Para su edición 25, gracias a la Embajada de Francia en el Perú, el Festival de Lima tendrá como homenajeado a uno de los cineastas contemporáneos más importantes: Laurent Cantet. Su retrospectiva incluye tres largometrajes representativos de su filmografía: El empleo del Tiempo (2001), La clase (2008) y Regreso a Ítaca 2014), adaptación al cine de "La novela de mi vida" del cubano Leonardo Padura. (FOTO: CCPUCP)
Para su edición 25, gracias a la Embajada de Francia en el Perú, el Festival de Lima tendrá como homenajeado a uno de los cineastas contemporáneos más importantes: Laurent Cantet. Su retrospectiva incluye tres largometrajes representativos de su filmografía: El empleo del Tiempo (2001), La clase (2008) y Regreso a Ítaca 2014), adaptación al cine de "La novela de mi vida" del cubano Leonardo Padura. (FOTO: CCPUCP)
Enrique Planas

En “Viaje a Ítaca” (2014), nos permitió entender la política cubana y los sueños rotos de una generación reuniendo a cinco viejos amigos en una azotea con vista al malecón de La Habana. En “La clase” (2007), las complejas relaciones interculturales que hoy enfrenta Francia se traspolan al interior de un salón de clases en un barrio de las afueras de París. En “El empleo del tiempo” (2001), la obsesión de un desempleado por aparentar conservar el estatus social perdido puede llevarlo a límites del absurdo. En todos estos filmes, el cineasta francés Laurent Cantet, habitual ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes, será ahora homenajeado de turno del Festival de Cine de Lima. De forma virtual el público no solo podrá apreciar estas tres películas representativas de su filmografía, sino que también compartirá con el periodista Fernando Carvallo una “Clase maestra”, en la cual desplegará su característica y serena mirada para hablar de un cine que aborda lo social y lo individual, lo política y lo íntimo.

En esta entrevista vía Zoom, encontramos al cineasta en su casa en París. La conversación se centrará en los tres filmes que acoge la retrospectiva del Festival limeño. La coyuntura política marca la pauta: comenzaremos hablando de “Regreso a Ítaca”, filme basado libremente en la novela del escritor Leonardo Padura “La novela de mi vida”, y quien colaboró directamente en el rodaje. Se trata de un filme que se detiene en una conversación desarrollada por entero en una azotea, donde cinco amigos parecen náufragos cuyos sueños encallaron en el malecón de La Habana. Aprovechando la visita de uno de ellos, migrado hace años a Madrid, todos repasan los accidentes de sus vidas y la melancolía esconde secretos que tardarán en revelarse.

Imposible no comenzar esta conversación preguntándole qué piensa de las actuales manifestaciones y la represión que hoy se vive en la Isla.

Uno pudiera pensar que ésta es una oportunidad para que las cosas evolucionen, que luego de la crisis la situación puede cambiar. Sin embargo, hace un tiempo hablé con Leonardo Padura y tuve la impresión de que se encontraba más pesimista que nunca. Es la impresión de que se vive un eterno comienzo, que la vida los lleva siempre a la misma situación, que la esperanza siempre se estrella contra una pared. Estoy consciente también del papel que juega en la situación cubana el bloqueo. Creo que la situación política podría evolucionar, pero los problemas económicos son tan graves que para que cambien las cosas tendría que pasar algo realmente importante. Teníamos la esperanza de que Biden hubiera podido cambiar en algo las cosas, que hubiera vuelto a tender lazos con la isla, pero no lo hizo. Necesita los votos de los cubanos en Miami y hace todo lo posible para no perderlos.

“Regreso a Ítaca”, reúne a los actores cubanos Jorge Perugorría, Isabel Santos, Néstor Jiménez, Fernando Hechavarria y Pedro Julio Díaz Ferran. (FOTO CCPUCP)
“Regreso a Ítaca”, reúne a los actores cubanos Jorge Perugorría, Isabel Santos, Néstor Jiménez, Fernando Hechavarria y Pedro Julio Díaz Ferran. (FOTO CCPUCP)

Criticar una dictadura o el bloqueo. ¿Es un falso dilema?

No alcanzo a saberlo del todo. Pero de lo que estoy seguro es que se ha creado una especie de círculo vicioso. La situación económica agrava la situación política y la situación política endurece los problemas que tiene la isla en su relación con el mundo.

