Rafo León: “No se puede construir un país sin escrúpulos”
Rafo León: “No se puede construir un país sin escrúpulos”
Maribel De Paz

El altar es nutrido, y diverso. Están ahí el Divino Niño Jesús, pero también la Melchorita y la Beatita de Humay, cruces y amuletos varios y, de yapa, un poco de arena de Playa Girón. “Yo no creo en Dios, pero sí en su burocracia intermedia”, afirma sobre las deidades que lo amparan en su estudio miraflorino, y reclama: “La vida no puede ser este valle de lágrimas”. Con más de una década conduciendo su programa Tiempo de Viaje, la pregunta de rigor cae sola. Veamos.

—¿Viajar sigue siendo un placer?
 Si no lo fuera no lo haría profesionalmente, pero es muy demandante y a las seis de la tarde soy un despojo humano. Todo el equipo se va a chupar y yo estoy tirado en la cama. Son, sin embargo, los días en los que más leo y escucho mú- sica. Los viajes sirven para conectarte, informarte, sentir, meditar, lo cual hago ahora de manera más sistemática, tratando de mantener la noción del presente: no arrastrarte por el pasado ni proyectarte a lo que todavía no ha ocurrido. Se trata de centrarte durante una hora en ti, no en si te pagaron o no en tu trabajo. Es una búsqueda de sentido, que quizá no lo encuentre nunca, pero la búsqueda ya es algo. La sociedad avanza hacia banalidades que no valen la pena.

—¿Qué vale la pena?

El arte, las amistades más cercanas y ciertas luchas afectivas. Tiene sentido luchar por mantener tu pareja, por ejemplo, cuando la tendencia liberal te dice “deshazte de ella, sé libre”. Por otro lado, la soledad es un horror.

—¿Y cuál es el peor horror que estamos cometiendo como nación?

Creo que la inoculación, en la que el gobierno de Fujimori tiene una responsabilidad tremenda, de la idea de que es legítimo vivir sin escrúpulos y que tienes derecho a hacer lo que te dé la gana sobrepasando cualquier respeto por el contrato social. Eso es lo más catastró- fico, porque de ahí parte desde la piraña que te roba hasta la minera que coimea al gobierno. Y bajo esa noción de una vida sin escrúpulos no puedes construir un país.

—Si los viajes son iluminadores, ¿adónde deberíamos enviar a nuestros políticos para que reflexionen? ¿Adónde enviarías a Humala, por ejemplo?

Lo mandaría adonde se están muriendo de neumonía los niñitos de las alturas de Puno, para que vea que esto no se resuelve mandando frazadas, que eso es estúpido. El problema del friaje existe desde que existe el territorio, pero no se morían así. ¿Y por qué lo hacen ahora? De esto solo te enteras viajando: antes construían con adobes y techos de paja, materiales térmicos, y ahora, con la falsa modernidad, con ladrillo y techos de calamina, que hacen de tu casa un refrigerador. Yo llevaría a Humala y Nadine a los lugares donde se dan los problemas y donde está el camino de las soluciones.

-En medio de esta Lima caótica, ¿dónde residen los verdaderos placeres urbanos?

La ciudad te pone en una tendencia casi suicida, pero lo que sí me gusta es caminar por La Paz y Esperanza, en Miraflores, donde están los anticuarios, entrar y conversar con esta gente que tiene una sabiduría y una cultura que ni te imaginas, y a la que excluimos porque somos excluyentes. ¡¿Por qué tenemos a Diana Álvarez Calderón sentada en el Ministerio de Cultura, carajo?! Lady Di con Tola decidiendo sobre la cultura peruana. Es alucinante.

-¿Cuál es tu gran viaje pendiente?

Quiero ir a Haití, un país absolutamente trágico, pero en el que la gente tiene una resiliencia, un aguante, que te desahueva. Quiero ir a los sitios a los que nadie iría: Haití, los Balcanes, el norte de África. Si hay que morir mejor que sea degollado en la televisión antes que en una cama con una vía en la vena. No le tengo miedo a la muerte, pero no quiero morir en el sinsentido. Me gustaría morirme en un hotel simple en Vilcashuamán, ver el amanecer absolutamente maravilloso, con el templo inca y las construcciones españolas encima, sentarme en una mesa e irme.

Y en ese último momento, ¿cuál sería esa primera imagen, la más sentida de tu infancia, que vendría a ti?

Esa la tengo clarísima. Caminando de la mano con mi abuela por las calles de San Pedro de Lloc, rumbo al mercado. Ella me salvaba de situaciones familiares horrorosamente difí- ciles y me llevaba a una casa de fines de la República que tenía allá, que estaba hecha pedazos, donde no había ni baño y había que ir a cagar a la huerta en un cajón debajo de un tamarindo donde decían que se aparecía la mujer decapitada. Esta señora, cuyo marido se había pegado un tiro y había perdido tres hijos, era la serenidad.

—¿De qué te salvaba?

De crisis familiares... hay tantas formas de violencia, pero la peor es la de la indiferencia. La violencia de ser considerado inexistente. Y esta señora aparecía, con su serenidad de hierro y un gran sentido del humor y me hacía significar, me daba sentido. Yo tenía cuatro años. Y por eso es que yo persisto. Son los paraísos perdidos. Y no es metafísico ni brujería, es lo que a uno le tocó vivir. Yo tengo una peculiar sensibilidad: me gusta mucho el alma femenina, en gran medida por esta señora. Los hombres estamos fregados, no podemos ni recibir ni darnos afecto entre nosotros. Es el machismo bruto, la competencia de quién la tiene más larga, y yo detesto competir. La vida no es eso, pues.

-HORIZONTE CERCANO
-Ruta de alto vuelo
 Volcanes, adrenalina y tradición. Rafo León llevará al viajero por una nueva ruta. El 12 de agosto, por Plus TV, estrenará el primero de dos programas dedicados a Ecuador, en el que tendrá a Quito como punto de partida para un recorrido por el sur del país vecino. El segundo programa se estrena el 26 de agosto y estará íntegramente dedicado a la ciudad de Cuenca, feliz mezcla de tradición y modernidad. “Hay una cosa absolutamente envidiable en Ecuador en relación con el Perú”, afirma Rafo, “y es el descentralismo: las provincias tienen autonomía presupuestal, los habitantes adoran sus ciudades y existe un sentimiento de que están empoderados de ellas”. Para tomar nota.

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