"Bajo la misma estrella", un filme que se pierde en lo fácil
"Bajo la misma estrella", un filme que se pierde en lo fácil
Redacción EC

RODRIGO BEDOYA FORNO ()

El cine y las enfermedades pueden ser una combinación temible: la tentación de la sensiblería y los golpes bajos siempre están presentes, y más aún si hablamos de adolescentes. “”, basada en una popular novela juvenil, se mete de lleno en el reto de contar una historia de amor entre dos adolescentes con cáncer. Hazel () tiene que vivir con un tanque de oxígeno al lado por un cáncer de tiroides que hizo metástasis a sus pulmones, mientras que Gus () tiene un osteosarcoma que hizo que le tuvieran que amputar una pierna. Ambos se conocen durante una terapia de grupo, y la química es inmediata.

Y, justamente, lo más interesante del filme radica en cómo ese romance evoluciona. Porque, durante los primeros 45 minutos, la cinta y sus protagonistas miran el cáncer como algo normal y cotidiano, con el que incluso se puede bromear. Hay un humor irónico en esa primera parte que aligera el aire trágico de la situación; un humor basado en lo cotidiana que resulta la enfermedad para sus personajes. Así, sin cargar las tintas, “Bajo la misma estrella” logra que nos involucremos con sus personajes, desde Hazel hasta el amigo de Gus que asume que va a perder la visión con una firmeza muy divertida.

Pero, de pronto, viene el viaje a Holanda de los personajes. Y ahí todo se desmorona. Ya el momento en la casa de , donde el dolor físico de Hazel es acompañado por extractos leídos del mítico diario, nos hacía ver que aquello que parecía tan natural y fluido comenzaba a ser resaltado. Lo que sigue es eso: el cáncer se vuelve protagonista, pero de la peor manera posible. Los personajes comienzan a expresar su dolor a partir de largos y graves discursos en los que gritan cómo sufren y cómo quieren, como si eso no hubiera quedado claro en la primera parte de la cinta y fuese necesario gritarlo a los cuatro vientos.

De pronto, “Bajo la misma estrella” se convierte en una cinta grave. Y cada momento se convierte en una pequeña lección de vida, con los protagonistas machacándonos su dolor. La cinta borra con una mano todo lo que había construido con la otra: la cotidianidad con la que era tratada la enfermedad da paso a una seriedad en la que el dolor se resalta con llantos, discursos y una música meliflua que quieren conmover a la fuerza. Una pena que el filme se haya decantado por el lado fácil de la gravedad y los golpes bajos. Y una pena, sobre todo, porque el camino que la cinta construía comenzaba más interesante que eso.

FICHA
PAÍS Y AÑO:
EE.UU., 2014.
DIRECTOR: Josh Boone.
ACTORES: Shailne Woodley, Ansel Elgort, Willen Dafoe, Laura Dern.
GÉNERO: Drama.
DURACIÓN: 126 minutos.

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