Parte de ello lo vemos en su película: es la historia de una generación que, durante el periodo especial en los años 90, vio bloqueado su acceso al poder por la generación anterior.

A mí lo que me conmovió cuando hice la película fue, en primer lugar, los diferentes contactos que tuve con los cubanos con los que trabajé. Me di cuenta de que había algunos temas que, si bien parecían pertenecer al pasado, en realidad estaban siempre presentes entre ellos. El tema como el periodo especial, la caída de la unión Soviética, son temas que seguían muy vivos. Por eso decía que en Cuba todo se trata de un eterno recomienzo, un volver a lo mismo, constantemente.

En Regreso a Itaca”, mientras el sol se pone en La Habana, cinco amigos se reúnen para celebrar el regreso de Amadeo tras 16 años de exilio en Madrid. Desde el crepúsculo hasta el amanecer, recuerdan sus tiempos de juventud, el grupo que formaban, la fe que tenían en el futuro, y también su desencanto. (Foto: CCPUCP)
En Regreso a Itaca”, mientras el sol se pone en La Habana, cinco amigos se reúnen para celebrar el regreso de Amadeo tras 16 años de exilio en Madrid. Desde el crepúsculo hasta el amanecer, recuerdan sus tiempos de juventud, el grupo que formaban, la fe que tenían en el futuro, y también su desencanto. (Foto: CCPUCP)

En Regreso a Ítaca, vemos el reencuentro de un grupo de cinco amigos en una azotea en La Habana. Una amistad de más de 20 años, rememorado sueños, rotos y cumplidos, desde la tarde hasta el amanecer. Es una película que se basa en los diálogos. ¿Cuánto bebe su cine del teatro?

Cuando comencé a trabajar con Padura este proyecto, él imaginaba que íbamos a salir mucho más, que íbamos a ver más cosas. Pero yo tenía muchísimo miedo, como extranjero, de dar una imagen estereotipada, cliché, del país: mostrar los carros antiguos, la música, la gente en la calle. A mí lo que me interesaba más era escuchar las historias que podían contarme los propios cubanos. A mí me encanta filmar diálogos, se puede decir mucho con ellos. Están las pequeñas cosas que cuentan las palabras, pero también lo no verbal, las miradas, la forma en que alguien corta o distrae un diálogo con una broma. Todo esto para mí es interesantísimo. Entonces abordé la película como una obra de teatro, pero en este caso pude acercarme a los rostros, las miradas, aquello que en el teatro es más difícil de mostrar. Por cierto, también está detrás la riqueza de los diálogos de Padura. ¡Yo descubrí Cuba gracias a él!. Antes incluso de ir a la Habana yo ya había leído sus libros, y al llegar tenía la impresión de que ya conocía la ciudad. Sobre todo, lo que me atraía mucho eran las largas conversaciones en sus libros entre grupos de amigos que contaban su vida, sus dolores, sus alegrías. Yo tenía muchísima confianza en el talento de Padura para los diálogos.

¿Cómo usted prepara la puesta en escena? ¿Cuánto control intenta mantener en el rodaje? ¿Cuánto deja a la suerte?

Pasé mucho tiempo en La Habana. Conocí muchísima gente y visité muchísimas azoteas antes de dar con la definitiva. A mí me gusta muchísimo rodar en el extranjero, y lo he hecho muchas veces: en Haití, en Canadá, en Cuba. Cuando uno filma fuera, tienes cierto desfase en la mirada. Puedes identificar las cosas de otra manera, distinta a los locales, que pierden de vista al estar inmersos en ese mundo, que por ser parte de su vida diaria pueden considerarlo como algo banal. Para mí, esa es una de las mejores maneras de entrar en contacto con otro país, con otras mentalidades, evitando ver las cosas como un turista. Yo voy para trabajar, para conocer personas. Y se pueden establecer lazos muy fuertes gracias a eso. La película fue escrita de una manera muy precisa al principio y con los actores leíamos los diálogos, en presencia del propio Padura. Yo elegí ubicarme como un testigo, quería darle a los actores cierta libertad de acción para poder crear esta película juntos.

Entre los diferentes reconocimientos, la cinta fue ganadora del Venecia Classici Award del Festival de Cine de Venecia, Mención Honrosa de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Sao Paulo y Mejor Película en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano de Biarritz.
Entre los diferentes reconocimientos, la cinta fue ganadora del Venecia Classici Award del Festival de Cine de Venecia, Mención Honrosa de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Sao Paulo y Mejor Película en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano de Biarritz.

