Sociólogo francés Pierre Bourdieu en una conferencia en París, en 1998.
Sociólogo francés Pierre Bourdieu en una conferencia en París, en 1998.
/ REMY DE LA MAUVINIERE
Jorge Paredes Laos

Visto como el sociólogo de la cultura, la vida cotidiana y la subjetividad, Pierre Bourdieu está más vigentes que nunca en un siglo XXI dominado por las redes sociales y por esas celebrities instantáneas de plataformas como YouTube o Tik Tok. Nacido en 1930, en un hogar rural de los Pirineos franceses, Bourdieu llegó a desarrollar un pensamiento original, distinto a los modelos imperantes, tanto de orientación marxista como de tendencia liberal, y se interesó, sobre todo, en analizar la dimensión de la cultura en la vida social. De esta manera, se acercó a la fotografía y la televisión, esos nuevos medios que desde 1960 empezaron a gravitar en los estilos de vida del hombre y la mujer contemporáneos.

Para Bourdieu, los medios de comunicación son espacios en los que la gente visibiliza el poder, y no se refiere únicamente a los políticos, a las estrellas de cine o a los hombres y mujeres de negocios, sino también al ciudadano común, a esa persona que busca “aparecer” y distinguirse del resto, cobrar notoriedad. Obviamente, el pensador francés murió de un cáncer en 2002, y no pudo ver el fenómeno de los influencers, pero frases como esta, al inicio de su ensayo Sobre la televisión, suenan a premonición: “Al aceptar participar (en la televisión) sin preocuparse por saber si se podrá decir alguna cosa, se pone claramente de manifiesto que no se está ahí para decir algo, sino por razones completamente distintas, particularmente para dejarse ver y ser visto. (…) De este modo, la pantalla del televisor se ha convertido hoy en día en una especie de fuente para que se mire en ella Narciso, en un lugar de exhibición narcisista”.

VIDA EN ARGELIA

Bourdieu, de joven, pudo experimentar la dura realidad de los campesinos franceses. Luego, estudió en la Escuela Normal Superior de París, e hizo el servicio militar en la convulsionada Argelia que buscaba liberarse del colonialismo francés. Este hecho fue trascendental para su destino como sociólogo. Conoció de cerca el nacionalismo argelino y se quedó en este país hasta 1960, donde hizo una serie de trabajos etnográficos que comenzó a publicar desde 1958, bajo el título de Sociología en Argelia. En estos libros, Bourdieu sentó las bases de su metodología, como es el uso de encuestas de campo, testimonios, recortes periodísticos, fotografías, algo inusual en los estudios de contemporáneos suyos.

En ese orden caótico, que a veces son sus libros, como La distinción, por ejemplo, Bourdieu fue ocupándose de temas no convencionales para la sociología: el vestido, la alimentación, el uso del tiempo libre, el deporte, la asistencia a los teatros o galerías de arte, para constatar aquello de que las diferencias sociales —o las pugnas y negociaciones al interior de ellas— son mucho más complejas y dinámicas de lo que creía el marxismo tradicional.

LAS REDES SOCIALES

“Lo interesante en Bourdieu, a diferencia de otros autores, es que su influencia no ha menguado, sino ha aumentado exponencialmente”, dice el antropólogo Raúl Castro, director de la carrera de Comunicación y Publicidad de la Universidad Científica del Sur. Esto se debe en su opinión a dos motivos: “Uno, por su atención en las instituciones, donde destaca el papel de la escuela como un lugar medular, como el corazón de un sistema circulatorio de ideas, normas, valores y pautas de conducta; y dos por la noción de habitus, que es la construcción en la vida cotidiana de un orden que se reelabora día a día a partir de las prácticas de los individuos”.

En síntesis, Bourdieu entendió que la sociedad era una especie de puesta en escena, donde cada quien cumple un papel determinado no solo por su situación económica, sino también por sus costumbres, relaciones sociales, profesiones, estilos de vida y conocimientos. Es decir, cada persona acumula a lo largo de su vida un capital simbólico que le permite negociar su posición en un campo determinado, ya sea en la escuela, el trabajo, el mundo académico, un partido político, un círculo de amigos o en una relación de pareja. Se trata de relaciones y negociaciones jerarquizadas, pero siempre dinámicas.

“Actualmente —apunta Castro— se evidencia la importancia del capital social y ese es un concepto de Bourdieu. En la elección de personal, por ejemplo, no se toman solo en cuenta las capacidades de las personas, sino también las relaciones, los conocidos que tiene el postulante. Eso no es malo en sí mismo, sino lo negativo es el abuso que se hace de ello. Otro ejemplo: una persona de base económica precaria que, por esos azares de la vida, puede viajar o estudiar becado en el exterior, etc., acumula un capital simbólico que le permite moverse mejor dentro del sistema”.

Autor de múltiples libros, profesor y editor, Bourdieu dedicó los últimos años de su vida a dar conferencias, a formar parte de grupos críticos de la globalización, lo que le hizo ganar adeptos, pero también enemigos. Sin embargo, se puede decir que no existe ningún fenómeno cultural contemporáneo que no haya sido analizado bajo su óptica. Después de Sartre y Camus, él debe ser uno de los pensadores franceses más citados y comentados de la actualidad.

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