F-27: nuestra crítica del filme sobre tragedia de Alianza Lima
F-27: nuestra crítica del filme sobre tragedia de Alianza Lima
Redacción EC

, de Willy Combe, busca unir dos elementos que, en teoría, podían dar un resultado interesante. Por un lado, la caída del Fokker del Alianza Lima en 1987 fue un hecho que marcó a toda una generación, sin importar el hinchaje: en ese avión se fueron jugadores talentosos y un cuerpo de técnico muy reconocido. Y la tradición popular se ha encargado de darle al hecho un halo de misterio, bien complementado por el secretismo con el que las autoridades manejaron el caso.

Justamente, la cinta aprovecha ese costado más bien oscuro que pende sobre los sucesos para crear una historia ficticia, buscando acercar al filme al ‘thriller’ que lidia con las teorías de la conspiración. Por eso,el periodista Eduardo Morán (Óscar López Arias) es contratado para callar las nuevas investigaciones que están surgiendo sobre el tema después que se encontraran unos restos ligados al accidente. Restos que son analizados por Laura Pinillos (Karina Jordán), antropóloga forense que descubre que hay rastros de balas en uno de los esqueletos.

Como se ve, la premisa puede resultar atractiva: jugar con la incertidumbre siempre le ha dado al cine posibilidades expresivas interesantes. Pero justamente el problema es que la cinta no las aprovecha. Por un lado, la investigación que libra la doctora y el sabotaje que busca el periodista son elementos que la película ilustra pero sin conectarlos entre ellos, lo que hace que la acción se diluya muy rápidamente. De esta manera, lo que terminamos viendo son hechos que quizá tienen una conexión entre sí en el guión, pero que no están unidos a partir de la tensión o del misterio que podría generar la puesta en escena. Los momentos que deberían ser más tensos parecen una mera ilustración de lo que dice el guion, lo que les resta fuerza.

Esa sensación de desconexión hace que las situaciones se sientan aisladas unas de otras, y que la acción se estanque. Eso, de algún modo, también afecta la verosimilitud de la historia. Por ejemplo, el personaje de Óscar López Arias pasa de ser un obstáculo para la investigación a alguien que comienza a ayudar a la doctora para resolver el misterio de lo que de verdad pasó en el F-27. El tema está en que esa transformación nunca resulta hilvanada con los elementos de la historia que podrían haber llevado a ella. ¿En qué momento se convenció el buen Eduardo Morán que tenía que volverse el bueno de la película? Si bien en el papel puede estar explicado, en la cinta ese cambio se siente forzado ya que no hay una progresión que lleve al mismo.

Tampoco ayuda el hecho que el único recurso del actor para expresar su transformación sea una gestualidad exagerada: López Arias expresa su tensión abriendo los ojos y moviéndose nerviosamente. Y esos gestos se repiten una y otra vez, como si fuera la única manera de la cinta de mostrar la turbulencia interna del periodista. De más está decir que el recurso se agota rápidamente y la repetición del mismo caricaturiza al personaje, impidiendo que podamos convencernos de su intranquilidad.

"F-27" se maneja, en buena medida, a través de oposiciones. Un ejemplo concreto: la relación entre el personaje de Jordán y su jefe, que interpreta el buen Hernán Romero. Ella es una científica rigurosa y preocupada; él es un tipo al que no le importa recibir una buena coima para impedir que una investigación salga a la luz. El tema de la corrupción no es algo nuevo y queda claro que campea en todos los segmentos de nuestra sociedad: el asunto está en cómo representarlo. Y el personaje de Romero es un estereotipo de corrupto: alguien que verbaliza demasiado sus intenciones y que tiene ese lado criollo que se siente más representado que real.

Y lo mismo se puede decir del piloto del Fokker, que resulta la clave para entender que fue lo que verdaderamente ocurrió en el avión. Más allá de la gestualidad exagerada muy típica del villano, resulta poco creíble la facilidad con la que saca el arma que lo acompaña, lo mismo que su constante estado de crispación. En ese personaje es donde se siente más el peso de la caricatura: se busca crear un villano que tenga todos los ‘tics’ que uno pueda imaginar dentro del universo de los malos en el cine. Y, lamentablemente, lo que se consigue es un estereotipo que le resta fuerza y credibilidad a la propuesta.

"F-27" busca hacer una ficción a partir de un hecho bastante trágico, que enlutó a toda una nación. La opción, como cualquier otra, resulta bastante válida. El tema está en saber aprovechar los recursos que permite el ‘thriller’, un género rico como pocos. La cinta no lo consigue nunca.

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