Uno podría pensar que un cine de carga política suele asociado al grito y la protesta. Sin embargo, todas sus películas son asombrosamente serenas.

Lo político me interesa cuando se puede ver en la primera persona. Me interesa cómo un sistema político actúa, influye en el individuo. Más que grabar una manifestación, me interesaría que me la cuente una persona que haya participado en ella. Quiero que el ser humano se vea a través de lo que la política pueda generar en él. Si bien “Regreso a Ítaca” es una historia cubana, creo que lo que a mí me da legitimidad para contarla es que habla de nuestras propias desilusiones. Todos hemos soñado con un mundo mejor, y no sé hasta qué punto la realidad puede desgastar las esperanzas. Los sentimientos de mis personajes los he vivido yo también en otras causas. Son sentimientos universales.

¿Cómo llegó a sintonizar con los personajes cubanos, de naturaleza exaltada, cuando el resto de su galería de personajes son más bien reservados, seres a quienes les cuesta mucho comunicarse?

Allí fue que me di cuenta de la fractura cultural que hay entre los franceses y los cubanos. Yo me pasaba el tiempo diciéndole a los actores: “cálmate, no vale la pena que seas tan intenso”, pero ellos me respondían: “si estás contratando actores cubanos, pues así hablamos. Si tratas de domesticarnos, de apaciguarnos, lo que tendrás será una película francesa que hable de Cuba”. Entonces lo que hicimos fue encontrar un punto medio, ambas partes teníamos que ceder para que haya un balance entre el furor cubano y mi discreción francesa. Y me dio mucho gusto que, después de proyectar la película en La Habana, viniera un espectador a decirme: “es la película más cubana que he visto en mucho tiempo”. Me pareció que habíamos encontrado el punto preciso entre la puesta en escena y la manera de actuar.

Laurent cantet y Leonardo Padura en la azotea donde se filmó "Regreso a Itaca".
Laurent cantet y Leonardo Padura en la azotea donde se filmó "Regreso a Itaca".

A propósito de la reacción del público cubano, sé que “Regreso a Ítaca” iba a proyectarse en el festival de cine de La Habana, pero en el último momento fue censurada. Solo pudo verse un año después, en el marco del festival de cine francés de La Habana.

Un año después, sí. La película fue proyectada en el Gran Teatro de Cuba, y desde temprano se formó la cola para conseguir entradas. Yo generalmente no asisto a las proyecciones de mis películas, pero en esta ocasión sí quise quedarme. Y me di cuenta de que la sala estuvo muy atenta a la película. De hecho, me di cuenta de que el público era capaz de entender muchas cosas del filme incluso antes de que las cosas se plantearan. Había risas, murmullos, pequeños detalles que daban a entender la exactitud de la historia. Me di cuenta realmente de que al público cubano le producía placer ver la película. Cuando terminó la proyección, la sala era demasiado grande para que se produjera un debate, pero fuera, delante de la Cinemateca, estuve dos horas conversando con la gente. Algunos lloraban, otros hablaban con muchísima precisión de lo que habían visto. En verdad fue impresionante. Me conmovió mucho.

Hace poco entrevisté a Leonardo Padura a propósito de la versión al cine de sus novelas de Mario Conde. ¿Usted dirigiría un policial o una cinta de género?

No es algo que me llame de manera natural, digamos. Pero, tal vez la película que ahora estoy escribiendo podría orientarme por allí, acercarme más a una película de género más que mis películas anteriores. Tengo la impresión de que, de todas maneras, las películas de género pueden implicar muchas otras cosas, pueden ser políticas, incluso intimistas. Lo interesante es que, con una historia fuerte, logres describir la complejidad del mundo. Incluso a través de esos códigos de género.

“La Clase” (Entre Les Murs) se basa en el libro del escritor Francois Bégaudeau, quien apoyó en el guion e incluso interpreta al profesor protagonista del filme. (Foto: CCPUCP)
“La Clase” (Entre Les Murs) se basa en el libro del escritor Francois Bégaudeau, quien apoyó en el guion e incluso interpreta al profesor protagonista del filme. (Foto: CCPUCP)
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Hablemos de “La clase” (Entre les murs), filme con el que obtuvo la Palma de Oro en Cannes. Como en la azotea de “Regreso” a Ítaca, en esta cinta la cámara permanece en el salón observando lo que pasa para que comprendamos lo que gira alrededor: la sociedad francesa, la vida de estos niños. ¿Es válida la comparación?

