Diversos retablos producidos por Raúl Vásquez. (Foto: Raúl Vásquez).
Diversos retablos producidos por Raúl Vásquez. (Foto: Raúl Vásquez).
Ricardo Hinojosa Lizárraga

Bailes y fiestas dedicados a la cosecha; escenas de profundo impacto religioso; ceremonias dedicadas a la fertilidad. Hoy, incluso, hay quienes recrean, con mucha sensibilidad, la recuperación de pacientes de Covid. El retablo es historia, tradición, momento que insiste en perennizarse sin ser cuadro o fotografía. Es herencia, es un monumento en chiquito a la vida cotidiana. De hecho, es la vida volviendo a suceder gracias al trabajo de dos manos. Y son esas manos, blancas de masa, diez dedos que son en realidad diez obreros trabajando de sol a sol, las que esculpen lo que en breve será luna, será nube, será tierra, será oveja, montaña, cielo, dios o ser humano que ocupará un lugar en su propio retablo. Aunque puede haber distintos estilos, hay una sola forma de hacerlo. Con mucho cuidado. Con respeto. Con atención máxima al detalle. En silencio y con delicadeza. Concentración, expresión artística, creatividad. Todo se pone en juego al momento de construir un retablo, ese arte tradicional que puede ser, al mismo tiempo, un retrato costumbrista de nuestro país. Ya lo hemos visto en la que triunfa hoy en : la relación entre un padre y su hijo es más cercana y más fuerte si el retablo es el alma de aquel amor filial.

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Durante muchos años, compartió el tiempo de su vida profesional con la elaboración de figuras de plastilina, para lo que demostró tener un talento extraordinario. Raúl Vásquez, comunicador, músico y clown, tenía, sin embargo, un pendiente guardado en el corazón: aprender los secretos del retablo peruano. La oportunidad le llegó en un evento del Mincetur –que le otorgó un lugar en su directorio de artesanos nacionales-, en el que coincidió con don Silvestre Ataucusi, fundador del Museo Casa del Retablo en Ayacucho y uno de los más importantes maestros vivos. “Siempre estoy buscando nuevos pupilos”, le dijo aquella vez. La invitación para su taller en Ayacucho estaba dada. Raúl, sin pensarlo dos veces, aprovechó un feriado de su trabajo y llevó su entusiasmo a la sombra de los andes peruanos. Fueron días que cambiaron su vida. Observó, entendió, aprendió y aplicó. “Arte mío” decía una inscripción sobre un retablo que retrataba a un vendedor de guitarras. Ese fue su primer trabajo. “Mi bisabuelo tuvo una vida muy aventurera –nos cuenta Raúl–. Era carpintero y fabricante de instrumentos. Se llamaba Artemio Munayco y siempre decía ‘yo llevo el arte en la sangre, el arte es mío, por eso me pusieron Artemio’. Mi bisabuelo amaba la historia del Perú y, casi sin querer, terminó siendo parte de ella. Él hizo la primera guitarra que tuvo Felipe Pinglo. Cuando era joven conoció, además, a Don Amador Ballumbrosio y aprendió a fabricar cajones, aunque luego se especializó en instrumentos de cuerda, convirtiéndose en luthier. Por si fuera poco, gracias a un amigo, se coló en una de las expediciones de Julio C. Tello”. Como muestra de las vueltas que da la vida, Raúl conoció estas historias, del “bisabuelo loco aventurero”, recién hace un par de años, gracias a unos parientes chinchanos que conoció a través de Facebook. Hoy, inspirado por aquellas experiencias de su sagaz ancestro, está escribiendo un libro, mientras sigue perfeccionando su arte.

RETABLO DE UN ARTISTA EFERVESCENTE

Antes de iniciada la pandemia, Raúl tenía confirmada una exposición en Berlín. “Nuevamente, todo fue por una casualidad. Un ex enamorado de una amiga de mi hermana que vive en Alemania –así de caprichosa la conexión- vio mis figuras en Internet y me pasó la voz. Resulta que trabajaba en la Isla de los Museos en Berlín y que su jefa estaba buscando exposiciones diferentes y novedosas y mis figuras le habían encantado”. La exposición sería sobre dioses, mitos, leyendas y personajes del Perú, pero, dadas las circunstancias, no le queda otra que esperar al 2021. Hoy, en su día a día creativo, ha postergado un poco la plastilina. Para los retablos –donde normalmente se usa masa de papa con yeso- prefiere trabajar con arcilla polimérica, un material muy similar a la plastilina –a la que algunos le dicen plastilina profesional–, pero que se hornea y se endurece. Con esta arcilla, Raúl puede mejorar el nivel de detalle de cada pieza y cada elemento decorativo, aunque eso no es lo único importante. “No es cuestión de sentarse y modelar. Hacer un retablo implica toda una preparación espiritual y emocional. Lo último son las manos. Primero tienes que tener el corazón latiendo a mil para saber que lo que estás haciendo lo haces con amor. En todo lo que hago trato de reflejarlo. Parte de mi corazón se va en cada una de las piezas que elaboro”, confiesa Vásquez, a la vez que reconoce que este arte no se trata solo “de pegar figuritas”, sino de contar una historia, tal como le dijo, desde un principio, el maestro Ataucusi. “Piensa en algo que te evoque felicidad, una historia que quieres que todos conozcan, la posibilidad de honrar a alguien”, le dijo cuando estuvo con él en Ayacucho. Por eso, aquel primer retablo se lo dedicó a su bisabuelo.

