ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI SOMOS

La vida y obra del joven escritor Jeremías Gamboa (Lima, 1975) es la última historia donde el tesón y el talento le arrancan una conquista a la vida. Periodista desde los 19 años, a los 26 decidió hacerle una cirugía radical a su vida. Se retiró de un envidiable cargo como coeditor en nuestra revista, Somos, y se dedicó solo a escribir. Las vio negras al inicio, por cuatro años. No le gustaban las historias que escribía.

A los 30 años, cuando ya había decidido arrojar la toalla y tomaba un curso de posgrado en la Universidad de Boulder, Colorado, Estados Unidos, le vinieron a la cabeza unos cuentos. Luego le llegó el hilo de la historia que sería su novela. Entonces volvió a Lima, escribió otros relatos más y publicó un libro, “Punto de fuga” (2007). La crítica le rindió elogios. Allí comenzó todo.

Gamboa, sentado en el local miraflorino donde todas las mañanas bebe un café y escribe, disfruta, hoy, ser un escritor profesional. “Me he dedicado a escribir los últimos años pensando no en ser un profesional, sino solo en escribir”, confiesa. Dice que la mejor manera de llegar a serlo es no pensarlo. “En mi caso, querer ser un escritor me impidió serlo”, añade. Hoy juzga que eso era una interferencia.

Pero reconoce que su trabajo editando textos de otros en nuestra revista le sirvió para afianzar su oficio de contar historias. “Pero corregir a otros y no escribir mis propios textos, provocó una crisis de abstinencia y me llevó a renunciar”, rememora. Entonces sentía una gran frustración y hasta casi se desbarrancó físicamente.

Cuando decidió dejar el periodismo, el espejo en que se miraba era Mario Vargas Llosa, a quien luego llegaría a conocer bien. Gamboa se dio cuenta que el Nobel de Literatura, a su edad, ya había escrito “La ciudad y los perros”, y él quería emularlo. “Cosas de chiquillo tonto”, sonríe. Solo lo pudo conocer cuando le hizo llegar el ensayo con que postuló a la Universidad de Boulder, donde analizaba una de sus novelas. Al Nobel le gustó el ensayo, pero entonces solo se limitó a sonreírle cuando Gamboa le confesó que quería ser escritor. La recompensa vino después. Cuando ya había publicado “Punto de fuga”, en una entrevista Vargas Llosa declaró que este libro era uno de los que más le interesaban. Semejante halago lo llevó a volver a buscarlo. Vargas Llosa le dijo entonces que él, más que un cuentista, era un novelista. “Mario fue una motivación para organizar mi vida”, señala Gamboa

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