En la mayoría de mis películas me gusta observar a un grupo pequeño que luego se convierte en la imagen de un mundo más amplio. En “La clase”, se muestra aquella escuela que se suele considerar un lugar protegido, sacralizado hasta cierto punto, donde los niños solo deberían dedicarse a estudiar. Un lugar tranquilo para que puedan recibir una correcta educación. Sin embargo, la cultura y la educación también está compuesta por la calle y por la mirada que los demás tienen de estos niños. Cómo les afecta que sus padres estén desempleados, o el miedo que pueden producir en otras personas. Y la escuela no puede ignorar esto. La educación consiste en enseñar a los jóvenes a ser ciudadanos, a vivir en un mundo complejo. Justamente, en las cuatro paredes de una clase, yo logré describir esto.

En “La clase”, el profesor y novelista François Bégaudeau interpreta una versión de sí mismo mientras negocia durante el curso con sus alumnos, un grupo de estudiantes de diversas razas de un conflictivo barrio parisino. (FOTO: CCPUCP)
En “La clase”, el profesor y novelista François Bégaudeau interpreta una versión de sí mismo mientras negocia durante el curso con sus alumnos, un grupo de estudiantes de diversas razas de un conflictivo barrio parisino. (FOTO: CCPUCP)
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Adaptada de la novela de François Bégaudeau, “La clase” relata la vida de un profesor de francés en un colegio de barrio difícil. Usted creó un taller pedagógico en este colegio para desarrollar el guion y constituir su reparto. ¿Cómo asume la distinta relación que surge entre actores profesionales y chicos y chicas de 14 años?

Yo necesitaba a todas estas personas para escribir. Fue un caso parecido a “Recursos humanos”, en la cual ya había escrito el guion, pero nunca había trabajado en una fábrica. Tenía simples hipótesis sobre ella. Entonces, todo el trabajo que hacía con los actores servía, más allá de capacitarlos, para verificar las hipótesis que yo había incluido en el guion. Y lo que resulta muy grato es que los actores suelen confirmar esas hipótesis. Es más, me permiten ir más allá de lo que yo pudiera tener en el guion. Pueden decirme: “esto no es real”, o “en esta escena podríamos profundizar un poco más”. Si bien es cierto que yo empiezo a trabajar con una idea precisa, toda esta relación me permite alimentar la película con las experiencias de los actores. Sus formas de ser me ayudan a crear las identidades de los personajes.

¿Cómo se replica la difícil convivencia entre la sociedad francesa y las poblaciones migrantes al interior de las escuelas públicas del país?

En Francia la tradición de la escuela pública es muy fuerte. Siempre habrán las escuelas privadas, donde las personas con dinero consiguen que sus hijos escapen del carácter mixto y diverso de las escuelas públicas, pero se trata de buenas escuelas y la mayor parte de la población no tiene problema con ellas. En Francia existe el sentimiento de que la diversidad en las escuelas públicas es una gran riqueza, pues es una de las pocas oportunidades en que los niños pueden entrar en contacto con otros completamente diferentes, con maneras de pensar y vivir también muy distintas. Esto es lo que yo también quise darles a mis hijos cuando los matriculé en una escuela pública.

Familiares y colegas sostienen una foto del asesinado profesor Samuel Paty. (Foto de Bertrand GUAY / AFP).
Familiares y colegas sostienen una foto del asesinado profesor Samuel Paty. (Foto de Bertrand GUAY / AFP).
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Varias de sus películas nos alertan de problemáticas sociales. Por ello, es imposible ver “La clase” sin recordar el caso de Samuel Paty, profesor que fue decapitado hace un año cerca de París por enseñar caricaturas de Mahoma en clase.

Yo también tengo muchísimo miedo. Me da la impresión de que desde hace algunos años nos estamos dirigiendo hacia un rompimiento de la sociedad. El caso de Samuel Paty es quizás el más terrible y el más representativo de esto. Si uno se pasea por las calles de París, se dará cuenta de que la sociedad se está dividiendo. Para evitarlo, la escuela cumple en ello un papel importantísimo. En ella no solo se enseña a sumar y a escribir, sino a vivir juntos. Y esto es lo que yo trato de mostrar en cada escena de la película. Como veinte personas tan diferentes logran tener consideración por cada una, y con ello pensar juntos, trabajar juntos. Es urgente alcanzar esto el día de hoy.

