Maestro en jugar con el lado oscuro del ser humano, el cineasta Atom Egoyan es el invitado de honor del Festival de Cine de Lima. El certamen organizado por el CCPUCP terminará el 12 de agosto. (Foto: Alessandro Currarino)
Maestro en jugar con el lado oscuro del ser humano, el cineasta Atom Egoyan es el invitado de honor del Festival de Cine de Lima. El certamen organizado por el CCPUCP terminará el 12 de agosto. (Foto: Alessandro Currarino)
Enrique Planas

Antes de iniciar la entrevista comparto con él una noticia reciente: “La fiscalía alemana confirmó que Oskar Gröning, ex oficial nazi de 96 años, conocido como el ‘Contador de Auschwitz’, por su complicidad en el asesinato de 300 mil personas en ese campo de concentración”. Para quien cree que el tiempo lo cura todo, una sentencia como esta puede parecer tan tardía como absurda. Sin embargo, para el director Atom Egoyan, hay crímenes demasiado atroces como para perdonar a sus responsables.

“Recuerda que soy armenio. Soy la persona menos indicada para hablar sobre lo absurdo de la justicia en el tiempo”, me dice.

“Nosotros estamos todavía buscando justicia 100 años después del genocidio en mi país. Sus perpetradores no se conocen y el Estado Turco se niega a reconocerlo. Es parte de mi conciencia y algo que activamente trato de llevar a la opinión pública”, afirma.

Conversar sobre el castigo, el tiempo y la memoria con el invitado principal del tiene que ver con su más reciente filme: “Remember”, que cuenta la caza a un nazi guardián en Auschwitz a manos de Zev (Christopher Plummer), octogenario sobreviviente del campo de concentración que sufre de demencia. Él cuenta con el apoyo de Max (Martin Landau), su compañero del asilo y cerebro de una misión que también será su condena.

—El tema de la memoria atraviesa diametralmente su obra. En sus filmes, esta nos define y, sin ella, no somos nada...

Es parte de mi crianza. Para los descendientes de armenios, si tú no recuerdas quién eres, no eres nada. Tenemos una historia muy inconveniente: si olvidas, una gran catástrofe dejaría de tener significado. Muchas culturas pueden vivir sin memoria y, a veces, lo envidio. Vivir sin recordar quizás sea lo más saludable. La mente se acomoda y ajusta. Sin embargo, hay algo que tiene que ver con la justicia personal.

Atom Egoyan. (Foto: EFE)
Atom Egoyan. (Foto: EFE)

—En “Remember”, un ex nazi asume la identidad judía para no ser descubierto. Lo curioso es que, con el tiempo, asume el papel de forma natural y llega a creerlo...

No es algo perverso. Es la condición en la que vives. El personaje de Christopher Plummer ha creado para él una nueva cultura como hombre judío. Y lo que empieza como una memoria reprimida se convierte en una memoria suprimida. Es una condición psicológica: cuando tú reprimes algo por mucho tiempo se vuelve inconsciente. Y esto es lo que genera la confrontación entre dos memorias, una suprimida y otra reprimida.

—Es fantástico cómo funciona la memoria. Uno puede inventarla y luego creerse su propia mentira.

Sí. Es fascinante. No hay una manera uniforme para todos. Nunca es igual. Mi hijo recuerda haber sido abandonado por su madre en un centro comercial. ¡Y eso nunca pasó! Pero él insiste. Leí que esa es una pesadilla recurrente en muchos niños, algo que sucedió solo en un estado inconsciente. Pero es tan vívido para él que es como si en verdad hubiera pasado.

—¿Esa confusión podría replicarse en las memorias colectivas?

Mi esposa es del Líbano, y cuando vamos a Beirut, vemos cómo la gente no recuerda la barbarie de la guerra civil. Si vivieran recordando siempre, se odiarían los unos a los otros todo el tiempo. La gente se cansa de la violencia. Recordar todo el tiempo te agota. Una sociedad tiene que definir lo que le conviene recordar de manera sana. Negociar con la memoria, ver qué recuerdas y qué no, estar atento además a la justicia y el comportamiento criminal. Ustedes también lidian con eso aquí, por supuesto.

— Además de su gran puesta en escena, “Remember” brilla por la actuación de Christopher Plummer. ¿Cómo interpretó a un personaje senil, incapaz de recordar?

