"Asesinato en el Expreso Oriente" reúne a intérpretes de diversas generaciones. (Foto: Difusión)
"Asesinato en el Expreso Oriente" reúne a intérpretes de diversas generaciones. (Foto: Difusión)
Sebastián Pimentel

No dejan de aparecer películas que tienen al tren como motivo romántico de suspenso y misterio (“La chica del tren”, 2016), dispositivo de acción y sobrevivencia (“Imparable”, 2010) o escenario de fuga apocalíptica (“Estación zombi”, 2016). “Asesinato en el Expreso Oriente” pertenece al primer apartado. Basada en una novela de , cuenta la investigación de un crimen por parte de Hércules Poirot, detective icónico de la literatura policial de todos los tiempos.

La novedad en esta adaptación –que ya tuvo un ilustre predecesor con la película homónima dirigida por Sidney Lumet en 1974– es que la filma y protagoniza Kenneth Branagh. Más conocido como buen adaptador de Shakespeare a la pantalla –es ya célebre su “Enrique V” (1989)–, últimamente Branagh no ha podido estar a la altura de sus mejores años tras las cámaras. El recuerdo de su talento como realizador, ahora desperdigado entre encargos cumplidos con mayor o menor éxito comercial –“Thor” (2011) y “Cenicienta” (2015)–, hace extrañar al Branagh más arriesgado y personal.

Los primeros minutos de “Asesinato en el Expreso Oriente” presentan a Poirot (Branagh) como un maniaco perfeccionista que, en un tono de humor negro que hubiéramos querido que esté más presente, resuelve un delito menor en las tierras de Israel. Sin embargo, ese tono jocoso cambia hacia una seria intriga narrada con esmero preciosista y retratos de caricatura una vez que empieza el viaje del detective al interior del tren. Los otros pasajeros de la aventura, eso sí, encarnados por un atractivo ramillete de estrellas de varias generaciones, desde Daisy Ridley hasta Judi Dench, pasando por Penélope Cruz, Willem Dafoe, Johnny Depp y Michelle Pfeiffer.

Branagh falla en dos puntos capitales: la dosificación del suspenso y en el aprovechamiento de sus actores. Sin lugar a dudas, Hitchcock hubiera estado enfadado ante una lógica de montaje demasiado verbosa, y que privilegia en exceso al personaje Poirot en desmedro del conocimiento del resto. Si la cinta es medianamente entretenida, se debe al estilo clásico que permite apreciar el inevitable lucimiento de actores de raza. Entre esas virtudes técnicas, también destaca el diseño de producción, meticuloso y detallista para recrear los años 30 del siglo pasado.

No obstante, lo mejor del filme es, paradójicamente, la construcción que Branagh hace de Poirot. Las maneras de dandy socarrón no dejan de asombrar, entre el tono maniqueo de sus reflexiones y un contrapunto autoindulgente. Más adelante, en el último tramo del filme, Poirot adquirirá otro semblante. Uno más shakespereano, ya que tiene que lidiar con una especie de verdad dramática que no termina de convencer. En ese momento, ya es muy tarde para que el relato de misterio adquiera las galas de un drama wagneriano –ese que, en el fondo, Branagh parece apreciar más–.

Esta adaptación de Agatha Christie no solo dejará insatisfechos a los fans del género de misterio. También frustra a quienes hemos visto con fascinación los angustiantes complots al interior de algunos de los mejores trenes del cine, sobre todo los de Hitchcock. Branagh da otros pasos en falso –como el de incorporar alguna secuencia de acción con un Poirot más parecido al Ethan Hunt de “Missión: Impossible” que al héroe clásico de Christie–. Pero el principal error es el no haber aprovechado las posibilidades de un escenario que es, por lo general, adecuado para la claustrofobia, la desesperación y la pesquisa, y haberlo convertido en una excusa para la ilustración didáctica y epidérmica.

Calificación: 2 estrellas de 5
Título original: “Murder on The Orient Express”.
Género: misterio, crimen, drama.
País y año: USA y Malta, 2017.
Director: Kenneth Branagh. Actores: Kenneth Branagh, Johnny Depp.

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