El Empleo del Tiempo, interpretada por Aurélien Recoing, obtuvo el Premio Don Quijote del Festival de Cine de Venecia y el Premios de Cine de Espíritu Independiente, en Estados Unidos. (Foto: CCPUCP)
El Empleo del Tiempo, interpretada por Aurélien Recoing, obtuvo el Premio Don Quijote del Festival de Cine de Venecia y el Premios de Cine de Espíritu Independiente, en Estados Unidos. (Foto: CCPUCP)

Para “El empleo del tiempo (2001)”, usted “recogió” la noticia del “affaire Romand”, para la historia de Vincent, un consultor de empresas que perdió su trabajo y se lo escondió a sus familiares. Sin embargo, en su película pasó por alto la conclusión de la historia real: al ser desenmascarado, Romand asesinó a todos sus familiares. ¿Por qué?

En primer lugar, porque no era la historia que yo quería contar. No tenía ganas de contar la historia de un monstruo, sino de una persona enfrentada a una situación que movilizaba toda su vida. Lo que mostré es una persona que había creado el guion de su propia vida. Desde el inicio, cuando empecé a escribir esta película, tenía la idea del final: que el protagonista regresara al trabajo. La gente cuando veía el final me preguntaba por qué había elegido un final feliz para la cinta. Y si bien es verdad que para muchos el hecho de conseguir un trabajo puede ser considerado un final feliz, yo pensaba que, para el protagonista, el hecho de volver a trabajar era más bien algo parecido a un suicidio: significaba renunciar a toda la aventura que él se había creado, obedecer nuevamente a su padre, tener que entrar nuevamente en el molde. En realidad, el final resulta bastante trágico para él. Con esa película quise hacer es una especie de prolongación de “Recursos humanos”, mi filme anterior, que hacía referencia al mundo laboral, las relaciones entre empleados, la gente en planilla. Lo que quería mostrar es que, para ganarnos la vida, a veces hacemos cosas que nos llevan a perderla. Por eso para “El empleo del tiempo” lo que hice fue tomar un fragmento de la vida de Jean Claude Romand para mostrar su capacidad de inventarse una vida. No quería mostrar el asesinato de su familia al final. En verdad, me caía simpático el personaje, y quería conservar ese pedacito de simpatía.

 Aurélien Recoing y Karin Viard, en el filme “El empleo del tiempo”.
Aurélien Recoing y Karin Viard, en el filme “El empleo del tiempo”.

“Tengo miedo de decepcionar”, dice Vincent (Aurélien Recoing) a su esposa (Karin Viard), sin ser más preciso. Esta frase representa la alienación laboral, los miedos de la clase media europea, incluso la crisis de la masculinidad. ¿Son miedos que se han profundizado 20 años después del estreno de su película?

Incluso creo que estamos más alienados aún. Las condiciones de vida se han vuelto aún más complejas. Cada vez se tiene mayor miedo al desempleo, el estatus social es algo importantísimo. Estamos dispuestos a proteger nuestro estatus social cueste lo que cueste..

¿Poco ha cambiado entonces?

Existe un fenómeno bastante nuevo: muchos jóvenes, después de terminar sus estudios especializados, no quieren seguir ese proyecto de vida. Entonces parten a pequeñas localidades para dedicarse a fabricar pan o hacer carpintería. Lo que hace algunos años era considerado marginal, ahora se ha convertido en un movimiento. Quizás soy un tanto pesimista, y puede que las cosas cambien de forma positiva rápidamente. Las preocupaciones ecológicas están fortaleciendo este movimiento: cada vez hay más jóvenes que no quieren colaborar con una sociedad que destruye al mundo y al hombre. Cuando yo empecé a dirigir “El empleo del tiempo”, estar bien instalado socialmente era algo muy importante. Hoy aún mucha gente sueña con tener dinero y ser importante, pero también se advierte una toma de conciencia para ser más altruista y solidario. Creo que esto no es una ilusión. Es algo que verdaderamente se está produciendo.

Laurent Cantet, el director francés es el homenajeado de la edición 25 del Festival de Cine de Lima. (Foto: CCPUCP)
Laurent Cantet, el director francés es el homenajeado de la edición 25 del Festival de Cine de Lima. (Foto: CCPUCP)

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