(El Comercio)

El deportivo blanco viaja a 60 km/h por la Costa Verde. De un momento a otro, encuentra un carril despejado y su conductor a 80 km/h dejando a otros vehículos atrás hasta perderse entre las curvas.

Si el chofer de ese auto creyó que acelerando ganaba un tiempo sustancial para llegar a su destino, debería continuar leyendo este reportaje. Ese aumento de 20 km/h solo habría representado un ahorro de dos minutos y medio en un tramo de 10 kilómetros. Si hubiera aumentado de 60 a 100 km/h, tampoco hubiera hecho un cambio notorio en su rutina: solo habría ganado cuatro minutos y medio.

Aumentar la velocidad sí tiene graves riesgos en caso de un accidente, según la policía. Un choque frontal a 30 km/h produce un impacto sobre los pasajeros equivalente a la caída desde un segundo piso, pero a 70 km/h causaría los daños de una caída desde un séptimo piso. Chocar a 90 km/h es como caer de un piso 11.

¿Por qué manejamos rápido? “Uno tiene la falsa idea de que llegará mucho antes. Esta creencia lo único que hace es producir estrés”, dice el coronel PNP Franklin Barreto, jefe de la División de Investigación de Accidentes de Tránsito (Divpiat). Un estudio del Gobierno de Chile, uno de los países del continente con mayor tasa de peatones fallecidos, indica que aumentar 1 km/h incrementa en 5% las lesiones en un accidente.

—Cifras de impacto—
Las calles de Lima se han convertido en pistas de carreras. Según la PNP, en el 2016 se impusieron 11.718 papeletas por exceso de velocidad. En el 2017, esta cifra se cuadruplicó: 46.226. Barreto explica que las operaciones de control de tránsito se incrementaron debido a que los conductores limeños son cada vez más irresponsables.

(Infografía: El Comercio)
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Lino de la Barrera, ex asesor del Ministerio de Transportes, señala que la verdadera cantidad de infracciones que se cometen por exceso de velocidad es mayor a la que detecta la PNP. Asegura que, para conocer la verdadera dimensión del problema, harían falta más tecnología y logística.

Según Luis Quispe Candia, presidente de la ONG Luz Ámbar, la imposición de multas no ayuda a disuadir a los conductores, pues solo terminan pagando un pequeño porcentaje. “Entre la imposición de la multa y el pago de esta podrían pasar hasta cuatro años sin que el conductor deje las pistas. La ley permite hacer descargos, apelaciones, revisiones de actos administrativos y recursos de casación hasta que la multa prescribe”, dice.

(Infografía: El Comercio)
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—Peligro latente—
La cantidad de muertos en accidentes de tránsito en Lima (por todas las causas) ha bajado casi a la mitad del 2000 a la actualidad (de 971 a 528). No obstante, la cifra anual de fallecidos no registra un descenso notable desde hace ocho años: en promedio 551. En los últimos 18 años, han fallecido 12.240 en las pistas: dos al día.

David Fairlie, ingeniero de tránsito, cree que un rediseño en las calles ayudaría a reducir la velocidad. “En zonas urbanas, pueden instalarse carriles más angostos, estacionamientos en paralelo, ‘martillos’ peatonales en las esquinas o ‘islas’ en el medio de una vía, que obligan a los conductores a reducir la velocidad”, explica.

El Comercio emprendió este año la campaña periodística Zona Rígida, con la finalidad de exponer la realidad y generar un cambio de actitud en los conductores de Lima. Nuestros informes apuntan a que se respete a los peatones en los pasos de cebra y, en general, a poner en agenda aspectos ligados a la problemática del tránsito en la capital.

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