Hay algo curioso con Christopher Plummer. Lo veíamos interpretar a un personaje judío y nos cuestionábamos un poco haberle dado el papel. Él solía hacer personajes nazis, y ahora interpretaba a un judío. Eso hace que el final de la película sea mucho más interesante todavía. Así, nuestra primera sospecha se justifica: él aparenta ser algo que no es. Ahora él tiene 88 años y muchos de sus amigos sufren de Alzheimer. Por eso los detalles de su trabajo son excepcionales. Por la demencia senil de su personaje, no hay nada en su mente. Solo tiene el presente y nada más. Y mantener eso es muy difícil. Y son los detalles con los que trabaja el presente lo que hace que no podamos despegarnos de su interpretación.

—Martin Landau, recientemente fallecido, es su contrapeso en “Remember”. ¿Cómo fue trabajar con él?

¡Fue algo excepcional! Trabajé con él cuando yo tenía 25 años, al dirigir un episodio de “Alfred Hitchcock presenta”, con él de protagonista. Él había trabajado con Hitchcock en “North by Northwest” y cada día, al final de la filmación, nos contaba historias. ¡Yo me pellizcaba el brazo para ver si no soñaba. ¡Tantas historias! Sobre Hitchcock, sobre James Dean, sobre el Actor’s Studio. Ahora las historias se acabaron.

—Si no hubiera sido por Woody Allen o Tim Burton, Landau habría desaparecido de la escena hace mucho tiempo. ¿Por qué Hollywood es tan cruel con tan buenos actores?

Por algo que Martin sería el primero en decir: a veces, los actores toman decisiones equivocadas y su valor en el mercado disminuye. Eso les da mucho miedo. Cuando estás en tu momento de mayor éxito, piensas qué decisiones tomar para seguir estando arriba y no caer. Cuando trabajé con él hace 30 años, Landau había perdido su capacidad de trabajar en Hollywood, pero trabajaba con Raúl Ruiz en pequeñas películas. Pero cuando vi “Crímenes y pecados” de Woody Allen, fue increíble. Allen fue muy generoso al darle ese papel, porque le devolvió la dignidad. Eso sucede en Hollywood: muchos actores pierden su dignidad , no personal, pero sí profesional. Necesitan sobrevivir, tienen que trabajar, y si el trabajo no llama la atención, su valor en el mercado disminuye.

—Es como jugar a la bolsa.

Y mira que hay un montón de mánagers y agentes alrededor tuyo que se supone te ayudan a tomar esas decisiones. Lo mismo pasó con Christopher Plummer. Después de “La novicia rebelde” tomó una serie de decisiones terribles en el cine, mientras que en el teatro tuvo una carrera fantástica. Hasta que llegó Michael Mann y lo reclutó para “El informante”, por la que consiguió una nominación al Óscar. Es raro cómo funcionan las cosas. A veces suben, otras veces bajan.

Kevin Bacon, Atom Egoyan y Rachel Blanchard en la presentación de "Where the Truth Lies" en el Festival de Cannes del 2005. (Foto: AFP)
Kevin Bacon, Atom Egoyan y Rachel Blanchard en la presentación de "Where the Truth Lies" en el Festival de Cannes del 2005. (Foto: AFP)

—Una de las pistas en su filmografía es la presencia de niños. A veces son víctimas, otras ángeles guardianes como ocurre en “Remember”. ¿Qué representan para usted?

Me interesa mucho el tema de la inocencia. Hay personajes que tienen inocencia, pero esta ha sido dañada de alguna manera. Me gusta trabajar los momentos en que percibimos la inocencia, que a veces no resultan tan simples.

— Finalmente, señor Egoyan, ¿qué espera encontrar en el Perú?

Estuve un tiempo en México, y trato de diferenciar lo maya, lo azteca y lo inca. Me asombra que no hubiera conexiones entre estas culturas. Además me encanta Vargas Llosa. Leí “Conversación en La Catedral”, y pude verla al pasear por la Plaza de Armas.

—Discúlpeme, pero La Catedral es un bar. Y ya no existe...

¡Ah, pero eso fue lo que me dijeron! También fui al bar Maury. ¿Se parecería al de la novela?

— Lo dudo, se trataba de una cantina barata...

Mira tú. ¡Después de todo lo que hemos hablado, este es un gran ejemplo del momento en que una memoria se pervierte!

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