniobra: el médico Carrasco toma el nuevo hígado y lo conecta al cuerpo de Trinidad.

UN INSTANTE DE ALIVIO
Dar un órgano es un acto de bondad y una forma de consuelo. Cada año, Essalud hace tres reuniones en memoria de quienes donaron. En uno de estos encuentros, la madre de un donante dijo sentir algo al ver a un trasplantado.

“No sabemos qué sintió, pero toda la noche conversaron. Al final, nos preguntó si una parte de su hijo estaba en esa persona. Tampoco lo sabíamos. Pero nos dio curiosidad e indagamos”, cuenta el médico Juan Vargas, de Procura en el Rebagliati.

Aun sin pruebas científicas para demostrar que el trasplantado adquiere características de su donante, aquel día –quedará para la anécdota– a esa madre no le había fallado la intuición: el corazón de su hijo seguía latiendo en ese hombre desconocido.

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