Raúl Vásquez trabajando en una de sus figuras. Para su elaboración utiliza principalmente arcilla polimérica, un material similar a la plastilina que se endurece tras ser horneado. (Foto: Raúl Vásquez)
Raúl Vásquez trabajando en una de sus figuras. Para su elaboración utiliza principalmente arcilla polimérica, un material similar a la plastilina que se endurece tras ser horneado. (Foto: Raúl Vásquez)

Y fue también gracias a la memoria de su bisabuelo que recibió una de las más grandes satisfacciones por su trabajo, cuando el papa Francisco llegó a Lima en enero del 2018: le encargaron elaborar una pieza artística que le sería obsequiada al sumo pontífice. “Y ahora, ¿qué hago? ¿Qué cosa representativa podría hacerle al papa?”, me dije. Y ahí fue que se me ocurrió hacer un retablo, porque con él tuvimos una historia desde pequeñitos. Entonces, me acordé que mi abuelita siempre hablaba de su papá –mi bisabuelo Artemio–, natural de Chincha, considerado todo un personaje en su época. Además de las peripecias ya contadas, hacía barriles y tinajas para vino, tallaba mucho en madera y era un maestro modelando formas. Cuando llovía, incluso, recogía el barro de las laderas del río y se ponía a esculpir con él". Definitivamente, el lado artístico de Raúl Vásquez viene por ahí. Pero don Artemio se quedó con un pendiente: nunca llegó a dominar el arte del retablo, algo que siempre deseó. Raúl llegó, tres generaciones después, para completar su misión. Toda su vida le dijeron que los maestros estaban en Ayacucho. Y en Ayacucho terminó aprendiendo y consolidándose como representante de una nueva generación de retablistas. “Así estaré con Jesús cuando me lo encuentre en el paraíso”, le dijeron que comentó el papa, con una gran sonrisa, cuando recibió el retablo que él elaboró.

Retablo de Raúl Vásquez ofrecido al papa Francisco durante su visita a nuestro país en 2018. (Foto: Raúl Vásquez)
Retablo de Raúl Vásquez ofrecido al papa Francisco durante su visita a nuestro país en 2018. (Foto: Raúl Vásquez)

Hoy, Raúl no solo realiza retablos tradicionales, sino también modelos novedosos: alguno inspirado en El Principito, otros con funkos, algún otro sobre la Pachamama o incluyendo superhéroes. Además, les agrega un elemento que los hace interactivos: un código QR en la parte de atrás, que cuenta la historia de cada retablo. “La idea es que el retablo, más que un adorno, sea una experiencia cultural”, dice Vásquez. Paralelamente, sigue trabajando figuras independientes. Entre ellas puede encontrarse un funko en homenaje a Stan Lee, que reúne en su cuerpo las partes de varios de sus personajes; también está Felipe Pinglo, Amador Ballumbrosio, los toritos de Pucará, el chalán tradicional peruano, Túpac Amaru, Miguel Grau, el Señor de Sipán, los danzantes de tijeras, el dios Ai Apaec, He Man, Aquaman o hasta John Wick. “Siempre trato de innovar sin perder lo tradicional”, asegura el artista. “Mi idea es trabajar las dos corrientes en paralelo: la tradicional, con la influencia andina, y la que tiene referentes de la cultura pop. Lo que he tratado de hacer también es fusionar un poco las técnicas”, anota.

Como Raúl también es músico, compone o participa en las piezas que se usan como fondo a la información que se brinda con el código QR. Antes de iniciado el estado de emergencia, la embajada del Perú en Singapur le pidió 14 retablos para hacer una exposición. Aunque todo está detenido por ahora, espera que pronto pueda concretarse. Después de todo, a su bisabuelo también le hubiera encantado explorar y conquistar Asia con su talento.

Retablo con el tema de "El principito", libro escrito por Antoine de Saint-Exupéry. (Foto: Raúl Vásquez)
Retablo con el tema de "El principito", libro escrito por Antoine de Saint-Exupéry. (Foto: Raúl Vásquez)

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