"Escalera Roja" (Cusco, 1954), una de las obras del pintor indigenista Enrique Camino Brent. (Fuente: Enrique Camino Brent / Pinacoteca Ignacio Merino)
"Escalera Roja" (Cusco, 1954), una de las obras del pintor indigenista Enrique Camino Brent. (Fuente: Enrique Camino Brent / Pinacoteca Ignacio Merino)
Czar Gutiérrez

El niño, de níveos botines de becerro y medias de algodón, le sonríe a la caja de los hermanos Lumière. Sus rizos amarillos y suavemente ondulados caen sobre un delicado conjunto de terciopelo azul. Tiene 3 años y en el pie de foto se lee: “ – Medalla de oro”. Abalorios y lentejuelas metálicas mediante, el niño estaba siendo fotografiado en su calidad de ganador del concurso de belleza infantil que organizaba la Sociedad Italiana de Beneficencia y Cultura de Lima. Descendiente por rama paterna de ilustres militares que lucharon por la independencia americana y, por su madre, de tres padres fundadores de los Estados Unidos, su aspecto nórdico le hacía ganar concursos de belleza que coqueteaban peligrosamente con la eugenesia. Claro, era 1912 y en la llamada ‘república aristocrática’ esas conductas estaban normalizadas.

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Dando muestras de que a él le importaba más la savia artística que las ramas de su árbol genealógico, solo 12 años después de ver la luz en una casona de Breña ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Y todo indica que su desempeño era sobresaliente porque cuando sus padres lo quisieron sacar, intervino su primer maestro, Daniel Hernández, para solicitarles por escrito que no lo hicieran. Pronto el joven pintor se distanció del academicismo de Hernández y fue poblando su universo con motivos pictóricos peruanos. Como los del maestro José Sabogal, que también lo hizo su pupilo.

Todo lo cual gatilló esa travesía estética que consistía en capturar las tonalidades más hondas de nuestros Andes. Como estudiaba paralelamente arquitectura, el primer Camino Brent ya presenta una marcada preocupación por la estructura monumental de plazas, zagüanes y callejuelas escondidas. Otras veces, sus lienzos están repletos de ese vacío metafísico que remite a Vallejo. Y en todos los casos su proyecto plástico está repleto de paredes que se doblan en medio de una riqueza artesanal alimentada por sus infatigables viajes por todo el Perú. Hasta alinearse en la primera fila del indigenismo junto a Julia Codesido, Teresa Carvallo y Alicia Bustamante, con Sabogal a la cabeza.

POETA Y PROFETA

Camino Brent es la figura excéntrica del indigenismo. Empezando por las arquitecturas hiperbólicas que llevó de su pintura a las propias edificaciones que él diseñaba con estilizaciones peculiares. Y culminando en los escritos provocadores que procuraban separar al arte popular de lo popular mismo, para integrarlo a una nueva cultura de refinamientos mestizos. Y, a su manera, revolucionarios: interesaría un análisis complejo de la insólitamente moderna imagen del torito de Pucará, utilizada como carátula para la recopilación de escritos de José Carlos Mariátegui denominada ‘peruanicemos el Perú’, nada menos”, dice el estudioso Gustavo Buntinx.

La carátula de "Peruanicemos el Perú", ilustrada por Enrique Camino Brent. (Fuente: Editorial Amauta)
La carátula de "Peruanicemos el Perú", ilustrada por Enrique Camino Brent. (Fuente: Editorial Amauta)

Enamorado de los pueblos y paisajes de Tinta, Arequipa, Cusco, Trujillo y Chachapoyas, también paseó su arte por los Estados Unidos, México, Guatemala, Ecuador y Marruecos. Resulta altamente significativo que nos legara ese espléndido mural que se luce en el primer edificio del Ministerio de Educación. Y que haya sido maestro de la Escuela Nacional de Bellas Artes, del Politécnico José Pardo y director de la Escuela de Bellas Artes y Artesanía en la Universidad de Huamanga hasta sus últimos días, cuando un tumor maligno alojado en el cerebro lo arrebató de este mundo.

Será precisamente en Ayacucho cuando pinte a Efraín Morote Best, uno de los responsables del “descubrimiento” del mito de Inkarri, y el del imaginero Joaquín López Antay. “El ‘artista popular’ parecía adquirir así, por fin, un nombre propio, un rostro definido, una producción reconocible y reconocida. En este cuadro histórico encontraba su culminación toda la serie de obras indigenistas inspiradas en la imaginería andina. Camino Brent virtualmente asimila el oficio del artesano al del pintor. E inscribe el lugar histórico que en 1975 le cabría ocupar a ese artífice huamanguino cuando recibe el Premio Nacional de Cultura, en desmedro de los artistas ‘eruditos’. Con gran escándalo. Un parteaguas. Poeta y profeta”, sentencia Buntinx.

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