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La otra historia sobre el origen del Tahuantinsuyo - 2

A Walid Barham Ode la historia sobre el origen del Tahuantinsuyo siempre le resultó fascinante. Tanto, que hace 20 años, este investigador empírico de origen palestino –que junto con su familia migró al Perú a los 7 años, y en 1995 se instaló en Cusco– empezó a hurgar en los secretos que nuestro pasado podría esconder. 

Así fue como llegó a descubrir las enigmáticas sombras de la montaña Pitusiray, en la provincia de Calca (Cusco). Estas se convirtieron en la punta de la madeja para diseñar una interesante tesis, fundada en su intuición y observación del entorno geográfico, y cotejada también con los mitos instalados en el inconsciente colectivo del cusqueño del Valle Sagrado, en las crónicas de Guaman Poma de Ayala y de otros de la época. Barham, de hecho, considera al descendiente de Túpac Yupanqui como el cronista mejor informado del siglo XVI, celoso depositario de una información que solo la élite inca estaba llamada a guardar.

Fue en 1995 cuando el investigador palestino-peruano avistó por primera vez las sombras de un puma saltando tras el perfil de un inca, primero, y de una ñusta, después, según la proyección del sol a través de una gran peña de la montaña Pitusiray, sobre la ciudad de Calca. Era el 1 de octubre, día en que la comunidad de Urco celebra la fiesta basada en el mito Unu-Urqo. Según esta leyenda, Urqo Waranqa, hijo de Wiracocha, ofreció la mano de su hija al pretendiente que lleve agua hasta su comunidad.

La joven ñusta desobedeció el resultado de la competencia y huyó con su amante hacia la montaña Pitusiray, donde ambos fueron convertidos en piedra. 
La observación de estas sombras coinciden a su vez –refiere Barham– con lo que en sus escritos describe Guaman Poma, sobre el inca transformado en otorongo en el Pitusiray, cerro que sería a su vez el verdadero Huanacaure, según la deducción del investigador a partir de los dibujos del cronista, y que está ampliamente explicada en su libro “Tambotoco. La trilogía de Guaman”, que hoy presenta en la Casona de San Marcos y mañana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica.

GUARDAD EL SECRETO
Durante varios días, a lo largo de los años, Barham se instaló en una cueva bajo el Pitusiray, observando, en silencio, y leyendo a los cronistas. El aislamiento le permitió abstraerse, tratando de descifrar códigos ocultos y comparar los relatos de los antiguos, en torno a la leyenda de los Hermanos Ayar, que salieron del cerro Huanacaure por las ventanas de Tamputoco, con la misión de fundar la ciudad del Cusco. 

Halló, por ejemplo, que cronistas como Juan de Betanzos, Sarmiento de Gamboa, Garcilaso de la Vega y otros, señalan que la paqarina del inca (lugar de origen ancestral y sagrado, de donde salieron los hermanos Ayar) se sitúa de 5 a 8 leguas –equivalentes a 24 a 38 kilómetros– del Cusco. 

Para Barham aquí hay una primera contradicción: que el actual cerro Huanacaure, visible desde Cusco, está a una legua y media de la ciudad. Y en sus alrededores –acota el investigador– no existen vestigios que den cuenta de una paqarina que haya servido de digna puerta de entrada a este mundo, para quienes fueron considerados casi dioses por el pueblo inca. Las distancias descritas, en cambio, sí coinciden con el tramo entre el Qoricancha y la montaña Pitusiray.

“Este libro llena un vacío  que generan todas las dudas que da el actual pueblo de Pacaritambo, que no tiene restos arqueológicos y está a 26 kilómetros; y el cerro Huanacaure, que apenas tiene dos andenes dispersos y está a 7 kilómetros de Cusco, cuando Guaman Poma dibuja las ventanas de Tamputoco en la base del Huanacaure. ¡Es un solo lugar!”, opina Barham, cuya teoría asegura que la élite inca habría protegido la ubicación real del cerro Huanacaure y todo aquello asociado a su paqarina. 
Este hermetismo –añade– habría generado una historia paralela, falsa, difundida al pueblo inca, en previsión de la llegada de conquistadores. 

LOS MANDARON AL DESVÍO
Para el investigador, solo basta ver los hechos desde otra perspectiva. “Desde 1532, que llegan los españoles, hasta 1572, [los incas] no les habían dicho dónde quedaba Pacaritambo. Hay una aprensión de parte del virrey Toledo para que el cronista Sarmiento de Gamboa averigüe dónde estaba. En ese contexto, se crea en 1571 el pueblo de Pacaritambo y lo presentan a los españoles como el lugar de origen de los incas. Eso lo han repetido varios cronistas, y el problema ha sido que hemos creído todo lo que nos contaban, sin hacer un previo análisis de quiénes fueron sus informantes [los quipucamayoc de la propia nobleza inca]”, explica Barham, quien concluye que “es totalmente lógico proponer que había un movimiento hermético en el seno de la nobleza inca, que diseñó toda esta estrategia, para ocultar sus lugares sagrados, su paqarina y su Pacaritambo”. 

El investigador apoya este pensamiento en un hecho claro: “que ese año, 1572, mientras los nobles incas le estaban dando la información al español Sarmiento de Gamboa, estaban degollando a Túpac Amaru I en la Plaza de Armas de Cusco. ¿Qué tipo de credibilidad puede tener una información entregada en esas condiciones?”, se pregunta Barham.

TRAS LA VERIFICACIÓN
Walid Barham
reconoce que su teoría nace de la curiosidad y la intuición, pero el tiempo y una lectura minuciosa de fuentes –incluidos antropólogos como el estadounidense Gary Urton, quien también refiere sus dudas respecto al origen geográfico de la paqarina del inca– le han permitido fundamentar su descubrimiento.
Ahora, el investigador dice que buscará armar el proyecto de excavación arqueológica en el área (las faldas de la peña Huanacaure, en la montaña Pitusiray).

Irá en busca de la ventana Qhapac T’oqo, una de las tres de Tamputoco, de donde sale Manco Cápac. Estas ventanas estarían bajo 50 metros de piedras, en una zona que es área de conservación.  Si su teoría es cierta, nuestra historia de los últimos 500 años tendría que ser replanteada.

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