RODRIGO BEDOYA FORNO

La fe mueve montañas. La fe en un santo, en un amor, en un equipo de fútbol. La fe mueve a Félix, un hombre con un pasado trágico y que fabrica billetes falsos, a buscar redimirse de sus pecados entrando a la hermandad del Señor de los Milagros.

La fe mueve a Vicente, un policía, a buscar una cura para la enfermedad de su esposa. La fe mueve a Narciso, barrista de la U, a buscar una salida para su hermano, preso por un trágico hecho.

Tres historias movidas por la fe son la base de El evangelio de la carne, la cuarta película de Eduardo Mendoza y un salto cualitativo enorme en su filmografía. Una cinta con historias e imágenes contundentes que tienen un hilo conductor: Lima.

Una de las cosas que me interesaron cuando Eduardo conversó conmigo fue la forma de interpretar la realidad nacional a través de la fe, comenta Ismael Contreras (Félix). En el caso de mi personaje, no basta la justicia humana para ser redimido de lo que ha cometido: necesita que sea un ser superior, Dios, el que lo haga, añade.

Sebastián Monteghirfo (Narciso) se sintió justamente vinculado por el retrato de Lima que leyó en el guion. Hay películas peruanas que las puedes ubicar en cualquier otra ciudad y no pasa nada. Aquí, la protagonista es Lima: sus creencias, sus acontecimientos, y rescatar eso fue importante para contar una historia de nuestra ciudad”, indica el actor, quien, como su personaje, es hincha de la ‘U’. “El tema de las barras e ir al estadio era conocido para mí, y pude jugar en las escenas con mi experiencia, agrega el intérprete.

Para hacer del policía Vicente Gamarra, Giovanni Ciccia trabajó con gente de la comisaría de Villa El Salvador. “Hicimos varias comisiones, yendo en patrulleros, manejando armas, llenos de adrenalina. Una noche nos metimos a un burdel clandestino y sentimos miedo”, recuerda el actor, quien hizo ese trabajo con Lucho Cáceres, su compañero en el filme.

OTRO DIRECTOR Ciccia trabajó en cuatro películas con Mendoza, y siente que El evangelio de la carne fue distinta. Su estilo de dirección cambió. Se comprometió muchísimo. Ha sido una dirección más emotiva, intuitiva, lo que dificulta el trabajo porque no lo puede verbalizar”, explica el actor. Pero el resultado es notable, porque la dirección está impresa de sentimientos.

Y eso se siente en la descripción de los personajes, ambiguos y llenos de contradicciones. Y, justamente por eso, humanos.

Todo consistió en descubrir la ambivalencia del ser humano: mientras cree una cosa, actúa haciendo otra, señala Contreras.

Lo que mi personaje hace es un delito. Pero lo que hace es muy humano: este accionar entre la creencia y el delito, entre la ciudad y la fe.

Los que vean El evangelio de la carne verán una ciudad que respira, que habla a partir de sus ritos y costumbres, de su lado más visible, pero también de su lado más marginal. Como los momentos finales, en la procesión del Señor de los Milagros, donde los personajes demuestran su último acto de fe. Llegamos a la procesión a las 4 a.m., y hemos tenido que ir a contracorriente, no teníamos permiso para interactuar en ella, y teníamos que llegar a las andas, comenta Ciccia, quien considera que esta es una de las experiencias más importantes de su vida.

El evangelio de la carne habla de Lima, de su gente, de sus costumbres, de sus pasiones. Porque todo es cuestión de fe.