El pintor shipibo Roldán Pinedo experimenta con 25 árboles de la Amazonía en exposición a cargo del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El pintor shipibo Roldán Pinedo experimenta con 25 árboles de la Amazonía en exposición a cargo del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Czar Gutiérrez

Es el centro del Universo, un dios creador riega sus raíces. Del ‘hom’ mesopotámico a la teogonía oriental, el árbol es el arquetipo de la sabiduría y eje de tres mundos: inferior, terrestre y celeste. Origen del bien, del mal y de la vida, el Génesis coloca al árbol de la vida en el centro del paraíso. Un astuto reptil se enrosca lascivamente entre sus ramas. La cruz es el árbol de la vida. Budistas, hinduistas y jainistas fundan su magia y devoción en un árbol. La genealogía se ramifica en un árbol. La Navidad llega cuando aparece un árbol. Sus frutos son una delicia comestible, de su pulpa se hace el papel. Sirve como ornamento, material de construcción y combustible. Es la primera víctima de la tala indiscriminada y del calentamiento global.

“En el mundo shipibo el árbol es alguien, cada árbol tiene su propio espíritu que lo cuida. El árbol para nosotros es medicina y sirve para construir casas, canoas y todo lo que tenemos. Los árboles nos proveen”, dice Roldán Pinedo, pintor nacido hace 50 años en la comunidad nativa Shipibo-Conibo de San Francisco de Yarinacocha. “Mi nombre en shipibo es Shoyän Sheca, que significa ratón inquieto. En mi arte empleo tintes naturales que salen de barros que usaban las madres en la comunidad. Con ellas pinto desde hace muchos años mis visiones de ayahuasca, la flora y la fauna de mi tierra”.

En efecto, se trata de uno de los artistas más prolíficos de Cantagallo, a donde llegaría en 1996. “Vine a Lima en busca de trabajo, porque necesitaba mantener a mi familia. Me alojé en la Casa Tarata, en Barrios Altos. Allí llegaban todos los inmigrantes de la selva, era una especie de hospedaje. Poco a poco, logré mantenerme, vendiendo costalillos de para-para y 7 raíces para hacer preparados y también haciendo artesanía. Hasta que una vez mi primo, el pintor shipibo Chonon Mëni, me presentó al doctor Pablo Macera. Fue gracias a ese contacto que con mi anterior esposa, Elena Valera, nos pusimos a pintar animales de la selva para un proyecto del historiador”.

Pan de árbol

Estudiosa también del arte, Sandra Rivera sostenía que con la pintura de Roldán Pinedo comenzaba una nueva estética shipiba. “Si bien su pintura está teniendo cada vez más presencia en el medio artístico limeño, está siendo enfocada sobre todo desde un punto de vista iconográfico y valorada, en consecuencia, en tanto mera representación del mundo shipibo. Nosotros, desde un enfoque ecléctico, tratamos de abordar otros aspectos que hasta el momento han sido desatendidos, como el cambio, el ritmo y la temporalidad. Lo que intentamos demostrar es que la pintura y trayectoria artística de Roldán Pinedo revela la convergencia de distintas nociones de temporalidad, tales como la temporalidad lineal y la temporalidad cíclica”.

Dueño ya de una importante trayectoria, el arte de Pinedo parece solidificarse, más que como representación, como presentación. Su inalterable rítmica de diseño y color atiende fielmente a la temporalidad que Rivera advirtió tempranamente. Y así llegamos a “Solo árboles”, proyecto que se inicia cuando Pinedo viaja hasta la comunidad pucallpina de Dos de Mayo para concretar una serie de 40 pinturas de grandes formatos dedicadas al árbol. “Mientras pintaba sentí mucha nostalgia de las cosas que pasé durante mi niñez. Allí, cuando iba a bañarme a la cocha (laguna) me gustaba subir a los troncos, llegar a la rama más alta y desde allí saltar al agua compitiendo con los niños de mi edad. Acompañaba a mi abuelo en la pesca, rodeado de mucha vegetación, en época de creciente. Cuando pinto un árbol sé que tendrá el poder y la energía de la naturaleza”.

Caoba, lupuna, cedro, apacharama, huangana caspi, pan de árbol, loro micuna, catahua, shihuahuaco, huito, sapote, copaiba, ayahuma, cashimbo, capirona, quina quina, lagarto caspi, palo sangre, cetico, topa, moena, quinilla, azúcar huayo, pijuayo y ungurahui conforman el bosque de veinticinco especies que Shoyan Shëca presenta en su última individual. Con la cual no solo posiciona una obra que ya tuvo rotación en Europa, Asia y EE.UU., también reivindica, desde las tierras de color y las tinturas naturales que segrega, la espesa floresta que lo vio nacer. Y entonces la presencia del fruto terrestre cobra nueva mitología a partir de una mano intuitiva y puntillista.

El dato:

La muestra se puede ver en .

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En esta nota , publicada originalmente el 26 / 08 / 2010 a las 14:10 p.m., se designó por error a Pablo Macera como autor del entrecomillado del cuarto párrafo.

Se actualizó el 28 / 08 / 2010 a las 19:12 p.m. con la información correcta: Sandra Rivera es la autora del entrecomillado del cuarto párrafo.

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